viernes, marzo 20, 2009

Photoshopéenle el celebro a Susana Giménez!


Desde que aparece en la tapa de casi todos los medios pidiendo guillotina ya, es dos personas diferentes a la vez. Antes la veías solo en revistas de modas con un cuerpo de 65 kilos y la cara como recién planchada. Ahora, en el mismo kiosco la ves en la revista de al lado bajo la configuración de una gorgona sudada de 100 kilos, con labios como dos bolsas de agua caliente y unos maxilares como los de López Murphy. Es que en las revistas de interés general no hay photoshop? Son tan hijos de puta que te fotografían asi sacada y te publican sin mejorarte ni un pelín? Es que no respetan nada? Ni la manifestación de 800.000 personas contra la inseguridá que se hizo espontáneamente después de sus palabras? Qué están buscando? Que abandone el reclamo social y se dedique a una causa egoísta como la defensa de las ballenas?  



sábado, marzo 14, 2009

La Recolecta, ejemplo de coraje cívico


Lo otro importante que me distrajo es que mi barrio se transformó en un polvorín de revueltas sociales. Seguro que prejuiciosamente ustedes lo tenían como un lugar donde viven burgueses prósperos que no se calientan por nada que no sea sus intereses. Pues vayan cambiando de idea: ahora podría decirse que La Recolecta es la conciencia social en acción y la vanguardia de la lucha por los derechos de los ciudadanos. Y no crean que esto empezó ahora. Hace ya nueve o diez años que aparecieron los primeros cartelitos pegados en las vidrieras de algunos bares citando a reunirse en la comisaría 17 para discutir los temas que le preocupan a la gente. No hace falta que te haga una lista: La Droga, Libertad o Libertinaje?, Cómo Educar a los Hijos en un Mundo sin Valores, La Inseguridad. (Si, porque lo de la inseguridad no es algo nuevo: hace mucho que mis vecinos detectaron ese flagelo y pusieron manos a la obra, ya que los pelandrunes de los políticos no hacen nada por remediarlo). 
Cuando Macri ganó las elecciones se produjo una especie de suspiro gigante que hizo temblar todos los vidrios de Pueyrredón entre Libertador y Santa Fe. En esos días triunfales mis vecinos charlaban animadamente en corrillos, saludaban con una sonrisa y te abrían la puerta del ascensor. Pero enseguida llegó la primera factura PRO de ABL y se acabó la alegría. Imaginate: después de pagar $20 por un departamento de 150 m2 durante 50 años, algunos propietarios pasaron a pagar $100. Un disparate. Después hubo unos meses de relativo silencio. Era la calma antes de la tormenta, el presagio de una nueva revuelta que finalmente estalló hace un año. Ahi se puso bueno otra vez. Los nombres de las calles volvieron a tener un sentido: los caceroleos en apoyo de las empresas agropecuarias hicieron que French, Beruti, Larrea y Azcuénaga se levantaran de su tumba y volvieran a la vida durante unos días. Hubo escenas de confusión ante las góndolas vacías: señoras enardecidas protestaban primero contra el gobierno pero se alejaban con un murmullo desvanecido en cuanto recordaban que no era el gobierno quien estaba bloqueando las rutas y derramando leche en las banquinas. A pesar de las consignas autocontradictorias que se oían por la calle en esos días era excitante salir a campear un churrasco entre un ondear de boinas con abrojos y bombachas de Aux Charpentiers. Hasta a las alpargatas de carpincho y las guardas pampa de Cardón se les perdonó por un tiempo su falsedad de advenedizas. El restaurante La Quebrada vendió humita y carbonada a cagarse y La Morada y La Estancia se cansaron de repulgar y deliverear empanadas día y noche, porque asi como después de la bomba de la AMIA durante una semana  todos fuimos judíos, durante esos días en mi barrio todos éramos del campo. De ese gran movimiento contestatario que llenaba las calles cada vez que las cadenas de mails convocaban al cacerolazo fue quedando el sonido patético de una ollita solitaria (la de mi vecina de abajo, la psicóloga que pasea a su perro cojo en un cochecito de bebe) hasta que también eso se fue extinguiendo como las velas de Bumberg. Lo que nos salvó del aburguesamiento fue la aparición de El Violador de Recolecta. Eso seguro que lo vieron en la tele. Durante algunas semanas el espíritu de solidaridad vecinal se fortaleció como nunca. Los porteros vigilaban con miradas oblicuas, los maridos acompañaban a las mujeres hasta los taxis, las puertas se cerraban con doble vuelta de llave, se cambiaron cerraduras y se instalaron alarmas en los ascensores, se vendieron silbatos y aerosoles de pimienta y todo ser humano menor de 60 años con caracteres secundarios masculinos era mirado con suspicacia. En esos días olvidate de que una mina subiera al ascensor con un desconocido. Patrullas de espontáneos asesorados por los expertos de la 17 fotocopiaron el identikit del sospechoso y lo pegaron en las puertas de calle. Encima de la cara, que era idéntica a cualquier otra cara de hombre joven morocho asustado, había este texto: ESTE ES EL VIOLADOR DE RECOLETA. Abajo decía MUCHAS GRACIAS. 
Finalmente también ese motivo de unión se diluyó: la policía atrapó al violador (que no se parecía en nada al identikit), no se habló más del tema y desaparecieron los cartelitos. La ingratitud de la clase media no tiene límites.
Pasaron cinco o seis semanas de insoportable calma hasta que la mecha revolucionaria de La Recolecta volvió a prenderse por un buen motivo: los parquímetros de Pueyrredón. Los vecinos se juntaban en una esquina y gritaban por un megáfono 

-Parquímetros no! 
-Parquímetros no!

Después caminaban una cuadra llevando un cartel que decía PARQUIMETROS NO. Si alguien les preguntaba explicaban que hay pocos estacionamientos en la zona y resulta muy caro estacionar donde hay parquímetros. Después de un mes de protestas el gobierno de la ciudad los retiró sin decir agua va. Y ustedes creen que ahí se acabaron los reclamos? Pues no. Sería muy fácil dormirse en los laureles y caer en la inacción, que es el peor de los pecados cívicos.  El cambio de mano de Pueyrredón fue la chispa que puso en marcha un nuevo Recoletazo, para que los gobernantes sepan que con el pueblo no se jode. Esta vez las marchas duraron poco porque Macri no dio mucho preaviso. Un cartel decía NO A LA DOBLE MANO! y otro CON LOS CHICOS NO!  Alguien se desgañitaba traduciendo la consigna por el megáfono: 

-Nuestros hijos corren peligro! 
-La doble mano trae polución!  
-Los edificios no están diseñados para la doble mano!
-Las medianeras se van a rajar! 

Los móviles de la tele obturaban las esquinas y la protesta, que sumaba unas quince personas, aparecía en todos los canales. Oí a una señora que arengaba frente a un micrófono: 

-Queremos vivir en paz! La doble de mano de Pueyrredón es una agresión que no vamos a tolerar! Que Macri de la cara!
 
El día del cambio, el grupo de militantes paró a un colectivo 95 que estrenaba la doble mano. Se bajaron dos morochos gritando "Tamo yendo a laburar, oligarcas!" y los oligarcas les contestaron desde abajo "Nosotros también estamos trabajando por la salud de nuestros hijos!" Hubo unos forcejeos,  el colectivero se bajó con un garrote, los revoltosos recularon, las cámaras de la TV grabaron y el colectivo volvió a arrancar. Colgados uno de cada puerta los dos gronchos iban cantando "Y Macri los cagó! Y Macri los cagó!"
Los vecinos tenían razón: el cambio de mano ya provocó algunas bajas. Una anciana tres años mayor que yo se distrajo y se metió debajo de un colectivo y al día siguiente chocaron un auto y una moto (el conductor del auto no se había enterado del cambio de dirección). Hasta hoy no se vieron rajaduras en los edificios y tampoco un aumento visible del smog. Lo de las poluciones puede ser, pero mientras se sigan produciendo en la intimidad del hogar no nos vamos a enterar. Por ahora lo único cierto y comprobable es lo que cantaban los morochos del 95.

miércoles, marzo 11, 2009

También me pasa esto

Es difícil explicarlo. Tal vez haya una sola manera. 
A. me lo dijo en el hospital cuando L. tenía 30 horas de nacido: 

-Mamá, ahora entiendo todo. 

martes, marzo 10, 2009

Esto es lo que me pasa




Tres mañanas a la semana salgo a pasear con L., el lechón que me hizo abuela.
Cuando llueve, la gente sensata (primero el padre y la madre semidormidos y a los tumbos después de tres meses y medio durmiendo salteado) me sugiere que nos quedemos en su casa viendo dibujitos. Yo digo si, claro, con esta lluvia, pero enseguida forro el carricoche con su cáscara de nailon, le cambio el pañal al tipito y antes de ponerle el limpio le soplo un poco las bolas, que le encanta, y le digo que vamos a salir a mojarnos un rato. Se ríe con audio, con verdaderas carcajadas de gordo sindicalista abriendo sin control su bocaza desdentada una y otra vez y se despereza retrociéndose primero hacia un lado y después hacia el otro con la cara de placer más extraordinaria desde que la humanidad aprendió a pasarla bien. Se repantiga, se deja besar las plantitas y las palmitas y me mira con amor con sus ojos azul oscuro-grises (un color in cre í ble, que vi antes en cuadros, cielos y sedas pero nunca en ojos). Salimos y miramos los árboles y los pajaritos que saltan en la vereda y la lluvia nos salpica la cara. Eso nos encanta. Paramos, hablamos un rato y seguimos caminando. A veces vamos a un café, yo me morfo una medialuna con un cortado y él se concentra en su última investigación: el movimiento de dedos, el intento de apresar objetos con el puño cerrado, la succión de la mano completa con hurgueteo del índice en la campanilla y las arcadas correspondientes. Eso nos lleva casi una hora.
Asi vamos llegando a casa, donde primero miramos el Nietódromo, que es el ex cuarto de V. devenido en cuarto de bebes. Hay una practicuna, un cochecito canchero, juguetes viejos, juguetes antiguos y una biblioteca de libros heredados de padres y tíos. Muchos han sido babeados y mordidos, otros han sido depredados con uñas y dedos, deshojados y dibujados con marcador, pero siguen siendo los libros queridos de cuando los chicos eran chicos. Durante la mudanza hubo varios episodios de regresión que aunque no llegaron al descontrol de esfínteres le pasaron cerca. A. y V., por turno y por separado,  se sentaron a mirar sus libros y sus álgunes de fichus. Hay uno de Halou Kitty, otro de fichus peludas y otros de barbis. Tocaban las fichus y decían "ay, cómo me acuerdo de esta" y "Esta me la dió Agustina" y "esta me ponía muy triste, no se por qué"  y  "me acuerdo cuando conseguí esta, que era difícil". Mirando un libro, V. murmuró como soñando: "no sabés cómo me angustiaba este cuento. Veía esta viejita y pensaba que era la Bobe que caminaba por la nieve, y me ponía muy triste. No entendía nada".
Crecer, irse de la casa, vivir solos, tener hijos, todo lo que les estuvo pasando últimamente a los cinco nos hizo de rebote un gran efecto también. Anoche me desperté a las tres con una fuerte conciencia de que estoy viviendo algunas cosas por última vez. Puede ser por eso pero también puede ser porque antes de dormirme leí en un diario que una anciana fue atropellada por un colectivo y cuando quise saber qué edad tenía (pensando que era una viejita como mi amá) vi que en realidad tenía cuatro años más que yo. Eso me lleva marginalmente a otro tema que me tuvo muy ocupada durante las últimas semanas, fuera de las mudanzas internas y externas, de los partos inminentes y de la confección de sabanitas y de frazaditas de interlock. 
Pero es tema del próximo post.


El nido vacío

Imagen de la pre mudanza de La Hormiga Atómica.