martes, febrero 10, 2009

El nido vacío


Aunque ustedes no lo crean, este es un rincón de nuestra bonita Biblioteca de Referencia. Era el cuarto de J., que se fue a vivir solo, y después el de Alonso, la iguana, que en realidad lo usa bien poco. Su rutina aquí es la siguiente:

8 am. Despertar en el estante superior de la biblioteca con cara de orto más o menos acentuada según el clima (si hay sol una mera cara de malhumor; si llueve, una franca cara de culo).
8.30 am. Descolgarse por la cortina verde arrancando los ganchos y desgarrando en su caída algunos hilos.
9 am. Comer su hato vegetariano y a continuación distribuir y aplastar algunas frutillas o ciruelas fuera del plato, en el piso.
9.30 am. Caminar apurado como un jubilado hacia el baño llevando una toalla y un rollo de papel higiénico.
10 am. Cagar en el piso del baño lo que sería morfológicamente una caca de paloma y cuantitativamente una de águila.
10.05 am. Dirigirse al sector corral del balcón, cerrado con una elegante red negra. Tomar sol, Aplastar las plantas, comerse las hojas y las ramas y distribuir tierra alrededor de las macetas.
12 am. Volver al estante alto para dormir una siesta.
4 pm. Volver a bajar descolgándose por la cortina verde.
4.15 pm. Comer la segunda ración de vegetales y volver a aplastar algunas frutas de pigmento fuerte difícil de limpiar sobre piso y parte de las paredes.
5 pm. Volver al estante alto por última vez en el día para dormir hasta la mañana siguiente.

Más allá de estas incursiones antiestéticas sobre nuestra Biblioteca, todo estuvo en relativa calma durante estos años. Tenemos ahí un futón japonés donde me gusta echarme a leer, un aire acondicionado que anda bien y unos cuadros que me gustan mucho. Pero desde hace unos meses, más o menos cuando empezó la explosión demográfica en nuestra familia, todos los hijos que se habían ido empezaron a traer objetos en desuso y a depositarlos justamente ahí, detrás de la cabecera del futón. Yo creo que se trata de una regresión encubierta, una vuelta a la casa no directa sino mediada por desechos informes. Los pretextos para dejarlos aquí son de lo más variados: ropa pasada de moda o que les queda chica o que les queda grande, zapatos que tienen la suela rota, collares que se desenhebraron, una valija simil cocodrilo de contenido misterioso, libros desencuadernados, ropa de invierno en verano y de verano en invierno, bolsas llenas de papeles viejos que un día hay que ordenar, ropa que ya no le va al primer bebe y queda en consignación para el próximo, ollas abolladas que hay que llevar al desabollador, fuentes desplateadas que hay que llevar a plateador, cuadros con el vidrio roto que están en tránsito hacia el marquero y cosas así. Lo que aumentó mucho el volumen de chatarra en depósito es la mudanza inminente de V., la última nena, la que nos deja el nido vacío. Sus amigos y parientes montaron una especie de Caritas de urgencia con rezagos de vajilla y muebles, y eso se fue sumando a los muchísimos objetos que tengo repe o que a ella le gustan y que le fui dando. Dentro de una semana se muda y se lleva sus cosas y sólo van a quedar las de los otros dos. 
Me tiro a leer como siempre pero me pone nerviosa saber que ahí nomás, a veinte centímetros de mi cabeza hay un par de botines sucios encima de una caja con cubiertos pringosos y una bolsa con sweaters de lana apolillados. A esto le llaman el nido vacío? Es por eso que la gente grande se siente tan afectada cuando se van sus hijos de la casa?