Cosas horribles que en Montevideo no hay:
1. Carteles de publicidad por todas partes obstruyendo la vista.
2. Edificios interpuestos entre la gente y el mar/río.
3. Carritos de venta ambulante de morfi.
4. En consecuencia, papeles de morfi por el piso.
5. Sorullos de perro en las veredas. Muuuuy de vez en cuando encontrás uno, pero lo salteás fácil porque es uno cada tres cuadras.
A mi los carritos de venta ambulante de comidad me gustan.
ResponderBorrarSoy adicto al sánguche de mondiola.
a mí también me encantan los carritos de morfi. No puedo decirle que no a un pancho callejero con mucha mostaza. Acá hay algunos pero no cinco cada 100 metros como en Buenos Aires. Eso da una cantidad de mugre infinitamente menor, menos polución visual, menos moscas y menos olor a chipodri en la calle.
ResponderBorrarLa mondiola y el salame también me encantan. La mortadela no porque me me da impresión: la hacen con caballo y siempre tengo miedo de estar comiéndome a Mimoso.
mmmm, me hiciste pensar en un sanguche de mondiola!
ResponderBorrarHoy tengo que ir al super. Voy a traer mondiola y un camembert.
Yo despedí el año con tapas españolas, siempre bienvenidas a la hora de empinar vermuses.
ResponderBorrarTres variedades, una de ellas con berenjenas y camembert.
Todo perfecto, tan perfecto que culminó en papelón.
fulvio, querido, deje el menú para otro día
ResponderBorrarlo único que nos importa es el papelón, cuente!
le tocó el culo a una prima
ResponderBorrarNo era prima.
ResponderBorrarera primo
ResponderBorrarBuenos Aires le da la espalda el río... una pena.
ResponderBorrarTampoco.
ResponderBorrarEra buena moza.
Mr. Fulvio, quiso pedir mais uma y le tocó el culo a la moza??
ResponderBorrarvamos, fulvio, no nos deje con las ganas. Era culo o teta? Fue en los hechos o de palabra nomás? Era pariente? Era monja?
ResponderBorrarEra la mismísima hermana de Tony Camo, una verdadera hipnotizadora.
ResponderBorrarHasta ese momento ya había empinado cerveza, fernet, gin tonic, champagne, cerveza y shots de tequila ( en ese orden ).
Claro está que tenía una mamúa providencial y cuando la vi, tres sirenas fuera de foco que eran todo redondez, la cosa se me fue de las manos.
Me alcanzó un Margarita, lo bebí de un saque y expresé con las manos aquello que no podía manifestar con mi resbalosa dicción.
Por suerte apareció mi amigo Kadhafi y me guió a otra fiesta de la que nada recuerdo.