viernes, septiembre 28, 2007

Bienvenida primavera, primavera, primavera...


Hoy salí a corretear otra vez después de seis meses de hibernación polar. Pasé por el arbolito psicodélico que hasta hace pocas semanas estaba echando yemas por todos lados. Ahora está lleno de hojas, pero de hojas chiquitas que recién están empezando a tener la panza más clara que el lomo. Pronto van a ser grandes y el tallo las va a sostener de esa manera que hace que vibren y suenen con la brisa y van a tener la panza totalmente plateada. Pero todavía falta como un mes para eso.

domingo, septiembre 23, 2007

Revelación de un mundo


Nada deseo menos que ver a mi amá este domingo. Hace frío y eso me pone kafkiana, munchiana, con el único deseo de estar en casa leyendo y escribiendo sin hablar con nadie. Pero ella me llama y me dice con voz de niña una frase que odio con un odio que me sale directo de las suelas de las ballerinas peludas:


-No tengo ningún programa; estoy solita todo el día... te puedo ver?

Me lo dice mientras miro por la ventana los árboles cacheteados por el viento y pienso que soy una mala persona, una perra maldita que quiere locamente a algunas personas y aborrece a otras arbitrariamente. Lo único que me consuela en ese momento es pensar que sería mucho peor si no lo supiera.

-Vamos a caminar un rato, te parece? -le propongo y me dice que sí y una hora después paso por su casa a buscarla.
Caminamos un rato largo con el viento en la cara, después en la espalda, después en las piernas. Yo toso mucho porque estoy en la etapa de toser, de la fiebre a la tarde, de la sensación de frío interno y profundo que no se me va con nada y cualquier dosis extra de frío me hace mal.


Hablamos de lo que come y como no puedo controlar el tic médico le indico lo que debe comer y lo que no. Pasamos por un Disco y le compro cosas ricas y sanas. Me reprocha que siempre compro demasiado de todo:

-Ay, sos como tu padre! No tenés medida! Con 50 gramos de jamón me arreglo! Y para qué un kilo de lomo si con un bifecito está bien y mañana puedo ir a comprar más?

Como Mr. W., ella cree que el freezer estropea las comidas. Debe ser una cuestión generacional. Piensa que hay que ir todos los días a comprar una banana, un pancito, un sachet de leche y un tomate y en cambio a mí me gusta llenarle el freezer de comidas deliciosas para que pueda elegir qué va a comer sin necesidad de ir al chino de abajo.

Vamos hacia su casa, donde le voy a colgar unos cuadros mientras tomamos mate.
Me dice:

-Sabés qué me da rabia? Esas mujeres que bailan en televisión casi desnudas, con un triangulito adelante y un hilito atrás.

-Te parece mal? -le pregunto.

-Lo que me da rabia es que bailan con hombres completamente vestidos. Por qué no están ellos medio desnudos y ellas con vestido de fiesta?

-Pero entonces lo que querés es ver a los tipos en bolas!

-Y... sí... puede ser -dice pensativa. Y al rato, como media cuadra después, agrega:

-Querés que te diga una cosa? Nunca ví un hombre en bolas!

Big in Bombay, lo mejor de la tele argentina


Nunca más voy a ningún festival de teatro. Creo que tienen un criterio de selección
que no tiene que ver con la calidad sino con cuestiones que están fuera del entendimiento de los espectadores. Anoche, después del patinazo con Monstruos y Prodigios, fui a ver Big in Bombay con todo mi prejuicio sudaca: "ésta es alemana, debe ser buena", pensaba.
Empezó divertida, con una puesta que me gustó, una especie de jaula de vidrio como una sala de espera de línea de ómnibus, con personajes que hacían cosas raras. A los cinco minutos era evidente que eso era todo lo que ocurría: cosas raras. Había milisegundos atractivos en los que una bailarina bailaba lindo, pero esos eran acontecimientos arbitrarios. Nadie sabía por qué todos hacían lo que hacían. O tal vez sí, porque el público se reía a carcajadas cuando a mí me parecía que no pasaba nada gracioso. De a ratos se producían unos momentos de clímax en los que los actores tiraban cosas, se empujaban y gritaban pero tampoco entendí por qué ni para qué. Algunos hablaban en español y otros en norteamericano, lo que me desilusionó porque ahora que entiendo un poco me gusta escuchar hablar en alemán. De repente un chaboncito dijo una larga tirada en un alemán incomprensible para mí, pero por la traducción me enteré de que hablaba de política argentina: Balbín, los radicales, Perón, Menem, la dictadura militar, los temas de siempre desde el punto de vista cínico de un post moderno demodée. La acción siguió con cambios de vestuario, disfraces de oso, narices de payaso, pelucas, patinazos, empellones, piezas de utilería tiradas por el piso y un tipo que sacaba botellas vacías de agua mineral de una bolsa de consorcio y se las tiraba por la cabeza a los que bailaban. Ahí guardé los anteojos, me puse el echarpe y la campera y me preparé para huir en el intervalo. Mi larga experiencia como espectadora me dice que cuando los actores empiezan a tirarse cosas por la cabeza o al público es porque se agotaron los recursos dramáticos y es hora de irse a morfar a un bonito restaurante con un rico vino. Es lo que hice. Antes encontré en el hall a unos conocidos que se reían divertidísimos. Les pregunté qué les causaba tanta gracia y me contestaron que la obra era un delirio. Es verdad: las narices de payaso y los gritos destemplados sobresalen y brillan como un delirio en la planicie de algunas vidas. Si no fuera así, los programas domingueros de la tele tendrían rating cero.
En casa leí que la directora no era alemana sino argentina y que parte del texto, justamente el que parecía un programa de tele, era de Enrique Pinti.

-Ah, bueno, ahora entiendo todo: estuve viendo televisión argentina sin saberlo -me dije antes de clavarme un whisky puro con mucho hielo
.

Después, mientras trataba de dormir, las imágenes de Big in Bombay se me mezclaban con escenas idénticas vistas de reojo en tediosos televisores de restaurantes y salas de espera: Tinelli, Ernestina Pais, Jorge Guinzburg bailoteando, insultándose, cacheteándose y riéndose de cosas que sólo ellos comprenden.
Todas nuestras grandes figuras del humor contemporáneo merecerían formar parte del elenco para intercambiar tortazos domingueros con los alemanes de gira por el mundo.

Me dormí como a las 3 de la mañana leyendo wasabi con mi pantallita de leer nocturna especial para no despertar a los que -con el alma tranquila- duermen sin molestar a nadie.

sábado, septiembre 22, 2007

Carta de una madre


Guachitos tiernos,


inventé un tiramisú alcohólico y descubrí una torta de chocolate que son una masa total.
La receta de la torta la saqué de un librito de Dolli Irigoyen y el tiramisú fue un arranque de beodez que me asaltó a solas una noche. Los dos salieron descacharrantes.
Hice la torta de Dolli para el cumple de B.1 y quedó genial. Le puse unas estrellitas y esferas bamboleantes y velitas plateadas largas y lo festejamos lindísimo, con mucho champán después de una paella alucinante, arenque con crema y frutas secas que preparó mi más vieja (antigua) amiga, MEB.

Sólo quería avisarles que pronto vienen las dos recetas para que vayan preparando el horno y los colmillos.
Ayer me regalaron unas flores del mal terribles: una pitada te manda al otro lado de la frontera. Esta noche, antes de ver Big en Bombay, le pego dos y después les cuento.

viernes, septiembre 21, 2007

Las flores


Me gustan mucho las flores. Son como animalitos fijos que miran y no dicen nada.

Siempre me imagino que llega un extraterrestre y se topa con una flor. Qué pensaría? No es rarísimo que en la punta de algunas plantas aparezcan esos objetos de diseño alucinante? Esas formas tan alusivas a genitales internos y externos, masculinos y femeninos, no deberían extrañarnos cada vez que las vemos? Y las que además tienen un olor increíble? A mí algunas flores me hipnotizan. Me revolcaría en las amapolas como un chancho, me comería los narcisos, me iría a dormir con ramos y ramos de fresias. Otras me dan risa, como las yerberas, que parecen dibujadas por un chico. Pero creo que lo que más me gusta es los procesos que hacen, cómo aparecen como un botoncito, se agrandan, se abren, despliegan esa cantidad de cosas de colores, sacan afuera pistilos y estambres cargados de semen de colores, se agitan llamando a las abejas, a los colibríes y después, poco a poco se marchitan, se entristecen y se repliegan. Yo miro a mis flores todos los días (cuando no hace un frío espantoso) y las veo hacer su vida silenciosa y ordenada, ser tan bellas, tan bellas como Nicole Neuman y después transformarse en Teté Coustarot, después en Mirta Legrand, después en Tita Merello, después en la Madre Teresa de Calcuta y finalmente un día las encuentro en el piso hechas un cadavercito irreconocible.
Ayer me regalaron una planta de orquídeas selvática, misteriosa. El chico que me la regaló me preguntó si sé por qué las orquídeas se llaman orquídeas. Le dije que sí y se quedó patitieso: él lo sabe porque sabe mucho de plantas, pero yo lo sé porque soy dotora.
Para información de los legos:

una orquídea tiene la misma raíz (etimológica, no botánica) que un güevo de hombre. En griego o en uno de esos idiomas de antes, testículo no se decía testículo sino orquis o algo parecido. Por eso la inflamación de los testículos se llama orquitis. Y la orquídea tiene unas formaciones globulosas que mirándolas con un poco de imaginación parecen testiculitos de niño.
Todas las flores son en menor o mayor medida labios, vulvas, glandes, conchitas, ovarios, prepucios y clítoris de todas las razas y de todas las edades.
Tomen esta interesante clase de filogenética como mi homenaje científico al inicio de la primavera.

jueves, septiembre 20, 2007

Knock out


Tengo que decirlo: la Santísima Trinidad que me mandó los überraschungen tulipanes colorados no eran tres hombres sino tres chicas.
Aquella noche los tipitos habían estado correctos con sus bombones y su vino, pero estas tikis superaron cualquier cálculo. Fue un golpe bajo rematado con un jab* de izquierda demoledor. Qué estilo!
Les pido disculpas públicamente, santas trinidades de mi corazón.

* no sé si se escribe jab o jap o cómo. Hay que preguntarle a Príncipi.

miércoles, septiembre 19, 2007

Oferta cultural


Odio cuando la gente dice que Buenos Aires tiene una gran oferta cultural. Y al mismo tiempo reconozco que no debe haber en todo el mundo una ciudad donde haya tantas cosas para hacer todos los días todo el tiempo. Lo que odio es que lo digan así.

La semana pasada fui a ver Chamamé, una peli del festival de cine alemán. Lo único que tenía de alemán era la directora y la productora, dos alemanillas muy simpáticas que antes de la proyección hablaron completamente arrobadas del espírrritu chamamecerrro. Lo demás, un simple documental sobre el Chango Spaciuk, Monchito Merlo y otros chamamecistas. Y paisajes bonitos de Corrientes. Había que ser muuuuuy alemán para entusiasmarse.
Al final los protagonistas pasaron al frente para saludar con las alemancitas pero ahí yo me fui. Me puso nerviosa descubrir que mi pelo es igual al del Chango Espasiuk.

Hoy fui a ver Monstruos y Prodigios, una obra mexicana del festival de tiatro. Era una garcha tan fenomenal que me fui quince minutos antes de que terminara. Era berreta, aburrida y pretenciosa. Antes de entrar, como tenía diez minutos, crucé a Losada a ver qué tenían de lindo. Encontré Wasabi, el libro de Alan Pauls que todavía no leí. Lo estaba llevando a la caja cuando se me acercó un vendedor viejo y me preguntó:

- Le digo el precio?
- Bueno, -contesté porque me dió vergüenza decir que lo iba a comprar igual, como una nueva rica que ni pregunta cuánto cuestan las cosas.

Tecleó en la compu y dijo:
- Ta en precio este producto!. Hace bien; hay que aprovechar porque algunos tan muy caros!

Mientras lo llevaba a la caja, sin mirarlo, agitaba el libro y decía:
- Éste seguro que es nacional, no? Hace bien: ta muy en precio, ta muy en precio, hay que aprovechar...

martes, septiembre 18, 2007

Insocnio con cuellito


Cuando mi chico no está no puedo dormir. En realidad no tengo insocnio, sino que no sé cuándo hay que acostarse, cerrar los ojos y despedirse hasta mañana. Él me dice cuándo es hora de acostarse y de levantarse. Y yo no me resisto: hago lo que me dice porque él sabe qué hay que hacer. Sin él, me quedo despierta hasta las 5 de la mañana, me duermo a las 6, me despierto medio zombie a las 7 and so on, so on, so on hasta que él vuelve. Tampoco sé cuándo hay que comer cuando no está. Mientras él vuela hacia acá yo merodeo por la cocina, como un poco de cantimpalo con pan de avena y vino tinto, cuchareo la raspa de arroz con leche, leo, escribo, estudio, ordeno, me lavo los dientes, vuelvo a comer cantimpalo, todo anárquicamente y sin ton ni son. De repente me doy cuenta de que tengo frío. Todas estas noches me congelé en la cama. No me doy cuenta cuando me acuesto y después durante la noche me petrifico de frío pero a menos de 10 grados mi lóbulo frontal no tiene la fuerza necesaria para hacerme levantar y poner una frazada. Tiemblo toda la noche y duermo superficialmente, como sobre una película de hielo en un lago de Connecticut. Hoy me doy cuenta de que tengo frío porque estoy despierta. Me pongo mi bufandita de perro colorado. Hago un té verde con arroz tostado. Me caliento las manos con él y lo tomo despacio. El frío me hace sentir pobre, solitaria y en peligro. Por eso me gusta que haya muchos grados, que nos caguemos de calor, que sudemos y nos derritamos como quesos mantecosos. Nos ponemos feos como Hugo Moyano pero por lo menos estamos acompañados.

lunes, septiembre 17, 2007

Golpe bajo



Buenos Aires en primavera es San Petersburgo en invierno. Vuelvo de la clase de dibujo a las 10 de la noche empapada y congelada. También estoy un poco triste.
Lo primero que veo es un extraordinario ramo exótico de tulipanes colorados envueltos en un papel gordo del mismo color. Esa visión siempre es emocionante para una chica. Enseguida la asaltan imaginaciones de enamorados secretos, de ex novios que vuelven, de declaraciones de amor inesperadas. A mí no se me ocurre nada de eso: sé que un ramo de flores sólo puede significar un paciente agradecido (o mi amiga SF, la única capaz de llenarte de ese amor tan erótico a la distancia). Demoro un rato el momento de leer la tarjeta. Me saco el tapado, me saco las botas, extraigo de la cartera los papeles de dibujo, rizados en los bordes por la humedad. Finalmente leo la tarjeta: la firma la Santísima Trinidad. Son tres de los hombres lectores de este block que estuvieron en casa el jueves a la noche.

- Zubereitung!, Zubereitung! -murmuro. Y después en voz más baja: -Überraschung!, Überraschung!

Son palabras que digo sin querer cuando algo me emociona mucho o cuando estoy con la guardia baja. La primera quiere decir algo como preparación, y la segunda -de eso estoy segura- quiere decir sorpresa. A veces me despierto y digo - Überraschung! Überraschung! varias veces, hasta que recupero la casi totalidad de mi conciencia, cosa que por lo general me lleva una hora completa.

Estos tres muchachos bloggeros son unos caballeretes, ya lo dije en algún lugar, pero con esto definitivamente me mataron. Dios mío, qué bien los educó su mamá.

lunes, septiembre 10, 2007

Lo que quiero decir es que comprendo a las viejas como yo que se apendejan porque entiendo cómo es que se puede llegar a eso. Pero también quiero decir que es mejor tener cierto sentido del ridículo y bastante resignación para no dejarse llevar por esos impulsos, porque del ridículo se vuelve con mucha dificultad. Me entregué con lo del aro en la punta de la oreja y no me arrepiento. Me encanta tener el dadito y atornillarme otras cosas y discutir con los empleados de Tatoo Face si me conviene más una calavera o una bolita de acero, pero freno (con un gran esfuerzo) cuando quieren avanzar con los tatuajes.
La verdad es que si yo fuera pendeja como ustedes estaría toda tatuada y perforada y andaría en bolas. Nací con 40 años de adelanto, cuando no se podían mostrar las tetas (y lo magníficas que eran las mías) y cuando las embarazadas no podían mostrar la panza (con lo orgullosa que estuve de las mías). Me las arreglé para hacer cosas sucedáneas, pero ahora veo a las chicas tan divinas y tan desfachatadas y las adoro, veo a mis hijas libres y sinceras, que pueden hablar y hacer todo sin vergüenza y sin culpa y me gusta haberlas criado así. Pero también siento nostalgia por mis años perdidos en el disimulo y la sumisión a los mandatos más hipócritas. Qué pasó con esa chica inteligente, zafada y hermosa que fui?.
Todos ustedes me gustan porque se parecen a como yo hubiera podido ser. Reírme de las viejas de mi edad que no registran el paso del tiempo y no se resignan a lo que ya no es posible, es mi forma de reaccionar ante lo irreversible. Hay otras formas, pero a mí me sale esta y no me parece para nada mal.
Yo soy la Madre de todas las Viejas Apendejadas. Si me río de ellas es porque me río de mí. Tengo la autoconciencia necesaria para frenar antes de la cama solar, el perrito mimoso y el tatuaje de letra china. Pero me encantan las carteras de plástico Hallo Kitty y las hebillas de nena y me atraen secretamente los libros de autoayuda que me dicen que si nadie me quisiera, igual podría ser muy feliz.
Igual, vivo discutiendo conmigo misma porque me paro en las vidrieras de las casas de tatuajes y me pregunto un largo rato si debo o no debo. A veces entro y hojeo los libros que te dan para elegir diseños y varias veces me agarraron los pendejos agujereados que atienden y me propusieron tatuarme cosas en partes de mi cuerpo que ya están más para el arpa que para la guitarra. Dudé, no voy a decir que no. Me imaginé una libélula en un hombro, una iguana en la pierna, una palabra alemana escrita en letras góticas, pero pude pensar en el futuro y ví el momento en que el hombro tatuado se me derrumbara víctima del deterioro, me ví haciendo kinesioterapia para recuperar la pierna tatuada presa de la artrosis y retrocedí a tiempo. Ahora estoy pensando en tatuarme algo más acorde a mi edad: un bastoncito o un par de pantuflitas, por ejemplo.
A lo que no pude resistirme es a hacerme agujeros supernumerarios en una oreja (la izquierda). Eso lo hice por un impulso. Un día fui corriendo como un lemming a Tatoo Face y pedí que me pusieran un arito chico en la parte de arriba, donde hay cartílago y duele como la san puta durante un año, y hace poco pedí que me pusieran uno más grueso para poder enroscarle cosas más vistosas. Ahora tengo un dadito que se asoma de la oreja. Veo que a veces los pacientes me lo miran extrañados pero no dicen nada.
Lo que ya anuncié es que cuando sea más vieja, bien vieja, me voy a teñir el pelo de rojo Renata Schussheim o de verde esmeralda. Eso lo voy a hacer y no me va a importar que se rían de mí porque a esa edad seguramente ya no me va a importar nada y eso menos que menos.

domingo, septiembre 09, 2007

Birdwatching 10. La vieja apendejada



Con la primavera florece la vieja apendejada. En mi barrio hay muchísimas. Son las mismas que en invierno andan con tapados hasta el piso, botas y gorros tejidos que dejan ver sólo la cara y por eso te parecen viejas. Cuando empieza el calor van a tomar sol a la plaza todos los mediodías y cuando adquieren un color azapallado se dan un saque de tintura dorada para tapar las canas, abren el baúl, sacan la minifalda de jean y las jauaianas y salen con el perro, una carterita de Hallo Kitty, mucha bijouterie y un top con lentejuelas. A la vieja apendejada le gusta sentarse en las mesas de afuera de los bares. Ahí puede fumar y puede ver y ser vista por la gente que pasa. A veces escribe en una agenda de Maitena; otras lee libros sobre ángeles o manuales de autoayuda que en síntesis le aseguran que es posible ser muy feliz siendo vieja y fea y no teniendo nadie que la quiera. En un ataque de juventud extrema, casi toda vieja apendejada se hizo un tatuaje en el hombro o en el tobillo. Si no es una mariposa es una letra china. Nunca le preguntes qué significa: te va a decir que la mariposa es su animal preferido porque como ella, no puede vivir sin libertad. Del ideograma chino te va a decir algo peor: que quiere decir pasión o sensualidad. Si no me creés, hacé la prueba, pero después no te quejes.

martes, septiembre 04, 2007

Burros y la Generación Bit

No es que Burros me parezca un salame, pero me sorprende la diferencia que hay entre la imagen que yo tenía de él y sus amigotes cuando era joven y la que tengo ahora.
En aquella época nuestra admiración estaba tironeada entre ellos, la Generación Bit, y los franceses de la post guerra. Uno no sabía qué le gustaba más, si los jeans hechos percha de los norteamericanos, el pelo sucio de los ingleses o los sweaters (y los cigarrillos) negros de los franceses. Mirabas de un lado para otro como en un partido de ping pong y no podías decidirte. De todos modos era más lento que un partido de ping pong porque no había televisión, entonces te enterabas por las revistas, los libros, los discos o la gente que viajaba. Mi prima era más grande que yo y le atraía el surrealismo: iba a la Alianza Francesa llevando un cepillo de dientes atado con un piolín y le hablaba como a un perro. Tenía un amigo que era comisario de abordo y nos traía jeans Wrangler y chicles Bazooka. Imaginate: dos cosas que casi nadie tenía. Los jeans venían duros como de cartón corrugado y había que ablandarlos y amoldarlos. Cómo? Nos los poníamos acostados para que nos entraran bien y caminábamos con las patas rígidas hasta la terraza, donde nos mojábamos con la manguera y dejábamos que se secaran así, sobre el cuerpo, que era el molde. Después había que cancherearlos frotándose contra el cemento para blanquearlos en las costuras, en los bolsillos y en el culo. No sé cómo fue que vimos Un tranvía llamado Deseo, donde Marlo Blando tenía el jean decolorado justo para resaltar el tobul y los cuádriceps y (y lo bien que le resaltaban). Eso era lo más. Fumar mucho, cara de indiferencia y jeans gastados. Si había moto para ir rápido y matarse, mejor todavía. Después estaban las músicas. A mí me gustaba Nat Cole, pero parece que era algo inferior. A mis primos les gustaba Louis Armstrong y un trompetista que se llamaba Clifford Brown y que después se mató en un accidente de auto. A falta de moto, eso también era aceptable. Mi prima leía cosas de los ingleses en inglés y de los franceses en francés y me las traducía. Poemas de Eluard, de Williams Carlos Williams y de Leonard Cohen es lo único que me acuerdo. Hace poco, cuando Cohen empezó a cantar me sorprendí tanto! Me pareció que la voz correspondía exactamente a los poemas. También me leía uno que decía " lean out of the window, golden hair, I hear you singing a marry air". Eso me lo cantaba a mí porque era rubia. Yo creía que era una de esas canciones de calesita, pero de muy grande ví que era de Joyce. Y después estaban los otros, los amigos de Burros: Ginsberg, Kerouac y otros que no me acuerdo. Qué geniales nos parecían! Geniales y un poco amenazantes. Eran todos hombres, estaban siempre medio en pedo, usaban camisas escocesas y sweaters como de Johnny Tedesco y hablaban de cosas que no entendíamos. Recién ahora entiendo que hablaban de drogas y de garche. Debe ser por eso que ahora parecen tan ñoños cuando uno lee sus reflexiones sobre el opio, el alcohol y cojerse chongos. Me da mucha nostalgia la impresión que entonces me daban sus fotos y sus diálogos. Sin embargo no era para tanto. Esas drogas no eran ilegales en esa época: investigarlas y tomarlas era algo de excéntricos, de chicos bien que estaban enojados con la familia. Como decía Luca, de chicos que después se iban a su casa y encontraban la heladera llena. El segundo ingrediente fuerte era el garche, pero entonces todos garchaban igual que ahora aunque no se preocupaban por hacerlo saber. Sólo Burros relataba obsesivamente sus experiencias tristes con chonguitos pobres all around Sud América. Qué cosa! Pensar que el mundo cambió tanto que ahora a nadie le importa un ácido más o un culo menos.

lunes, septiembre 03, 2007

Bu Bu Bu Burros


Algo me está pasando con Burroughs. Empezó con Cartas de la Ayahuasca, el libro que perdí una noche cuando recién lo había empezado. A México me llevé Queer sin saber que en gran parte transcurría en México. Era muy lindo leer las observaciones cínicas y podridas de B. sobre lugares y personas que eran los mismos 40 años después. En algunos momentos era como estar haciendo el viaje con él. No sé por qué, a la vuelta me puse a leer Conversaciones con un Genio Moderno (son diálogos de B. con Ginsberg y otras personas, algunas muy aburridas, como Susan Sontag). En cuanto lo terminé empecé a leer Loca Sabiduría, de Campbell, donde también aparece B. todo el tiempo. Ayer al fin leí las Cartas de la Ayahuasca, la versión preciosa que La Cronista Sentimental cazó aquella noche de lluvia en Manhattan para traérmela. La experiencia de B. con la ayahuasca es muy frustrante: no le pasa nada, aparte de vomitar como un perro. Para mí, en cambio, fue la experiencia más fuerte y más impresionante que tuve con drogas. La planta me habló, me habló mucho, me habló dentro de la cabeza, me enseñó cosas reales, cosas que son para siempre, y al final me dictó una receta. Como una autómata, compré todo lo necesario y la hice. Era un pescado con papas y cebollas pero la preparación era atípica. Nunca se me hubiera ocurrido cocinarlo así. Cuando la puse en la mesa, O., que es del Amazonas peruano, miró la fuente y dijo "Pues mire! Así mismo lo preparamos en la selva!" La planta me enseñó cosas mucho más trascendentes pero la receta de la selva fue como una señal, como un password para decirme que había estado realmente allí, en la selva, que es a donde ella te lleva.