viernes, abril 28, 2006

Una mariconada


En esta época podo las plantas. Antes me parecía agresivo hacerlo porque tenía demasiadas horas de vuelo en diván y me había quedado una confusión con el tema de la castración.
Pero un día fui al Rosedal cuando los jardineros estaban podando y ví que dejaban cada rosal como un palito. Le pregunté a uno y me explicó que antes del frío hay que podar así de cortito porque sino la planta debe trabajar mucho y gastar mucha energía en mantener vivas ramas y hojas.
Me dijo que gracias a la sabia poda los rosales del Rosedal están siempre vivarachos y floridos. Y me mostró que hay que cortar dos yemas por encima de cada nacimiento de rama.
Empecé a podar mis plantas y confirmé que era verdad: empiezan a fabricar brotes nuevos con una polenta increíble en lugar de languidecer a lo largo como hacían antes cuando yo no era una madre castradora.
Hace unos días podé mis hortensias, que estaban rechonchas de flores. Cuando se secaron tomaron estos colores melancólicos. Las miro todo el tiempo. Son perfectas.
Mi amigo La Rosita diría que soy una maricona y tiene razón pero a mí no me importa.

jueves, abril 27, 2006

Extinción

Noche de fiesta en el Luna Park. No como antes, cuando en el aire flotaba una bruma eterna de humo de cigarrillos y sudor. En aquella época era precioso. Mi papá me llevaba y me encantaba ese olor a machos sudados.

Ahora no. Ahora estaban Scioli, Adrián Suar y otros metrosexuales sonriendo a cámara. No sé a qué olían porque lo ví por televisión, pero seguramente no a chivo ni a tabaco.

Era el esperado regreso de Locomotora Castro recuperado de su accidente automovilístico. Había estado varios días en coma y algunos meses internado. Yo creía que se había muerto pero no, estaba más sano que nunca.

Ahora cantan los himnos y se ponen una mano sobre el corazón para manifestar emoción y patriotismo. Esta vez los cantaron a capella dos de las voces más chirriantes del Mercosur, una argentina llamada Gabriela Polchinski y una colombiana llamada Celeste Montervino.

El maravilloso Príncipi, el comentarista de box más extraordinario del mundo, explicaba que un verdadero campeón debe saber cómo y cuándo extinguirse y agregó -Castro vuelve al ring con su inefable estilo: excedido de peso.
Y sin entrenamiento, podía haber agregado.

Cuando subió al ring y se sacó la bata los rollos saltaron por encima del pantalón. Con cada movimiento flameaban y quedaban vibrando durante una fracción de segundo como ondas de grasa en un plato de caldo, lo que impedía ver claramente las cicatrices de los drenajes entre las costillas.

El sponsor de Locomotora era MI TAXI. Lo tenía bordado en el culo del pantalón. Daba ganas de llamar para pedir una unidad que lo sacara del ring y se lo llevara lejos de allí, fuera del alcance de La Pantera de San Onofre, su contrincante.

En la cabeza tenía unos rombos azules, amarillos y rojos. Parecía una secuela del accidente, como si en la emergencia le hubieran hecho un injerto de pullover.

Como era previsible lo cagaron a trompadas. Príncipi decía que estaba teniendo problemas de traslación . Eso quería decir que tenía las piernas como de plastilina y no atinaba a despegarse del piso.

Fue muy triste pero no tanto como el minuto entre round y round, cuando pasaban los comerciales de Sprite con la locución de Jorge Lanata. Eso sí que es saber extinguirse como un verdadero campeón.

viernes, abril 14, 2006

han vuelto





El miércoles a la noche, cuando yo no estaba, vino y dejó los cuchillos.
Están cambiadísimos.
Basta con ver las fotos de antes y después.
A la mañana, la señora peruana que viene a limpiar, gritaba: - Han vuelto los cochíos!!

El me había advertido que iban a quedar filosos como un bisturí, pero no le creí.
Quise enmantecar una tostada y me seccioné la yema de un dedo.


jueves, abril 13, 2006

BIRDWATCHING 4. el par madre/hija boba


Hay varios pares por el barrio. Hoy me crucé con uno de los más lindos. Yo iba hacia Las Heras y ellas se desplazaban hacia Santa Fe ocupando toda la vereda. Una es gordísima y la otra muy flaca, así que sus anchos sumados dan como resultado el de dos personas comunes. Pero obstruyen el paso porque se bambolean mucho y asincrónicamente: cuando una se balancea hacia la calle la otra se inclina en un ángulo equivalente hacia el lado de la pared, lo que les permite invadir una gran superficie. Cuando las encuentro de frente bajo a la calle para que no me atropellen y cuando voy detrás de ellas, si no estoy apurada las sigo un largo rato para poder examinarlas con tranquilidad.
Hoy tuve que bajar rápido a la calle porque la hija boba cargaba cuatro enormes bolsas de Coto. Si me daba de lleno me fracturaba una pierna.
El par madre/hija boba y madre/hijo bobo me atrae mucho porque no puedo dejar de imaginar cómo transcurrió la vida de esas personas hasta llegar a este punto en el que ambas forman una unidad repugnante e indivisible.
La aberración originaria siempre es producida por la madre. Desmenuzo mentalmente su sequedad, su enjutez y sus músculos raídos y trato de imaginar cómo era cuando era una mujer joven, madre de ese bebito o bebita que ahora es un monstruo sin voluntad. Qué hay que hacerle a un hijo para que quede detenido en estado de niñez permanente, para asegurarse su servidumbre, para suprimirle el deseo de ser libre? Basta con sobreprotegerlo? Es suficiente controlar férreamente lo que hace y lo que piensa? Se lo soborna con amenazas? O con lamentos?
Cuánto quisiera ser una mosca para poder estar en esa casa donde se bambolean de pared a pared entrechocándose todo el día, en esa cocina donde devoran lo que compraron en Coto, en ese living donde están sentadas viendo televisión! Moriría por ver a la hija boba aderezándose para salir, porque siempre lleva unos vestidos como de niña, con mangas gonflé, cintitas y frunces, moñitos en el pelo y mucho rubor en los cachetes, como una versión pesadillesca de Judy Garland en El Mago de Oz.

En los hospitales es más frecuente el par madre/hijo bobo que el madre/hija boba. Se ve que el hijo bobo es más vulnerable al reclamo de atención de la madre cuando se declara enferma. Van por los pasillos agarraditos y con cara de aprensión, él llevando los grandes sobres que contienen radiografías y ella aferrando la cartera como si un cirujano se la fuera a amputar. La hija boba, en cambio, es más práctica para llevar al supermercado. Ahí el hijo bobo se pierde entre las góndolas y confunde la acelga con la espinaca. Lo mejor sería tener dos hijos bobos, uno para cada ocasión, pero parece que eso no se puede. Hay que elegir uno de toda la camada y destinarlo a ese fin. Hasta hoy nunca se ha visto un trío madre/hijo bobo/hija boba, por lo menos en mi barrio.

jueves, abril 06, 2006

Gap


Mis hijos me critican.
Es que somos muy distintos, yo les parezco un tanto ridícula y han sido formados en la idea hippie de que la verdad no ofende.
Hoy a las 5 am pasé frente al cuarto de la hija #5, que se había acostado a las 4 y noté que al caminar hacía crujir el piso asimétricamente, como si sólo pisara con el pie derecho. Hice la prueba de ida y de vuelta, pensando que una madera floja hacía sonar más un paso que el otro, pero no: son mis pies los que suenan distinto. El derecho pisa fuerte y la pisada del izquierdo casi no se oye. Eso me preocupó y pasé varias veces a diferentes velocidades para confirmarlo. Mientras lo hacía pensaba que #5, que tiene un oído finísimo, estaría oyéndome pasar una y otra vez y observando también nerviosamente que mis pasos suenan como los de Pete Pata de Palo. Sé que hoy cuando se despierte me va a decir que no la dejé dormir.
Los horarios a contramano son un tema insalvable. Otro es el choque de culturas que se produce a la hora de comer. Ellos se mofan del cuidado que pongo todos los días en que la mesa esté linda, con manteles y servilletas engamados, con platos simpáticos, con vasos preciosos. No comprenden por qué me ocupo de servir con una cuchara determinada y no con cualquier cuchara, ni por qué hay un plato para la ensalada y otro para la pasta. Eso les da mucha risa y me lo perdonan como se le perdonan las manías a una vieja tilinga. Lo que no es el caso, porque cuando era joven y muy pobre también preparaba mesas bonitas y armaba casas marvillosas con mis escasos recursos. Por ejemplo, confeccionaba pantallas de papel crepe de colores bellos para cubrir la triste bombita de luz que colgaba del techo y todo el ambiente se transfiguraba en un lugar mágico.
Cuando ellos sirven la comida arrojan sobre la mesa dos o tres tuppers, unos platos incongruentes y la deprimente botella de coca cola tamaño garrafa. Y alegrate si no piden una pizza, porque la llevan a la mesa tal como llega, en la caja grasienta y si es posible sin sacarla de la bolsa de nylon para mangotear las porciones chorreantes a mano nomás.
Hace varias semanas, dos amigas de #5 que a veces se quedan a dormir en casa (los padres las reprimen porque son lesbianas y no las dejan dormir en su casa), llegaron sorpresivamente cuando estábamos comiendo solos en nuestra pacata mesa de pareja madura. Las invitamos a comer con nosotros, agregué dos individuales y trajeron de la cocina lo necesario para su yantar de pajaritas. Obsérvense los recipientes en bruto tal como salieron de la heladera, apilados sin ton ni son y hasta con su papel film pegado encima. Explíquenme por qué una trajo un vaso y la otra una taza para tomar vino, habiendo a mano tantas copas. Los cuatro nos quedamos mirando el fenómeno un largo rato.
Lo registré en el mismo momento del hecho y aquí les presento la evidencia gráfica.


Abril

Me agarró marzo de contragolpe y me dejó tumbada hasta hoy, que es abril.
Estuve distraída durante todo enero y febrero, creyendo sin creerlo, como creen los niños, que la temporada de hacer huevo iría a ser eterna.
Mientras todos se iban y volvían de vacaciones yo me quedé ordenando la biblioteca, escribiendo, leyendo y dibujando y creí que ese ir y venir era un nuevo estado de inocencia que nos había alcanzado a todos.
Pero empezó marzo, volvieron los pacientes y volvieron las obligaciones, las preocupaciones, los horarios persecutorios como locomotoras asesinas.
También volvieron los encuentros, las reuniones, los programas de clases y de exámenes.
Cinco días antes de la fecha me anunciaron que debía dar un recuperatorio espantoso. Estudié como una perra y hoy me confirmaron el resultado: aprobada.
Yo creía que me había ido mal y eso me hacía sentir despreciable.
Ayer dos mensajes en el blog, uno amoroso de alguien querido, hicieron volver a su lugar todas las pelotitas de malabar que estaban suspendidas en el aire. Recordé mi blog y cuánto me gustaba escribir en él y me sentí culpable como si hubiera abandonado una casa con la puerta abierta.
Después, hoy a la tarde llegó mi cédula, que había tramitado hace varias semanas. Cuando la ví me alegré porque en la foto no tengo una expresión de idiotez tan profunda como había creído. Parezco sufrir de un ligero déficit cognitivo global, pero mucho menor del que había imaginado. También eso me dió ganas de volver. Será que la cédula de identidad tiene sobre mi identidad real el poder de transformarme en un ser deleznable o en una persona sociable y comunicativa?