sábado, diciembre 30, 2006

Enorme Argentina en


Elevaron transportistas del salario,
iba a romper la bola en este stand
todo lo largo.

De este martes, una,
y en lo más alto de su bienvenida.
Todo lo largo de este martes
y lo mejor del aliento en este instante,
todo lo largo de sus hilos.

Del viento, correr es norte
y como echaba haciéndole saltar blancas Antillas
para un largo salto
con sus plumas blancas.

En un instante, sólo un instante plumado y silbante
dividido pasar de mi incidencia.

Lo que se acaba es el año, no el mundo



Todos llegamos juntos al final de la curva descendente y nos caemos de la esfera resbalosa que es el año viejo.

En el Titanic, vendría a ser cuando el paquebote se clava de popa y todos caen como peras maduras, la gorda Winslet y el grasa de Di Caprio all inclusive.

El jueves a la noche estuve en Palermo Hollywood, SOHO o Tribeca, como se llame ahora. Es una especie de kermesse chapoteando en un océano de sudor y cerveza. Pasaban pies horrendos atrapados en sandalias, piernas atroces asomando debajo de bermudas y semipantalones, axilas chorreantes, maquillajes corridos y narices lustrosas. Había mucho ruido, muchos maxilares trabados y miradas anhelantes.

Fui con mis tres amigas del Goethe a festejar, como todo el mundo, que el año se está por terminar. Nos preguntábamos por qué será que todos se apuran a verse “antes de que termine el año” y no encontramos ninguna respuesta. Fuimos a un lugar llamado Acabar, donde se come y se juega a juegos. Está decorado en una onda kitsch y hay una impresionante cantidad de decibeles rebotando en las paredes.

AA nos regaló una barrita de caramelos La Yapa a cada una y G. nos regaló dos CDs grabados por ella con una selección de temas a medida para cada una. Yo les había llevado Crazy Dips, que me encantan.

Comimos bastante rico y al final el mozo nos sugirió que pidiéramos el postre Placer de Acabar, que era una torta de chocolate y dulce de leche muy buena. Nos pusimos a jugar al Pictionary con el postre en el medio del tablero y cuatro cucharas. AS hacía equipo con G. y AA conmigo. Mi habilidad con el dibujo es magistral y el cerebro de AA es una especie de regador giratorio que dispara ideas descabelladas a una velocidad alucinante. Las del equipo contrario, en cambio, son gente seria. La arquitecta hacía cada dibujo con perspectivas y cálculo de materiales y la estudiante de Letras enhebraba ideas lógicas, jamás una pavada. Resultado predecible: A y yo les reganamos por muy, pero por muy lejos.

En eso estábamos cuando llegó Juan Diego Incardona con su caja de objetos maravillosos. Recorría las mesas y a las chicas se les iban iluminando los ojos, un poco por el brillo de sus anillos y otro poco por ver un chico tan lindo y tan gracioso. Su discurso seductor y disparatado hacía que todas se rieran y desviaran pudorosamente la mirada hacia el interior de la caja de tesoros.

A mí me gustó uno divino, un corazón con pajarito y piedras rosas. Quise comprarlo pero no me dejó: fue su regalo de Navidad. Lo adoro.

Después nos fuimos cada una a su casa, todas menos AA, para quien la noche estaba en pañales.

Me gustó volver al fresquito, al balcón, a mis libros y a mi compu. Me encantó salir pero fue suficiente por este año.

Ahora estoy preparando las cosas ricas para la cena de fin de año. Vamos a ser pocos esta vez, asi que voy a poner la mesa en el balcón con mis farolitos de colores. Mañana voy a hacer vithel tonné, que me gusta muchísimo y nunca supe hacer. También va a haber salmón ahumado y ensaladas, nada más.

Compré cinco kilos de cerezas que vienen en una caja. Son impresionantemente duras, dulces y oscuras. Voy a hacer algunas en conserva con alcohol.

Y no pienso salir de casa hasta el año que viene. Odio trasladarme a lugares ruidosos y calurosos a rempujarme con otra gente.

Una de las cosas buenas de esta edad avanzada es que uno ya sabe claramente qué no quiere hacer y además sabe decir no sin hacerse problemas por la reacción de los otros.

viernes, diciembre 29, 2006

A que no conocen a este poeta maravilloso?



Se volverán ganglios,
se han girado alrededor del Barcelona
en los desleales, en un índice moderno,
en un índice moderno, ahora sí.

Diez de pasivos casi no nos devuelve
un nivel de la declaración,
Jesús es el segundo. Yéndose sufre.

Ahora, si tal registra lo que estoy diciendo
con el micrófono conectado en el Port que corresponde,
se acabaron los cadáveres exquisitos.

Me concluye mantenerse
y citó dos de hombre.

Entender es, y si por ello le entrego, registra que aprueben,
pero ahora es otra cosa,
es bastante aproximado.

Bosques es hacer un dictado
para tener la nota de una cosa
que interesa guardar
y que no tiene tiempo de escribir.

Me parece que es bastante útil lo que parece
si lo obtuvo con cruda, con buda,
o con dos lotes.
Sólo las que estoy hablando
no es entender.

Es tanta educación lo que crecieron quemando
los mejores colegios,
y no entiende una guerra.

A morir lesiones me permitió un injusto haber.
Ahora como injusto
dirige, ahora no dirige y gira.
Dirigen
Harris y cómodos módicos
en los que tiene de común un nicho revelador
y económico de cómo ir a perdedora alcanzada.

Hasta el estudiante de aves registra el rincón
y devaluó el rincón del valgo,
un vago el rincón del valgo
para sacarle la fórmula del explosivo de Internet.

Es divertida para ver el whisky de Onetti.
Pero sigue si quieres, sirven la inminencia que es móvil,
que ha sido mol y era visible.
El criterio, el whisky dio en el criterio
si se tienen condiciones.

Debe tener un diccionario, sino no entendería
por qué pone el whisky de Onetti
y alentó la mayúscula en junio.

Bueno, Miguel Gaona, en realidad
con hundir la orden en enero drástico
y confundir,
ningún club devolvió nunca el tercio
de lo que iba aprendiendo.

No digan que confundir el lanzamiento difícil
del detenido es el del orden.

De registrar sin siquiera micrófonos.

Impresionante camarada venido por el camino común
que tiene muchedumbre.
N
o es otra que usar el área eminente,
agradecer la deuda con el reloj,
la clínica.

Esto es, por favor, la codicia de un enorme auge.
En el oil de la recepción,
yendo a disfrutar el principio
y si se hiciera pública Danny
o yendo a arreciar en Tennessee,
en el que tiene este tratado,
donde narraron el por favor,
no ubica esa entidad aunque se apoderaron de fábulas
y dicen que como algo para avalar armas.

Nada pierde, lo habían aislado
y recordó dónde crecen.


Un amigo mío se distrajo y de repente se encontró casado con una patrona celosa, una propietaria que mete miedo, que controla sus pasos y le prohibe cosas.
Siempre me sorprende que esa trampa asfixiante, increíblemente antigua, siga funcionando entre los modernos.


La veterinaria de enfrente tiene el servicio en oferta hasta fin de año. Chicos y chicas interesados, a apurarse que el gatito se escapa.

lunes, diciembre 25, 2006

Lunes 25



Hoy a la mañana volvió el servicio de Arnet. Encontré 628 correos, de los cuales 626 eran spams y tarjetas de Navidad electrónicas. Encargué a Mail Washer que los triturara y contesté los dos que eran buenos. A.2 se quedó a dormir en su ex dormitorio que ahora es medio biblioteca, medio desván y medio corral de Alonso, y en estos días un caos total porque fue mi obrador para los preparativos de Navidad.

B.2 fue a dos fiestas con unos amigos y volvió a las 8 de la mañana; se acostó a dormir en su ex dormitorio, que ahora es biblioteca.

B.3. fue a una fiesta y volvió a dormir con su novio, L.

A las 8 bajé a despertar a A.2 y me gustaba saber que había un bicho canasto en cada cuevita.

Cerca del mediodía fueron emergiendo en distintos estados de confusión (ver el registro gráfico) y se dirigieron a la heladera en busca de los maravillosos quedos de ayer.

Por primera vez siento que son personas grandes. Las Nenas se portaron genial, hicieron todo bien y sin molestar, no lloraron en los rincones y no discutieron entre ellas. B.1 me llamó desde el campo y me dijo -Creo que esta vez extrañé menos. Debe ser porque soy más grande. En septiembre cumplió 34 años.

Esta mañana cuando me desperté le pregunté a M.4 –Cómo estás?

-Gordo, me contestó.

Domingo 24. La Nochebuena propiamente bicha



A la mañana voy a comprar panes ricos. Cuando vuelvo llega Dholo a buscar su pan de miel.

Estoy sudada, harapienta y sin producir; sé que parezco una hija de Klaus Kinski y un ama de casa checoslovaca. Ella es pura delicadeza. Me regala un origami precioso, una rosa celeste.

Mamá quiere ayudarme. Le encargo tareas importantes: cortar las aceitunas y la muzzarella y cambiarles el agua a las flores.

B.2 y B.3 también quieren ayudar. A ellas les encargo trabajos de más responsabilidad: cortar el peceto y las pechugas en láminas, poner los pancitos en canastas y las servilletas en los servilleteros de cristal. Hacen todo de buen humor y sin pelearse, pese a que las dos están en pleno período PM, que las transforma en demonias intratables.

B. 2 encuentra una botella de Baileys a medio terminar y la encuentro empinando el codo con la cabeza metida dentro del bar. Tiene debilidad por las escenas Tennessee Williams pero a mí no me divierte. Le digo –Chupi sí, pero no licor y a las 3 de la tarde. Igual, a las 5 la botella está vacía. La deja a la vista para impresionarme.

M.4 tiene pocas especialidades pero maravillosas. Esta vez le pido que haga el guacamole. Yo pico la cebolla porque a él lo hace llorar y yo odio manipular las paltas y que se me empalten los dedos. Inauguramos un picante nuevo, mexicano, llamado Cholula.

Nos cruzamos mensajes de texto y llamados cariñosos y tranquilos con personas queridas. Arnet sigue sin servicio.

Hablo un rato largo con R. y lloramos las dos. Siento todo lo que sufre y no puedo consolar a esa criatura.

A las 10 empiezan a llegar todos. En la mesada de la cocina y en la heladera esperan las fuentes cubiertas de papel film llenas de manjares. B.2 cortó la carne como con un cutter, finísima y pareja. En medio de las tajadas pongo una montañita de alio e olio. Cuando la voy a llevar a la mesa veo con horror que tanto la carne como la salsa están cubiertas de hormigas. Las muy putas no le hacen asco a nada. Tanto les da dulce como salado. Entra B.2 y hace lo único que no hay que hacer: pega un alarido como de Psicosis. Algunos invitados entran a la cocina. Yo huyo al balcón con la fuente para que no la vean. Le aplico un sistema que inventé hace unos días; se llama El Terremoto Bailable. Consiste en golpear la fuente para producir una vibración. Se me ocurrió pensando que los bichos huyen cuando está empezando un terremoto. Lo hago y miríadas de hormigas enloquecidas me cubren los brazos como en Marabunta. Entra A.2, que es cocinero y se las sabe todas y me dice -Te voy a mostrar cómo se hace en los restaurantes. Prende una hornalla y acerca la fuente. Las hormigas abandonan el peceto en desbandada. Él y B.2 sacan a mano las que quedaron entrampadas en la mayonesa y al final trasvasan todo a otra fuente porque la primitiva quedó devastada.

Los invitados dan cuenta de los manjares y el plato que recibe más alabanzas después del guacamole es justamente la carne.
B. 2 no puede parar de comentarlo en voz bien alta. Dice una y otra vez -Viste que se la comieron toda?

B.3 también se había clavado unos vinitos y se reía sin parar cada vez que nos cruzábamos una mirada.

A las 2 de la mañana, cuando me fui a dormir, tenía miedo de que una hormiga se me metiera en el conducto auditivo de niño y no pudiera salir más.

Sábado 23



Me despierto muy temprano después de una noche hostil. Cada vez que me movía en la cama me clavaba la Spika en las costillas o en el culo. Duermo de a ratitos y tengo pesadillas horribles. Durante la noche algo me dejó completamente sorda del oído izquierdo.

Me despego los electrodos despacito con mucho alcohol para que la cinta adhesiva no me lastime la piel. No me gusta que me saquen el Holter en el hospital: las enfermeras arrancan las cintas de un tirón y a veces se llevan puesto un pedacito de piel, lo cual no tiene mucha importancia para ellas.

Los malditos Arnet tienen el servicio suspendido.

B.1. va a pasar Nochebuena al campo con la familia de R., su mujer. Íbamos a vernos ayer a la noche pero le dió fiaca venir, entonces quedamos en encontrarnos en la estación de subte para despedirnos. Además, quería darle unos regalos para la mamá y las hermanas de R.

Después del jolgorio de ayer el hospital está desierto. Dejo el aparato de Holter y voy a la guardia. Digo que tengo algo en el oído. Me examina un otorrinolaringólogo y dice lo que me dicen siempre –Usted tiene un conducto auditivo muy chiquito, como el de un chico. No sé por qué, me encanta que me digan eso. En rigor están describiendo un defecto del desarrollo, pero me hace sentir linda y delicada saber que tengo una parte como de niño. Después me quedo preocupada pensando si no tendré otras partes subdesarrolladas que todavía no se manifestaron.

Tiene que usar la trompetita pediátrica para poder ver hasta el fondo. Después me mete muy profundo una aspiradorita y chupetea todo el tímpano, haciendo ruidito chuic chuic, tapa/destapa, cada vez que absorbe algo. Enseguida vuelvo a oír, pero ahora oigo demasiado. Son las famosas puertas de las percepción. El médico me dice que como el conducto es tan angosto, cualquier cosita que se mete por ahí se queda atrapada. Debería ir a pasarme la aspiradora cada dos meses por lo menos.

Voy a una librería de libros usados que hay cerca de la estación. Encuentro algunos tesoros en inglés: la autobiografía de John Houston, Me, la autobiografía de Katharine Hepburn, An Atlas of the Difficult World, de Adrienne Rich, The Garden Party and other Stories, de Katherine Mansfield, y en español Las Confesiones de un Comedor de Opio, de De Quincey, que quiero regalarle a B.1, y Mi Verdad, de Joyce Maynard, la chica que amó a Salinger cuando tenía 18 años y él más de 50. También encuentro Goethe erzählt sein Leben (Goethe cuenta su vida), que nos va a venir bien para estudiar el año que viene, si la pequeña puaner está de acuerdo, porque en estas cosas manda ella.

Está por llover. Espero a B.1 en el andén. No nos vemos: él se baja y tropezamos. Nos abrazamos. Nos quedamos sentados hablando bajito. Viene el subte y subimos. Él sigue hasta Juramento. Yo me bajo en Plaza Italia con el plan de ir al Botánico y de volver caminando a casa, pero cuando voy a salir llueve a mares. Entonces vuelvo en subte y cuando bajo en Pueyrredón llueve menos. Compro otro ejemplar de Mi Verdad. Después voy al Queso Queso de Pueyrredón, compro brie, lomito embuchado, aceitunas negras y muzarella de búfala para el 24 a la noche.

Viernes 22



No tengo servicio de correo. Arnet tiene problemas y pide disculpas por las molestias ocasionadas. Deben ser los millones de garchas electrónicas que la gente se manda en estos días: tarjetas insufribles que bajan lentamente y paralizan el correo en todo el mundo. No abro ninguna. Son todas iguales, hechas en serie: papanueles que saludan, copos de nieve que caen, renos que sonríen, paquetes que se abren, niños dios con rayos de divinidad saliendo de la cabeza. Nunca pensé que la horripilante costumbre de comprar y regalar tarjetas de felicitación pudiera invadir también el mundo virtual.

Paso la mañana en el hospital Alemán. Tengo que hacer la rutina de chequeo de mi corazón arrítmico: ergometría, electrocardiograma, ecocardiograma y colocarme un Holter, un aparato que traza un electrocardiograma continuo durante 24 horas.

Llego a las 9, hago los trámites de admisión y me siento a esperar. Leo Aún Soltera, de Dani Umpi. No me gusta: no me interesa esa visión cachivachesca del mundo gay. Me da pena, me parece autodenigratoria. En cambio me gustó y me conmovió mucho la historia de amor desesperanzado de Sólo quiero ser tu Amigo. Por eso compré éste. Igual, para esperar y observar lo que pasa alrededor, está bien.

El hospital parece un hormiguero recién pateado: pacientes, médicos y enfermeras se cruzan trasladando panes dulces, botellas de champagne y bolsas de regalos. Los pacientes golpean la puerta de los consultorios con un regalo para su médico y los médicos pasan llevando paquetes de James Smart con forma de corbata. Parecen avergonzados; caminan rápido por los pasillos hacia sus cubiles tratando de disimular su alegría y su impaciencia por ver qué les regalaron.

Algunos pacientes son muy agradecidos con algunos médicos. A mí también me llenaron de regalos durante estas últimas dos semanas y me dio mucha alegría saber que sienten tanto cariño por mí. Recibí una cartera como de señora, un collar mexicano divino, una remera de Uma, una tetera china de hierro, una rosca rellena con praliné, un stollen, una bandeja con dulces alemanes como de Hansel y Gretel, una botella de licor, otra de whisky (se ve que me conocen bien), dos agendas paquetísimas, una billetera, un pañuelo de seda alucinante, un tarjetero y varios adornitos que guardé en mi caja de objetos horrendos.

En el hospital atendían muy mal esa mañana. Las empleadas estaban excitadas como si algo importantísimo estuviera por ocurrir. Se les traspapelaban las órdenes todo el tiempo. A mí me dejaron esperando cuarenta minutos hasta que una me vió, se acordó de mí, rebuscó la mía entre otras diez papeletas y me hizo pasar. Atendían distraídas las consultas de los pacientes, pero sin olvidarse de decirles abuelo y abuela a los viejos, hablando lento y a los gritos, como si todos fueran sordos y un poco idiotas. Todos terminaban las frases de saludo con la palabra “felicidades” o “feliz navidad”. Me imaginé que en el servicio de Oncología alguien le estaba diciendo a un paciente -Su cáncer se ha diseminado, felicidades!

Siempre me tranquiza pensar que si tengo un paro cardíaco mientras corro en la cinta de ergometría, estaré en el mejor lugar para tenerlo: al lado hay un defribilador preparado y el cardiólogo que toma el registro no deja de mirar atentamente el electrocardiógrafo todo el tiempo. Así que me lanzo a correr sin miedo como cuando corría maratones. Me reencuentro con mi corazoncito valiente y compañero latiendo a más de 140, bombeando serenamente sangre hacia mis piernas, como diciéndome que confíe en él, que nunca me va a fallar.

El cardiólogo me pregunta si hago algún deporte porque tengo mucha resistencia y el electro sigue normal, sin arritmias. Dice que mi corazón se sobra para eso y mucho más, que hay que convencer a mi cardiólogo, El Japonés, para que me deje volver a correr. La cinta está frente a una ventana, en el primer piso. Veo el jardín interno y una carpa blanca como las que arman para los casamientos. Bajo la carpa hay unas veinte sillas de plástico vacías. Una especie de animador habla con micrófono con un tono optimista, invitador, como para animar cadáveres. Veo al director del hospital rodeado por otros médicos y por un cardumen de degustadoras que el hospital incorporó este último año, cuando el marketing lo alcanzó de pleno. Circula desplegando su elegancia como un pavo real con un vasito de coca cola en la mano. Le comento al cardiólogo lo que estoy viendo y nos reímos. Me explica que es la fiesta de fin de año que el hospital organiza para los pacientes. Recién entonces tiene sentido una imagen buñuelesca que no podía entender: en un costado de la carpa hay cinco pacientes en sillas de ruedas, tres o cuatro con muletas y cuatro en camas -sí en camas con ruedas- con una vía de suero en el brazo. Todos tienen un vaso de plástico con agua y lo levantan débilmente brindando con las autoridades del hospital, que hacen otro tanto pero en posición vertical y con coca cola. Le pregunto al cardiólogo si realmente está ocurriendo lo que veo y muy divertido me dice que sí, que todos los años se reproduce la misma escena increíble. Justo cuando termino de correr se produce un desfile que hubiera hecho brincar de gozo a Frida Kahlo: de a uno por vez los pacientes agraciados por la administración del hospital abandonan la carpa. Las enfermeras los transportan cruzando lentamente el jardín hacia sus habitaciones, donde pasarán la Nochebuena, la Navidad y si llegan vivos, también el Año Nuevo.

Una vez que me conecta y me pegotea en el pecho los electrodos del Holter y me cuelga la radio Spika que deberé cargar durante 24 horas, la enfermera repite las indicaciones, me da la mano y dice -Puede vestirse. Felicidades!

viernes, diciembre 22, 2006


Así son bajo el envoltorio victoriano.

Llegaron lo pane de miel!!


Hice cinco. Uno pertenece a Dholo.

Ultima receta del año. El verdadero pavo de Navidad.


Ingredientes

Un pavo de tres kilos

Una botella de buen whisky

Panceta en tiras, cantidad suficiente

Aceite de oliva

Sal y pimienta

Preparación

Paso 1. Rellenar el pavo con la panceta, atarlo, salpimentarlo y echarle un chorrito de aceite de oliva.

Paso 2. Precalentar el horno a 180º durante 10 minutos.

Paso 3. Servirse un vaso de whisky para hacer tiempo.

Paso 4. Meter el pavo en el horno.

Paso 5. Servirse otro vaso de whisky y mirar el horno atentamente pese a sentir los ojos ligeramente extraviados.

Paso 6. Boner el terbostato a 150 gramos, grabdos, y esberar veinte binutos.

Paso 7. Servirse odro vdaso, odros pasos.

Vaso 8. Al cabo drun drato, hornir el abro bara condrolar y echar un chodreto de pavo al güisqui y odro de güisqui a uno bismo.

Baso 9. Darle la vuelda al babo y quebarse la bano al cerrar elorno, ¡bierda que queba...!

Passo 10. Ir ala beladera a busscar bielo para da kemabura e bonerle al guisqui y al bavo.

Passo 11. Indentar sentarrsse en uda silla y serbirrsse unoss chupitos bientras basan los binutos.

Parrso 12. Retirar el babo del horrno y recogerrrrlo del ssuelo con un drapo, embujandolo a un blato, bandejja o ssimilarr.

Faso 13. Rombersse lacrissma al reffalarr en la grasssa.

Paassso 14. Indendar levandarse sin soltarrr la bodella y drasvariosss indendosss, decidirr guedar en el ssssu elo.

Bassssso 15. Appburar la botella y adrastrarse hasda la gama.

Paso 16. Desperatarse a la mañana, tomarse dos cafes dobles, levantar el pavo, la botella, limpiar todo y apagar el horno.

Esta vez Mr. W. va a estar de acuerdo con todos los pasos.

jueves, diciembre 21, 2006

martes, diciembre 19, 2006

El padre Grassi también cree en papanuel

Isla flotante para A.


Hay que tener

1. una batidora para batir mucho tiempo sin que se te lesione la articulación del hombro.

2. una budinera redonda con anillo en el medio (la clásica forma de las islas flotantes).

3. una asadera de por lo menos tres centímetros de profundidad y de un tamaño suficiente para que quepa la budinera.

La salsa en la que flota la isla puede ser crema pastelera (yo la hago con las 9 yemas que restan), pero la receta clásica, la colonial, es con dulce de leche diluído. Además, es mucho más fácil.

Si querés la receta de la crema pastelera, avisame. Es una buena forma de usar las yemas.

Primero, hacer caramelo en la budinera redonda anillo. Por si no sabés hacerlo, te digo cómo: se ponen dos cucharadas soperas en la budinera y se pone sobre el fuego mediano. El azúcar se va diluyendo y oscureciendo. Con sumísimo cuidado (porque quema como la san dios), hay que levantar la budinera y hacerla rotar para que el caramelo bañe bien las paredes, la base y si es posible el anillo central. Una vez que el caramelo está bien frío, se le pasa manteca para que la isla no se pegue.

Ingredientes
9 claras
150 gramos de azúcar (3/4 de taza)

Salsa
dulce de leche, 300 grs.
leche suficiente.

Licuar el dulce de leche con la leche para hacerlo más fluido.

Preparación
1. Batir a nieve las claras hasta un punto muy muy duro. Tienen que quedar como telgopor. Esa es la clave para que la isla no se derrumbe.
Antes de empezar a batir yo les pongo una pizquita de sal para que se hagan más rápido.

2. Agregar el azúcar mezclando suavemente con cuchara de madera, sin batir.

3. Colocar en la budinera y emparejar la superficie con una cuchara o espátula.

Poner la budinera en una asadera con agua para cocinarla a baño maría. Poner en el horno mediano (140º) aproximadamente unos 30 minutos. La superficie debe estar doradita apenas. Dejar enfriar diez minutos en el horno apagado y recién después sacarlo. Dejar enfriar completamente. Ponerla en la heladera por lo menos cuatro o cinco horas. Sacarla una media hora antes del momento de desmoldarla para que sea más fácil. Desmoldar en una fuente honda, ponerle la salsa en el hueco central y alrededor para que parezca que flota.

domingo, diciembre 17, 2006

Después de la tormenta


Después de las tormentas salía a buscar pajaritos caídos. Siempre encontraba uno por lo menos y a veces cuatro o cinco, al lado de cascarones de huevos o de nidos enteros que el viento había arrancado de la rama. Los llevaba a casa, los envolvía en una bufanda, los metía en una caja de zapatos y los ponía en la cocina, cerca del fuego. A medida que se les secaban las plumas iban perdiendo el aspecto de larva, adquirían forma de pajaritos y se ponían a piar con una potencia que aturdía. Los tapaba muy bien para que creyeran que era de noche y durmieran, pero cada vez que prendíamos la luz de la cocina volvían a piar con desesperación.
A la mañana siguiente los llevaba otra vez al pie del árbol donde los había encontrado y me quedaba un rato controlando que volaran o por lo menos que revolotearan con cierta energía como para ponerse a salvo si un gato se los quería comer.
Una vez, cuando yo era grande, encontré al pie de la enredadera del patio de casa uno minúsculo, tan bebito que no tenía plumas. Era como un gusano rosado con párpados azules cerrados. Parecía muerto pero estaba tibio y con la yema de un dedo le sentía el corazoncito latir a una velocidad infernal. Lo llevé a casa, lo abrigué, pero me di cuenta de que no podía devolverlo a su territorio en ese estado de inmadurez. No sabía qué hacer. Acerqué una mano para acariciarlo y abrió el pico de par en par. Parecía de plástico amarillo, una cosa rebatible con dos bisagras enormes en las comisuras. Las bisagras le permitían descoyuntarlo completamente, de manera que la apertura tenía un diámetro mucho mayor que el pajarito en sí mismo. Se le veía todo el interior colorado, palpitante, exigente, y yo no tenía ni idea de cómo alimentar a un gorrión recién nacido. Traté de imaginarme lo que le daría la mamá si estuviera en el nido: semillas y lombrices o bichitos, pensé. Entonces mastiqué una Cerealita, la baboseé bien y le agregué un poco de carne picada. Formé una bolita y se la puse en el pico. La deglutió enseguida, tragando como un avestruz. A través del pellejo transparente se veía bajar la comida por el esófago. Inmediatamente volvió a abrir el pico, volví a darle una bolita bien babeada y repetimos el proceso varias veces hasta que se quedó dormido. A las cinco de la mañana me despertaron sus gritos ensordecedores. Me levanté medio dormida, mastiqué otra Cerealita y volví a embutirle bolos en el buche hasta que se calmó. Eso se repitió cada dos o tres horas desde la madrugada hasta el atardecer. Por suerte yo estaba de vacaciones, así que podía quedarme en casa durante casi todo el día o hacer salidas muy cortas para alimentarlo cada vez que gritaba.

Me daba miedo que se muriera con esa dieta estrafalaria, pero se lo veía cada día más fuerte y vivaracho. Empezó a echar unas plumitas blancas por todos lados. Le agregué un poco de leche a la mezcla. Lo llevé a un veterinario. Me dijo que nunca había conocido un caso así, de pichoncito criado desde recién nacido por una señora. A la noche lo ponía en un depósito de la terraza y a la mañana, en cuanto abría la puerta, se echaba a revolotear pero no salía: se paraba y abría la bocaza, de la que habían desaparecido gradualmente las bisagras amarillas. Ahora tenía un pico normal, de gorrión, pero seguía abriéndolo para pedir comida. Yo le ponía alpiste y migas de pan en el piso pero no se le ocurría comerlo como hacen los pájaros normales. Había creado un pájaro idiota, un marginal. Y ya tenía un tamaño alarmante, mucho más grande que los gorriones comunes y era completamente blanco. Traté de echarlo pero se escondía entre las reposeras plegadas, las escobas, los trastos que había en el depósito. Yo le explicaba que tenía que volar, que Konrad Lorenz tenía una explicación para esa relación enfermiza que había entre nosotros, que me olvidara y que se fuera con su familia, pero él seguía en sus trece, actuando como un híbrido mitad humano y mitad pichón, cuando en realidad ya era un pájaro adulto. Una mañana lo atrapé, lo puse en la enredadera y le pegué un sacudón a la rama. Voló hasta la cornisa más cercana y enseguida aparecieron muchos gorriones revoloteando y cantando alrededor de él. El muy bobo seguía levantando la cabeza y abriendo el pico y yo estaba muy preocupada por haber interferido así con la naturaleza.

Durante lo que quedaba de ese verano lo ví volando con sus amigos entre la cornisa, la palmera y la enredadera. Lo reconocía porque era completamente diferente a los demás, grandote y con sus plumas claras. Yo tomaba sol y él se paraba en la reja y me cantaba locamente, con el pechito inflado, como con orgullo. Después empezó el frío, durante todo el invierno no salí a la terraza y cuando volvió el verano no lo ví más.

Hoy encontré un cascarón de huevito en un camino del hospital y me acordé de él, que se llamaba Simón.

Domingo


Pared externa del Muñiz

Escenas navideñas


Además de nosotros dos, mi amá y un número variable de hijos, en Nochebuena hay una tripulación estable de solitarios. Vienen una ex mujer de M.4, una de mis ex suegras, mamá de M.3, la hermana soltera de M.4, nuestra vieja amiga M.E. y nuestra viejísima amiga L. Algunos traen regalos, otros traen turrones o nueces. Mi ex suegra, que es muy afrancesada, una especie de Edith Piaf bien alimentada, llega siempre con un cajón de champagne buenísimo bien frío.

La pasamos muy bien, mirando la ciudad desde el balcón, donde pongo farolitos vietnamitas, tomamos champagne y vino rico y comemos delicias que preparo.

Casi siempre hago salmón al horno con semillas de sésamo, un peceto cortado hiperfinito, pechugas de pollo deshuesadas. Aire, tierra y mar, qué divino! diría Ludovica Squirru.
Hay cosas para humectar: chutneys, alo e olio, humus. Y dos o tres ensaladas magistrales, taboulé, la india de arroz con curry y una fresca de endivias. Rúcula no, porque se queda entre los dientes y las viejas no se dan cuenta. Eso te puede arruinar la Navidad.

De postre hay isla flotante (es facilísima de hacer, si quieren el recepto pidan) helados o una fuente con cerezas y hielo. Y mucha garchita dulce para con el café: florentinos, almendras con chocolate, cascaritas confitadas y mis galleticas de almendras.

También invitamos a M.3, el papá de B.3, pero este año no va a venir. Parece que tiene una novia nueva, después de algunas rupturas recientes, y lo va a pasar con ella. Todos estamos muy contentos porque Z., su hijito nuevo, hermano menor de B.3, volvió a vivir a B.A. después de 5 años en otro país.

Las que lo pasan masomenos son B.2 y B.3. La Navidad suele coincidirles con conflictos afectivos o con el síndrome pre menstrual y se ponen dramáticas y tristes. B.2 aprovecha la ocasión para recordar una larga lista de ex novios que se independizaron de su seducción neurótica y llora porque ya no la aman. Hace dos o tres años las dos se pusieron a llorar al mismo tiempo con hipos y sollozos, produciendo una cantidad de moco notable. Me abrazaban, una de cada lado y lloraban sin parar, babeando y moqueando mis dos hombros. Media hora después ya se estaban riendo, claro, pero mi vestido antiguo de raso de seda color marfil quedó chorreado de secreciones biológicas que al secarse dejaron la tela manchada y acartonada. El tintorero japonés me miró con profunda desaprobación cuando se lo llevé.

sábado, diciembre 16, 2006


Iuuupiii!! Otro más!
Lo ven? Es como un gusanito, a la derecha del edificio.

Estamos cazando rayos!

Nunca vienen todos los chicos a la Navidad. Este año va a haber cuatro.

A.1 vino de NY, donde vive, y después de muchos años va a pasar la Nochebuena con nosotros. El que no va a estar es B.1 porque se va al campo a pasarla con la familia de su mujer, R. Todos están muy apenados desde que ocurrió la tragedia. -Quieren llevarse sus regalos para abrirlos allá? le pregunto a B.1. -No, que me voy a poner muy triste.
Me dice eso y me quedo pensando todo el tiempo en cuando era chiquito.

Cuando tenía siete u ocho años fue a un campamento que duró tres días. Yo le había puesto en el equipaje cosas ricas y cartas divertidas para que no extrañara. Años después me contó que encontrarlas le había provocado una nostalgia mortal que al atardecer se le hacía insoportable. Se alejaba del campamento y me llamaba en silencio, telepáticamente, mirando el cielo. Tenía una pena tan grande que creía que yo la sentía a la distancia y que iba a llegar en un avión a rescatarlo. Por eso miraba al cielo.
Imaginar esa escena me mató de tristeza, pero lo peor era que no había podido evitarle ese dolor, que le había fallado, que mientras él me esperaba yo estaba haciendo cualquier cosa, ignorando su sufrimiento.
Sé que ahora no se va a ir al medio del campo a llamarme con el pensamiento, pero saber que está triste y que mi amor no puede aliviarlo me provoca la misma pena que entonces.
Para los que no tienen hijos debe ser absurdo que una señora pretenda proteger y consolar a un hombre grandote y peludo, por eso no lo digo en voz alta. Pero acá puedo decir todo lo que quiero: quisiera hacerle upa y abrazarlo, frotarle suave la espaldita y besarle el pelo. Es mi bebito, mi cachorrito para siempre.

Por fin


Es mejor que lo sepan ya mismo: amo la Navidad.

Ya sé que todo el mundo la odia. Las dos familias tironean de las parejas, las madres gimotean si uno la pasa con el padre, los padres separados se arrebatan los nenes, los ex maridos se rayan, las ex mujeres reclaman, hace un calor infernal, la gente hace colas bajo el sol, los chopins están más ávidos que nunca, los vendedores detestan a los clientes, los chicos tienen diarrea y los viejos se deshidratan, los cuñados te regalan unas garchas infernales y las madres te regalan medias, calzoncillos y jabones. Entiendo que todos odien la Navidad, pero a mí me gusta tanto que a pesar de todo eso la amo. Me paso el año esperando eso, sólo eso, que haya 34 grados Celsius y ponerme a cocinar panes de miel y galletitas de almendras. Desde noviembre empiezo a buscar regalos divinos para mis personas que quiero. Voy guardando en una caja cosas lindas, papeles de seda, cintas, figuritas. El 8 de diciembre armo el argolito y pongo guirlandas en las puertas. Tengo las bolas de Navidad más extraordinarias porque las fui recolectando toda mi vida. Todavía tengo una de cuando era chica, de vidrio azul, que sobrevivió a mil Navidades y mudanzas. Y tengo otras raras que fui comprando y otras bonitas que fabriqué yo misma. Y para el 24 a la noche pongo mi mantel de hilo de mi abuela, velas rojas, figuritas antiguas de papanoeles y niñitos victorianos y viene un montón de gente. Antes de las 12 los hago irse a otro cuarto o al balcón mediante engaños y cuando están distraídos pongo todos los regalos alrededor del árbol, prendo las lucecitas y cuando entran se sorprenden y les encanta recibir sus regalos. Los envuelvo muy bonitos, con papeles dorados y cintas de seda de verdad.

Esta vez todo se atrasó porque estuve estudiando mucho. Recién hoy armé el árgol. Antes los chicos me ayudaban hacerlo. Yo les había enseñado y les hacía mucha ilusión, pero ahora les parece un programa deleznable. Dicen que hace mucho calor, que es una pérdida de tiempo increíble, que soy como Heidi. Cada vez que pasan me miran con cierta pena pero al final les encanta, me parece.

Lo que pasa es que ellos no creen en Papá Noel y yo sí porque lo ví. Tenía siete años y estaba en la terraza de mi casa con mi apá y mi hermano el 24 a la noche. Mi apá dijo que Papá Noel llegaba volando por el aire, yo levanté la vista y lo ví pasar, juro que lo ví. Ví la panza del trineo deslizándose muy cerca de mi cabeza y las patas de los renos moviéndose despacito, como si nadaran. Iban hacia la ventana de mi casa.

Es comprensible que los que no lo vieron crean que no existe, porque la verdad es que es raro. Pero como yo tuve la suerte de verlo me encanta festejar la Navidad y no pienso dejar que nadie me la estropee.

jueves, diciembre 14, 2006

Noviembre, diciembre y amén



Con estos dos se acabaron los chongos vaticanos. Qué suerte, porque estaba harta.
El de la izquierda podría ser argentino, no? El hijo de un escribano o de un ex rugbier de San Isidro. Y el de la derecha, con sus ruletes de estatua y sus músculos maxilares apretados, no es increíble cómo mira a cámara preparado para lo que venga?
Ahora hay que empezar a pensar en la versión argentina propuesta por AS en un comment. Ya me llegó una foto de Monseñor Casaretto que merece estar en la tapa.

martes, diciembre 12, 2006

San Octubre


Este guachito sí que está bueno.
Tal vez demasiado bestial, pero esa barba áspera y ese cuellote prometen un buen fin de semana. No más.

the real gummibärschen


Por vía electrónica directamente desde Berlín, los auténticos ositos de gelatina alemanes.
Me los comería a mordiscos ya mismito.

Vía oral


Ayer dí el examen escrito en el Goethe Institut. Cuatro horas pedaleando en mi triciclo idiomático para no caer dando tumbos gramaticales, prueba tras prueba. Primero venían las fáciles de vocabulario. Después las más dificilongas: elegir uno entre 20 adverbios que parecen todos iguales. Después, interpretar una nota periodística y contestar preguntas (correcto/falso) sobre ella. Después, interpretar avisos clasificados. Al final, escuchar reportajes, noticias y parlantes de estaciones de tren y contestar otra vez correcto/falso. Y al final final de todo, escribir una carta. A mí me tocó el tema Contestarle a una Persona que te pregunta cuáles son tus Hobbies, si quisieras participar en un concurso de ping pong y qué tal la onda en Buenos Aires. Hasta ahí venía muy bien, tranquila, todo en orden, como dice mi cuñada anglo sanisidrense, pero en ese punto me broté: me pareció absurda la propuesta del ping pong y contestar acerca de mis hobbies y arranqué con una carta absurda en la que me fui enredando durante media hora hasta no saber cómo desenmarañarme.

Escribí que mi hobby siempre había sido correr hasta que en una maratón se me fracturaron las dos piernas (puse las dos, no una, porque me había acordado de cómo se dice ambas y quise lucirme) y desde entonces el único deporte que había en mi futuro (me había acordado también de cómo se dice futuro) era el Scrabel (lo escribí con k, que me pareció más alemán). Después se fue complicando todo: dije que me iba a hacer socia de un buen club de ping pong en Buenos Aires para competir en el 2007 y además invité a mi corresponsal a vivir a mi casa que es un solo ambiente, pero donde nos vamos a divertir mucho. Esa historia delirante era simplemente el resultado de las palabras que iban apareciendo en mi conciente, plop, plop, como burbujas de comic. Mientras las ensamblaba como venían me divertía más y más con la historia, y paralelamente sabía que no estaba siguiendo la consigna, que me estaba saliendo del esquema que tantas veces nos habían enseñado y que seguramente la historia iba a irritar mucho a quien tuviera que corregirla.

Hoy AS, mi pequeña y valiente puaner que me llevó a la rastra con su voluntad y su paciencia durante estas semanas de estudio, me dijo que se asomó por la puerta entreabierta de mi aula y me vió escribiendo frenéticamente con una gran sonrisa (no dijo qué clase de sonrisa, pero yo sé que era completamente estúpida).

El jueves tengo que dar el oral: describir imágenes, comentar estadísticas y gráficos, hablar sobre mis proyectos. Hoy empezamos a practicar y descubrimos que hablamos un cocoliche incomprensible. AS lo denominó südakisch. Como siempre, no aprendimos nada pero nos reímos mucho y comimos unos sándwiches de miga geniales que trajo ella, altísimos como torres.

Ahora me duele todo el cuerpo, me arde la garganta, me pican los ojos y tengo toda la sensación de que esta noche voy a tener mucha fiebre. Hace semanas que duermo pocas horas, no camino nada y estoy todo el día sentada frente al aire acondicionado. Siento que me enfermé. Cuando me enfermo me curo como un perro: me meto en la cama y duermo dos días seguidos sin comer. Espero resistir hasta el jueves. Falta muy poco.

domingo, diciembre 10, 2006

Zafó


Odio que se haya escapado así.
Ojalá hubiera vivido 1000 años.

Examen



Estoy estudiando para dar un examen de alemán. No pensaba darlo. Sufro del síndrome del Corredor de Fondo (Allan Sillitoe, si no lo leyeron léanlo): hago todo el esfuerzo de una forma denodada sin cansarme y sin desfallecer y en el último momento, cuando sólo faltan unos pocos días de sacrificio, me invade una indiferencia absoluta por el resultado, por el examen, por el éxito, por lo que sea que viene al final, y abandono todo sin ningún remordimiento.

Esta vez una de mis compañeras, ejemplar atípico de la etnia puan, me obligó a dar el examen, me inscribió por su cuenta y me organizó unas jornadas de estudio atroces que sólo un cerebrito como el de ella, virgen de sustancias tóxicas y de experiencias traumáticas, puede sostener. Lo raro es que cuando me agarran y me dicen, yo digo que sí y lo hago con gran alegría, asi que estoy estudiando con ella, comiendo cerezas y helados, tomando litros de café y creando reglas mnemotécnicas que no nos permitirán recordar nada pero por lo menos nos hacen morir de risa.

La gramática me parece un invento aberrante, y la alemana no te la cuento. Pero igual sospecho que la gracia que tiene es que te deja imaginar cómo se fue construyendo el idioma. Uno casi puede ver a los germanos armados con garrotes gritando palabras en acusativo, ensamblando palabras para hacerse entender, declinando los artículos para que no haya confusiones de género.

Una amiga nuestra japonesa de Japón dice todo el tiempo “muchísimamente”

jueves, diciembre 07, 2006

Caseros y Uspallata




Mañana en el Muñiz. Es uno de los lugares más lindos de Buenos Aires porque el menemismo no tuvo interés en transformarlo en un chopin y sigue siendo tan melancólico como hace 80 años. Siempre pienso en cuánta gente se murió allí de diversas pestes. Paseaban por el jardín y estaban tristes. En el pabellón de los tuberculosos todavía quedan vidrios azules en las ventanas. A mí me gustaba mucho cursar infecciosas en ese lugar. Era la primera época del HIV y todos estábamos desconcertados. Los pacientes miraban azorados desde su cama y los médicos los mirábamos a ellos sin saber qué hacer. Después fue la época en que los ataban con cadenas a la cama desde que Chapita, un preso HIV positivo, se cortó y le cortó la pierna a un médico para contagiarlo. Confinaron a Chapita en un sótano, encadenado a la cama. Al salir del Muñiz cruzábamos la plaza y llegábamos a la cárcel de Caseros. Saludábamos a los brazos que asomaban por las ventanas y recibíamos mensajes con teléfonos para llamar a la madre, a la mujer, y dar noticias. Ahora las ventanas están canceladas. También pensé en cuánta gente sufrió allí, durante tanto tiempo. Me puso muy triste volver pero al mismo tiempo me pareció muy bello todo ese lugar aunque está cargado de pena.

domingo, diciembre 03, 2006

Auf wiedersehen


Fin de curso de alemán.

sábado, diciembre 02, 2006

Mmmm...

En el tablado del restaurante español estaba esta foto como fondo.

Bailando de día

Theodoros Adornos 2.

Ésta es increíble. Yo me tenté de risa pero me hice la seria porque a todos les parecía perfecto.

Theodoros Adornos 1.

Bailar de día

El año es como el mundo, una esfera. En esta época ya dimos toda la vuelta y encaramos la curva descendente. El tiempo se acelera y todo se precipita hecho un amasijo como cuando se hunde el Titanic. El acelere entra en caída libre a partir del 1º de diciembre y se estrella de repente el 31 a la noche con el quilombo de los cuetes, los ojos saltados y las muertes en la ruta.

El 1º de enero uno empieza a remontar la curva ascendente del año y cuesta mucho trabajo subir la cuesta, pero por lo menos no hay tanto apuro ni desbarranque.

En los últimos 60 días del año la gente tiene ansiedad de reunirse, de despedirse, de saludarse, de cerrar cuentas y de saldar deudas. Todos se dicen lo que nunca dijeron. Los que no se dieron bola durante todo el año descubren que se quieren mucho. Se junta la gente más inverosímil a hacer brindis y todos sudan, se sacan fotos y se quedan atrapados en el tráfico.

En tres días tuve tres despedidas: la del curso de alemán, la de la cátedra y la de la asociación de médicos donde soy docente.

La de alemán fue sobria: cerveza y salgadinhos a las 10 de la mañana con W., nuestro profesor chiflado y todo el grupo, formado exclusivamente por mujeres.

W. exigió una marca de cerveza determinada y maníes. Le dimos el gusto y brindamos en el aula porque nuestra compañera monja no puede ir a bares.

El jueves fue la despedida de la cátedra en un restaurante gigantesco español, de esos con show. Estaba lleno de bote en bote y en cada mesa se festejaba algo distinto: un cumpleaños, un aniversario de casados, el fin de año de empleados de Exxon y cosas así. La actividad principal que los animadores les proponían a los comensales era aprender a tomar vino de una bota, pero además invitaban a que cantaran mientras el chorro les caía directamente en el esófago. En nuestra mesa de médicos estábamos listos por si había que hacerle reanimación cardiorrespiratoria a alguno.

Hoy al mediodía fue la fiesta de la asociación. Alquilaron un lugar alucinante donde uno entra de día y al rato se olvida y cree que es de noche. Hay black out en las ventanas y bolas de espejos que lanzan lucecitas. Las fuentes de buffet freud tenían adornos impresionantes hechos con vegetales. Bailar de día me parece una aberración, algo monstruoso, deprimente. Lo dije, pero igual fuimos a esa hora porque a la noche estaba reservado. Después del segundo plato y del show se pusieron a bailar con desenfreno como si fueran las dos de la mañana y yo me fui. Al salir me dio la misma angustiante sensación que cuando uno sale del cine y es de día. Me tomé un taxi con aire acondicionado y el chofer era un viejo italiano muy simpático. Hablamos de cómo se hace una huerta y cómo se hacen conservas de tomates y vino patero. Cuando llegué a casa ya estaba bien.
Pongo aparte las fotos porque no sé ponerlas bien y me quedan desprolijas.

Para el tío de A.



A., lo de tu tío es muy buena idea.
Cuando mi amiga C. estaba muy grave y sufriendo con la quimioterapia y otros espantos, yo le combinaba los opiáceos con unos toquecitos de porro y lo pasó más tolerable. Por lo menos nos reíamos mucho. Ella con sus sombreritos que le tapaban la pelada y yo, que sólo podía acompañarla a sufrir, cuando salíamos de sus tratamientos nos íbamos a tomar unas copas de vino y nos cagábamos de risa. Estábamos haciendo un trabajo muy bueno sobre Sylvia Plath y otro, llamado Diario de Viaje, que era su testimonio y el mío de lo que sentíamos y pensábamos durante ese trayecto de mierda que duró cuatro años. Los dos quedaron inconclusos, pero cada vez que los miro me acuerdo de cuánto nos divertíamos, aunque nunca dejamos de hablar de lo que se venía. Y también de eso hablábamos con humor.
Las galletitas se preparan como cualquier galletita, con una única diferencia: en lugar de manteca común se les pone manteca porrizada. Hay un libro de Alicia Castilla, llamado Cultura Cannabis,
(Edición de la Autora, 3ª edición, Buenos Aires, diciembre 2002) que tiene recetas interesantes. Justamente la de Mantequilla de Cannabis (pag. 92) no es clara, pero vas a poder encontrarla en internet.
En lugar de manteca común conviene usar ghee, que es manteca a la que se le extrajo la grasa butírica, es decir, la que se corrompe. El ghee es como una manteca santificada, que no vence nunca. Se puede hacer (ver recetas en internechi) o comprar en Chinatown (foto 2). Cocinando a ojo, como me gusta a mí, se hace hervir por lo menos una hora una taza de ghee con tres cucharadas soperas de hojas trituradas (y flor, si hay), se cuela, se deja enfriar la manteca resultante en la heladera y una vez bien fría se mezcla con una taza de harina y media de azúcar. Se amasa rápido, se aplasta con palo de amasar, se cortan cuadraditos a los que se les marcan cortes para fraccionarlas mejor y se cocinan en horno mediano sobre placa de silicona (silpat) hasta que estén duritas por arriba ( foto 1). Cuando se enfrían se endurecen más. Se les puede agregar lo que quieras: semillas de sésamo, almendras molidas, lo que te guste, o nada at all. Y reemplazar el azúcar por sal, si no las querés para el té sino para el copetín. Guardadas en el freezer bien envueltas en film y aluminio, son eternas.
Pero ojito! No hay que olvidarse de estos tres puntos:
1. la galletita pega por lo menos una hora después
2. pega de repente
y 3. pega muy fuerte.
Asi que si te comiste una y te olvidaste, te vas a encontrar recolgado en medio de una reunión de padres del jardín de tus hijos. Otro punto importante: como pega mucho después, es difícil graduar la cantidad. Te comés una y como no te hizo nada te comés otra y cuando actúan, actúan todas juntas y es muy peligroso. Te puede bajar la presión hasta límites jodidos. Sé que la gente que sabe gradúa justo la cantidad de materia prima para saber cuántos gramos contiene cada cuadrito de galletita, pero yo no tengo idea.