lunes, noviembre 21, 2011

Aquí están, estos son.


domingo, noviembre 13, 2011

La cara de orto y el mito de la Varita Mágica

Mucha igualdad de género, mucha corrección política, pero decime si hay algún tipo que no crea en el mito de la varita mágica. La idea es que si una mujer está irritable o enojada es porque le está haciendo falta ya sabés qué, y que con un abastecimiento correcto estaría como unas castañuelas todo el día.  No creas que es una convicción exclusiva de bañeros, personal trainers, vigilantes y muchachos del camión de la basura. En el fondo en el fondo todos los hombres creen que tienen ese poder guardado en el boxer y que si tan sólo pudieran aplicárselo un ratito a cada chica con cara de ojete, se acabarían las rezongonas y las malhumoradas. Se lo oíste decir a amigos, maridos, hermanos, padres y compañeros de trabajo, cuando se apiadan de esa chica a la que el marido no atiende como debería y sugieren que ellos sí se ocuparían de hacerlo con la responsabilidad de quien tiene que proveer un insumo vital. Sabés lo que le hace falta, dicen con una semisonrisa, pero lo creen en serio. La misma frase pero con cara de bragueta dicen los médicos serios cuando atienden a una mujer que es un catálogo de síntomas inclasificables o que está deprimida sin una causa aparente. En la guardia del hospital a esos casos se les llamaba Sindrome de Tafal de Gaver, imaginate, y se las despachaba sin más una vez comprobado que no tenían nada orgánico.
Lo de la varita mágica es un malentendido increíble entre mujeres y hombres. Los tipos deberían entender que cuando estás rayada nada te raya más que alguien que parece no registrar tu mala onda y se te acerca como si estuvieras loca por garchar con él. Pero no lo entienden.  En el consultorio escucho todos los días a hombres que se quejan de que su mujer no quiere cojer con la misma frecuencia que él y a mujeres que aunque aman a su marido no tienen ganas TODO EL TIEMPO. Los tipos tienen fiebre o dolor de cabeza o se les murió la madre y esa misma noche se les para igual, como si tuvieran un segundo cerebro con conexión independiente y directa.
Yo creo que es porque los hombres y las mujeres pertenecemos a dos especies distintas. Puede ser que nos complementemos, que coincidamos, que nos necesitemos como la ballena necesita al pajarito que le escarba los dientes o el helecho al árbol que le da sostén, pero en lo central somos diferentes, tanto como un helecho y un árbol, por no decir como un pajarito y una ballena.

viernes, noviembre 11, 2011

Once del once del once

¿Puede ser que mi amiga G. esté en el Uritorco esperando ver un plato volador porque hoy es once de noviembre del dos mil once?
G. no es una chica de barrio sencilla y poco informada. Es más bien compleja, profunda y leída. Es médica, psiquiatra y psicoanalista, analizada desde antes de nacer, racional y razonable. Ni siquiera fue hippie en su momento, como yo, que en los 60 andaba sin zapatos y sin corpiño fumando porro y escuchando a Ravi Shankar . Y aún así, hoy G. está tomando mate sentada en posición flor de loto sobre una frazada al pie del Uritorco, viendo llegar ómnibus cargados de gente ansiosa por tener un encuentro del tercer tipo.
Siempre me pareció rarísimo ese tipo de entusiasmo inocente colectivo. Sobre todo me extraña que crean que los extraterrestres siguen un almanaque como el nuestro, como el que te dan en la tintorería con los gatitos asomando de la canasta y que un día dicen "mirá qué piola, mañana es 11.11.11, vamos al Uritorco a visitar a los terrestres!"

jueves, octubre 27, 2011

Not dead

jueves, octubre 13, 2011

Dónde estoy?

Quién soy? Quién pidió chuletas de ternera? Eso decía el personaje de una peli que ví hace mucho. Ni idea de cuál era ni de quién la dirigía, pero me parece que uno de los actores era John Belushi o su hermano, y otro ese Aykroyd del que no me acuerdo su nombre de pila, tal vez John también. En un momento estallaba una bomba en una oficina y un señor muy formal y elegante salía de los escombros cubierto de polvo diciendo eso. Ahora que lo cuento no tiene ninguna gracia, pero creeme que en la peli era muy gracioso.
Asi de turulata estoy yo cuando me despierto a la mañana en la oscuridad del cuartito en el que estoy viviendo desde hace una semana, Más o menos se quién soy, pero ni idea de dónde estoy y mucho menos, de quién pidió chuletas de ternera. Parece que estoy en Nueva York, que está empezando el otoño, que hay solcito y que tengo dos días más para hacer huevo. Ayer pasamos el día entero en el Central Park, tirados en el pasto, oyendo hablar en todos los idiomas posibles, sobre todo en las diversas formas de lenguas latinas de por acá cerca, pero también en árabe, kurdo, italiano, irlandés, ruso, francés y un poco de inglés.
Hoy vamos a boludear por la calle todo el día y mañana nos volvemos a casa.
El boludeo callejero me es muy útil para descubrir características importantes de los extranjeros. La última vez descubrí La Pierna de Mujer con Minifalda y sin Medias en Pleno Invierno. Esta vez descubrí La Teta Armadura cuando fui a comprar corpiños para abastecer a las seis que hay en casa (dos de la hija #1, dos de la hija #2 y dos mías). Resulta que allí los corpiños no son de generitos suaves, finitos, respetuosos, sino cáscaras rígidas con un espesor que va de 1 a 3 (coverage 1, 2 y 3). El efecto es que te levanta las gomardas hasta las clavículas a la vez que te las esconde bajo una semiesfera de superficie lisa. Eso hace que si bajás apurada una escalera o corrés un colectivo se te podrán sacudir adentro como un licuado de banana con leche pero por fuera siempre parecerán erguidas, impasibles. Y si hace frío, algo te roza o se te van los ojos mirando al guachito que bultonea en el subte, los pezones se te pararán dentro del caparazón pero nadie los verá y podrás seguir tu viaje aparentando ser cool y decente. Le pregunté a un empleado si no existen los corpiños sin armadura y me dijo que es muuuy difícil encontrar algo así. Amo los corpiños nacionales, amigables y tiernos.
La foto es del altarcito espontáneo que la gente armó en la vidriera de un local de Apple para despedir a Steve Jobs.

viernes, septiembre 23, 2011

Me caigo y me levanto

Eso decía mi apá cuando algo lo contrariaba. Lo decía entre dientes con furia contenida y todos sabíamos que en realidad quería decir otra cosa, porque a veces, cuando estaba enojado, en lugar de me caigo y me levanto decía mecachoendié, que tampoco era exactamente lo que quería decir, porque otras veces, cuando estaba muy pero muy furioso decía me cago en dios, que sí era lo que quería decir.
En cambio, cuando yo digo que me caigo y me levanto es precisamente eso lo que quiero decir porque me estoy dando cada roscazo contra el suelo que no se puede creer. Y no sé qué es más impresionante, si la forma bestial en que me caigo o la gallardía con que me paro y sigo caminando. La primera vez fue hace como cinco años caminando por Pueyrredón mientras leía muy concentrada. Con la mirada periférica vi una señora que venía en sentido contrario con un cochecito de bebé, quise esquivarlo y me dí las tibias contra un cantero alto de cemento, reboté un poco hacia atrás y volé hacia delante por encima del cantero (ahora que lo cuento me parece que ya posteé esta historia, disculpen si es así). Unos años después iba caminando muy apurada como siempre y un salame alzó la tapa esa de chapa por donde meten cosas en los sótanos de los restaurantes, me levantó por el aire y me catapultó tres metros más allá. Caí en una forma abyecta, en cuatro patas, y se me desparramó el contenido de la cartera en un radio de cinco metros. Varias personas se apuraron a juntar mis pertenencias y mis pedazos. Me acuerdo del que encontró la batería de mi celular en la zanja de la vereda de enfrente y la secó con un pañuelo antes de volver a colocarla.
Hace unos meses salí del baño con los pies mojados, y patiné hacia delante en el piso de mi cuarto. Pegué en el escaloncito de mármol del baño, primero la columna vertebral a la altura de la tercera dorsal y a continuación la cabeza, el occipital para ser más exacta. Mientras me iba cayendo tuve tiempo de pensar que iba a quedar parapléjica (cuando me golpeé la espalda) y enseguida que me iba a morir (cuando reboté con el cráneo), pero (es muy raro) no tuve miedo. Cuando terminé de caer me quedé un rato ahí echada haciendo el recuento de las distintas piezas que me componen, controlando si sentía los dedos de los pies, si podía mover las piernas, si no estaba ciega, y cuando me pareció que podía moverme sin que se me seccionara la médula, recién entonces me levanté de a poquito.
El lunes pasado me caí en un lugar histórico con piso de ladrillos coloniales gastados y juntas de cemento sobreelevadas. El efecto era una cuadrícula muy desestabilizante cuando estás con plataformas y tacos muy altos. Pasé rauda y displicente con mi elegantísimo metro ochenta (1,78 propios + 0,12 de tacos), sabiendo que atraía las miradas envidiosas de todos los que aspiran en vano al metro setenta, se me trabó un pie en uno de los ladrillos hundidos, se me dobló la pierna y caí de jeta en una forma ignominiosa. Esta vez llevaba una carterita japonesa monísima que voló hasta debajo de un mueble que había en el rincón, cinco metros más allá. Como pasa siempre, varios hombres se precipitaron a levantarme con mirada desorbitada, como si el peligro estuviera en quedarse quieta en el piso, no en golpearse contra él. Siempre reaccionan igual: te levantan rápido tirando de los brazos sin pensar que podés tener una clavícula, un hombro o un brazo rotos, te preguntan si te golpeaste aunque es una pregunta ociosa, te obligan a sentarte (por si te fisuraste una vértebra, asi se te clava en la médula y quedás en silla de ruedas por el resto de tu vida) y manos diligentes te ofrecen un vaso de agua. Todos los comedidos se sienten muy útiles dándole agua a cada persona a la que le pasa algo, y así es como pasan por la vida ahogando a los atorados, los borrachos y los golpeados. Esta vez, como estaba en una fiesta llena de celebridades me hice más la canchera que nunca, reí con una risa forzada, me miré las rodillas pensando encontrarlas en llagas como las de Jesús en la cruz y dije tan british como Emma Peel cuando le habla a John Steed: -Bueno, las medias no se rompieron; eso es lo más importante. Y tiesa como un bacalao para no renguear seguí mi camino hacia el baño, donde palmeteé mi pollera de terciopelo negro que estaba llena de polvo y me horroricé mirando mis rodillas y mis codos hasta recuperarme del dolor, lo que me llevó un buen rato.
Después de cada golpe las personas que me quieren me interrogan con suavidad sobre cómo fue que me tropecé o me patiné, con la intención de evitar futuras caídas. Yo les explico que tengo el centro de gravedad demasiado alto y que eso me hace inestable. Les doy el ejemplo de Maradona, que es petiso y tiene el centro de gravedad bajo y por eso nunca se caía. Y ellos entonces recuerdan a Menotti, que como es alto se caía todo el tiempo, y eso parece tranquilizarlos por un tiempo. La comparación con personajes futbolísticos hace más fácil la explicación de cualquier fenómeno cuando hablás con un hombre.
Igual, esto de caerme tanto y desde tanta altura tiene su lado bueno: sin necesidad de hacerme densitometrías puedo asegurar que no tengo osteoporosis, porque ya me hubiera astillado en mil pedazos si la tuviera. Además, tengo la sensación de que caerse y golpearse tiene a largo plazo un efecto benéfico. Será porque me acuerdo de los árboles frutales que los campesinos españoles agarran a palazos antes de que florezcan para que den frutas en mayor cantidad, más dulces y más grandes.

jueves, septiembre 22, 2011

Que no se nos caiga el satélite en la cabeza

Dicen que es poco probable que le pegue a un humano porque casi todo el planeta es agua y los humanos somos sólidos. Después hacen más cálculos y dicen que hay una probabilidad entre 3200 de que te caigan encima las seis toneladas de chatarra que viene volando desde el más allá. Y dicen que seguramente va a caer en el sur de Chile, total, a los chilenos ya les pasó de todo desde que tienen a Piñera.
Pero como los que observan la atmósfera y el clima la erran hasta para pronosticar una llovizna, yo calculo que hay una probabilidad entre dos de que no caiga en Chile sino en Constantinopla o en Burkina Faso.
Ahora me voy a dormir pero no creas que muy tranquila. Vivo en un último piso y me imagino ese colectivo achicharrado acercándose a mil por hora y de punta hacia mi cama.
¿Con los pedazos se podrán hacer pies de lámparas? Con una linda pantalla, quien te dice.

jueves, septiembre 15, 2011

No digas que no te avisé

Hace años que te lo digo: los hechos horribles suceden en serie. Te lo dije por última vez en
http://viejossonlostrapos.blogspot.com/2011/04/llueven-nenas-y-camiones-con-asfalto.html
y una Anónima con dificultades cognitivas creyó que me reía de los tres nenes que cayeron por la ventana en un lapso de diez días y no se murieron. Nada más lejos. Lo comento para que no anden distraídos, para que tomen conciencia de que hay que cuidarse de la desgracia de esa semana, no de la de la semana pasada.
Es evidente que esta semana no hay que andar en tramportes públicos, sobre todo por la ciudad. Las combis que chocan con ómnibus en la ruta son un fenómeno ya pasado, por ejemplo. Hace como dos semanas que no hay ninguno de esos choques ruteros. Fijate que hay otras cosas que ya no suceden desde hace años, como los derrumbes de balcones con gente adentro y las caídas de ascensores. Gente que se cae de pisos altos y no le pasa nada, eso sigue ocurriendo con cierta frecuencia, pero no en forma de serie. Aunque habría que hacer un gráfico: tal vez tenga una regularidad que no se percibe a simple vista, por ejemplo cada 45 días o cada dos meses.
Ahora son tres las cosas en boga:  a) el choque bestial de colectivos, ómnibus y trenes en la ciudad que arroja gran cantidad de muertos, heridos y mutilados (porque uno lee 200 heridos y se queda tranquilo, pero heridos quiere decir sin brazos, sin piernas, con la cara desfigurada, paralíticos, internados durante meses, lisiados para toda la vida) http://www.lanacion.com.ar/choque-en-el-premetro-t46869; b) la turista europea violada (o violada + asesinada) en un paisaje idílico del interior http://www.infobae.com/notas/605671-Violaron-y-asaltaron-a-una-turista-espanola-en-las-sierras-cordobesas.html y c) la nena que desaparece y aparece unos días después, asesinada (http://www.lanacion.com.ar/1406326-amplia-su-indagatoria-el-carpintero-detenido-por-el-crimen) o viva (http://www.infobae.com/notas/605731-Emotivo-reencuentro-de-Daniela-con-su-madre-en-Bolivia).
Seguro que la Anónima Amarga tiene algo recriminatorio para comentar.  A ver, dale.

martes, septiembre 13, 2011

Qué buena es Rumble!

Anoche me quedé hasta las 4 de la mañana leyendo para terminarla. Es maravillosa, bestial y dulce.
Esa chica debería dejar el culo en una silla durante quince años y escribir sin parar para recuperar los años que perdió haciendo historietas. Aunque las historietas -antes de convertirse en agendas- también eran buenísimas.

lunes, septiembre 12, 2011

Pensamientos laterales

Yo no sé si a todo el mundo le pasa: cuando hago ciertas cosas se me dispara un pensamiento lateral que siempre es el mismo. Lo expliqué mal. Ahora te lo explico con un ejemplo: cada vez que pongo agua caliente en las cubeteras para hacer hielo me da risa porque me acuerdo de dónde salió esa idea tan absurda. Resulta que cuando yo tenía 20 años y vivía con mi marido #2 (R.L.), en el mismo piso vivía su hermano (H.L.) y compartíamos una zona común que era la cocina. H.L. era muy bromista y le encantaba contarme historias delirantes porque yo era muy crédula y eso estimulaba su inventiva para hacerme creer las cosas más disparatadas.
Una noche H.L. entró a la cocina cuando estaba llenando las cubeteras con agua de la canilla. Muy serio me dijo -No sabés que para que el hielo se haga más rápido hay que usar agua caliente? A mí me pareció raro, pero enseguida lo hice bajo su mirada atenta, y desde entonces seguí llenando las cubeteras con agua caliente. Eso trajo algunas complicaciones a mi vida doméstica porque cuanto más rápido necesitaba el hielo, más caliente tenía que estar el agua y eso requería una espera previa. Hace muy poco, menos de un año te diría, alguien me vio esperando que la pava se calentara para llenar las cubeteras y se asombró de que yo no me diera cuenta de lo irracional que era lo que estaba haciendo. Mientras le explicaba por qué lo hacía, me iba dando vergüenza porque realmente con sólo pensar un ratito cualquiera advierte que es una idiotez calentar agua para hacer hielo. Bueno, desde ese día a veces lleno las cubeteras con agua fría pero no lo hago del todo convencida y cada vez me acuerdo de H.L. y me pregunto si no habrá sido en serio que me lo dijo. Tal vez exista una causa, una ley de la física no muy conocida por la que el agua caliente se congele antes que el agua fría, pienso.
Bueno, creo que me fui un poco por las ramas. Lo que quería decir es que tengo muchos actos de mi vida asociados a ciertos pensamientos aunque a simple vista los dos factores no tengan nada que ver. Una cosa que me pasa siempre es que cuando me maquillo los ojos tengo miedo de que ocurra algo inesperado por lo que tenga que salir disparando con un ojo pintado y el otro no. Sé que ese pensamiento me apareció desde que vi una peli de John Cassavettes, (aunque tal vez no era de él y creo que era de él porque la actriz era Gena Rowlands, pero tampoco estoy segura), en la que una vieja se estaba maquillando los ojos y en cuanto terminaba de ponerse kilos de sombra y máscara en un ojo sucedía no sé qué cosa por la que tenía que salir corriendo de la casa y se quedaba así durante toda la peli, que era de suspenso. Era muy gracioso verla en esas situaciones de tanta tensión con un ojo pintado y el otro no. Entonces cuando me pinto trato de hacer uno y uno, el mismo paso en los dos ojos porque si viene un terremoto por lo menos saldré a medio pintar pero no asimétrica.

jueves, agosto 18, 2011

Día de Sacarles Punta a los Lápices

Tengo colecciones de lápices que voy usando poco o mucho según la época. Hace tiempo que tengo medio abandonados a los negros de grafito, que viven en su lata original desde hace varios años y ya están muy cortos de tan usados. Son una familia: desde el durísimo 3H hasta el 7B, que dibuja casi como una carbonilla. Después tengo los acuarelables, que son los que más estoy usando este año. Me gusta dibujar y pintar planos lisos de color y después ir tirando agua por partes para terminar el dibujo con pincel. Aparte tengo miles no acuarelables muy buenos y una caja de Caran D´Ache negra y dorada con diseño art déco de doce lápices de color pero dorados por fuera. Soy tan grasa que cuando los uso me siento Donatella Versace o Paris Hilton, asi que los mezquino para que no se gasten. Están casi nuevos. También tengo unos lápices de tiza preciosos de varias marcas, casi todos italianos. Esos dibujan opaco, cubren enseguida con una capa de color denso, y al terminar hay que tirarles fijador para que no se vuelen las partículas y se desdibuje lo que pintaste.
Hay un día en que me agarra un ataque de sacarles punta a todos. Mi apá me enseñó eso. Una noche cualquiera me hacía poner todos mis lápices (que eran doce Staedtler que me había mandado mi abuela alemana) sobre la mesa del comedor y les sacaba punta con una gillete sobre un papel de diario. Mientras tanto me decía que esa era la manera correcta de sacarles punta a los lápices, no con los berretas sacapuntas que dejan la punta cónica y áspera. Sólo la gillete podía hacer ese tallado como cuñitas y el raspado final de la mina hasta terminar en una punta larga y afiladísima. Yo lo hago con un cutter porque la gillete ya no existe. Es una pena, porque además de dejar los lápices preciosos te dejaba el costado del índice lleno de cortecitos superficiales como un carpaccio de dedo.


viernes, agosto 12, 2011

Todo vale

Lo que te parece desechable, insignificante, inservible, para otro puede ser un tesoro. Nunca desprecies nada, ni siquiera una pelusa del ombligo: todo tiene valor para alguien.
La uña que te cortaste, voló por el aire y no pudiste encontrar encima de la mesa ni debajo del sillón puede ser algo tan fantástico como ganarse la grande de Navidad, el loto y el quini 6 todo junto de un saque. Sólo hay que encontrar al interesado, y eso depende del azar.

-Iupi! Me salvé para toda la vida! dijo la hormiga que encontró mi medialuna de uña del dedo gordo detrás de la cortina.

Se le hacía agua la boca pensando en el banquete de queratina y células epiteliales córneas que se iba a dar en cuanto llegara a su cueva.
Tironeaba con todas sus fuerzas y pensaba que bien valía el esfuerzo, porque no todos los días uno encuentra algo precioso y en buen estado tirado por ahí. Hasta que apareció la muerta de hambre de su prima relamiéndose y frotándose las manitos.

-Te ayudo?

domingo, agosto 07, 2011

Mirame este piojo


Es de la cabeza de Lucio (nieto #1). Algunos domingos me deja que le pase el peine fino con vinagre tibio y que le saque coleópteros, arácnidos y larvas que observamos espantados gritando y rascándonos de la impresión. Hoy rescaté uno que nadaba pecho tratando de alcanzar la orilla de la fuente de loza donde sacudo el peine y lo subí a un portaobjetos para mirarlo en mi microscopio.
En la foto no se ve, pero agitaba las antenitas, abría y cerraba las pinzas de las patas y algo líquido se desplazaba por su tubito digestivo en sentido norte-sur, es decir, hacia el culo, con los típicos movimientos peristálticos que hacen las tripas. Uno agoniza, está condenado, se muere, pero los trabajos internos siguen su curso impávidos, como si no se enteraran. El alimento que estaba procesando era la sangre que acababa de chuparle a Lucio de la cabeza durante la siesta.

martes, mayo 31, 2011

Bill, Dominique, Arnold, Mahmud, ¿no tendrán ganas de cortársela?

Qué pensarán El Día Después, quiero decir después de manotearle las gomas y de rempujar contra la pared a una mina que jamás los hubiera mirado en el subte?  Pensarán? 
Si las atacadas no denunciaran, si la justicia no interviniera, seguirían haciendo su vida de banqueros o de celebrities como si tal cosa. Pero es notable cuánto cambió el mundo en estas últimas décadas. Sin embargo, qué poco cambió la relación de algunos hombres con su chota, tan parecida a la del Australopitecus con la suya
Hay dos cosas que le suman bochorno a las últimas noticias (que se vienen enhebrando según La Serie de Acontecimientos Encadenados que ya hemos comentado en este block): la sordidez del escenario de garche de esos hombres y la tristeza de las víctimas que el azar les pone delante de la bragueta. 

A Clinton no le salió tan mal porque Hillary lo necesitaba para su carrera política, y la gordita Lewinsky era una pasante pero también una vivilla golosa. Pero imaginarlos de dorapa contra la boisserie del salón oval a pleno día, mientras los jardineros cortaban el césped a un metro, detrás de la ventana, da escalofríos. A mí no se me hubiera parado ni ahí.
Lo de los banqueros es más bestial y con peor resultado. Ni asomo de romance ni intento de levante: ataque de gorila hambriento sobre cualquier pedazo de cosa comestible. ¿Habrán pensado que no se iba a saber porque eran poderosos? 
Más allá de la indignación, lo de Strauss Kahn y lo de Mahmud Abdel Salam también da vergüenza ajena. Mucha economía de alto vuelo, mucha estrategia financiera y no saben ni hacerse una buena paja, que trae tantas satisfacciones sin ningún riesgo? 
Lo de Schwarzenegger en cambio me da una pena infinita. No por él, acromegálico bestial, sino por todos los otros. Las mujeres.Y los nenes de una y de otra. Imaginar la situación en esa casa, con la latina fregando los baños y la gringa organizando parties, las dos embarazadas a la vez, es espantoso. Las sonrisas y la representación de la armonía familiar, las barbacoas y los cocktails, el caretaje, la carrera política, la buena educación, qué pesadilla escondían detrás. ¿Cómo se puede vivir después de eso?


Debe ser atroz vivir adherido a un caballo que se desboca y te lleva a cualquier lugar en cualquier momento. Seguro que en algún momento desearon extirpárselo y andar a pie aunque sea para descansar un rato. 

viernes, mayo 13, 2011

Cuánta razón tenía Pino

Cuando Pino Solanas Pacheco dijo "me vuelvo loco si me sacan Fibertel" lo comprendí como sólo un alma gemela puede comprender a otra. Nuestros espíritus de señora gorda vibraron a la par ante la amenaza de quedarnos sin servidor. Y otra vez hasta hace un rato tanto él como yo contemplamos aterrados mirando el reloj minuto a minuto la evolución del black out de Blogger, que nos dejó sin poder postear ni commentar durante 24 horas. Imaginate lo que fue para mi, que vivo zangoloteándome entre Gran Pato Criollo, La Flojita de Gatillo y Sea of Shoes. Creí que me moría. Por favor, por favor, que no vuelvan a hacernos algo así.

martes, abril 26, 2011

La Pascua intervenida y mejorada




Mientras los escondo en las plantas me acuerdo del abuelo alemán de mis primos, que haciéndose el distraído me guiaba por el jardín de su casa para que encontrara los huevos antes que ellos, que eran unas bestias más grandes que yo. Se llamaba el Opa, y tenía los ojos de un color azul que asustaba. Todavía me acuerdo: me quedaba un poco paralizada cuando sin querer lo miraba de cerca.
Siempre festejábamos Pascuas con grandes y largos desayunos después de la caza de huevos, pero antes había que lavarse la cara a las diez de la mañana. Mi amá controlaba que el agua fuera mucha y bien fría y que la hora fuera exacta. ¿Existirá esa tradición o era un invento de mi amá para justificar una vez en el año su inclinación perversa a la higiene? Yo reproduje la tradición para mis hijos desde que eran muy chiquitos, sin parar hasta hoy, con huevos pintados por mí y un precioso desayuno con galletitas, panes y roscas caseras con mazapán y almendras, pero descarté de una la parte de lavarse la cara. Ni para ir al cole los obligaba. Les sacaba las lagañas con los dedos o con una toalla humedecida con agua tibia y chau, asi se despertaban de a poco. Siempre me pareció violento tener que lavarse la cara como un ritual de iniciación todos los días de tu vida, hasta en invierno, hasta en el campo, cuando el agua salía congelada de las canillas. ¿Por qué hay que lavarse la cara a la mañana, cuando estás tan sensible que la luz, el frío y los ruidos parecen tan crueles?
Este año también cambié el horario. Hasta el año pasado por inercia lo seguía festejando con el desayuno, pero como todos son grandes, por no decir un poco viejos, llegaban cerca del mediodía. Antes salían la noche anterior y se acostaban tarde, y ahora duermen poco porque sus hijos los despiertan varias veces en la noche. Al fin terminábamos tomando el desayuno pascual a las dos de la tarde y campeando los huevos bajo el sol, con lo malo que es eso para el chocolate. Este año lo festejamos a la hora del té, cuando el sol ya no pega en las plantas y la mala noche ya no reverbera en sus cerebros porque tuvieron tiempo de resetearlo con la siesta. Los nietos eran sólo dos, los que viven en Buenos Aires. A uno sólo le interesaban los huevos duros pintados por mí. Los encontraba, los sacaba uno por uno y los ponía en orden sobre la mesa. Parecía no ver los gigantescos huevos envueltos en papeles dorados que asomaban en los rincones, aunque se los señalábamos haciendo aspavientos de sorpresa. En cambio el otro sólo registraba ésos, los comprados, pero no se animaba a sacarlos de su escondite. Después recibí las fotos de T., que vive en Arrecifes, con su carita de escocés muy seria y el pelo recién cortado, mirando los huevitos que encontró en el jardín. Como parte del proceso de modernización, este año no hice la rosca. La compré en La Argentina, aunque tenía un horrendo adorno de frutas confitadas encima. Pero igual nadie la probó. Me la estoy morfando en este momento, a las 4 de la mañana, con un tazón de café con leche. Está bastante buena.
Me encantó que mi obstinación en seguir festejando las Pascuas sin saltearme ni un solo año dio buen resultado: aunque muchas veces parecía no tener sentido hacerlo para esos adolescentes que manoteaban los huevos con indiferencia y se los morfaban en silencio medio dormidos con las patas sobre la mesa, ahora se ve que sí tenía sentido. Se reinició el ciclo con una nueva generación de bebitos que cada año serán mejores cazadores de huevos. El cambio de horario del festejo y la eliminación del aborrecible lavado de cara también son mejoras que hay que tener en cuenta.

sábado, abril 16, 2011

Paley, Pauls, Pavese

Estaba en Strand para cumplir con mi visita ritual a uno de los lugares donde podría quedarme durante varias semanas sin necesidad de salir a tomar aire. Hace más de diez años era una gran pila de pilas y pilas de libros mal clasificados donde por azar o si te tocaba un empleado amable podías encontrar el que venías buscando y ya no pensabas encontrar. Ahí encontré una primera edición de The Bell Jar, de Sylvia Plath, justo cuando con Cynthia Mansfield, mi querida amiga que se murió unos meses después, estábamos tratando de hacer un trabajo sobre ella y ni esperábamos encontrarlo alguna vez. Estaba de plano sobre una estufa al fondo de un pasillo y no sé por qué me dirigí hacia ese cul de sac como abducida por una fuerza magnética, levanté el libro sabiendo que era y era, era.
Ahora Strand está aburguesado. Todo está organizado, hay señalización en las estanterías y en cada pasillo. Venden bolsas de lona, señaladores y garchitas superfluas cerca de las cajas. Ya no es tan bonito como antes pero igual es preciosa la sensación de poder sumergirte en todos los libros del mundo. Andar por ahí es como nadar en medio del Atlántico cuando siempre nadaste en pelopinchos (las librerías normales vendrían a ser las pelopinchos, digo por si no entendiste la metáfora).
Bueno, esta vez fui a comprar el nuevo libro de Maira Kalman (deseo recién inyectado en mi cerebro por Tommy Barban) y miré un poco a ver si había algo de Grace Paley. Encontré este

y de repente mi mirada periférica se sobresaltó al tropezar con una palabra inesperada: PAULS. Lo saqué a la luz y casi sin poder creerlo vi que era El Pasado, si, el El Pasado de Pauls. Qué emoción me agarró. No sé si porque tiene tapa dura, porque el papel es más grueso o la tipografía más grande o ambas cosas a la vez, pero en inglés es un ladrillazo tremendo, mucho más impresionante que en castellano. Estaba ahí traducido y tranquilo, sin hacer alharaca, esperando paciente entre Paley y Pavese. Le saqué esta foto para que vean, analfas. Y no se hagan los cínicos y los que están de vuelta. A todos nos encantaría que nos traduzcan y que alguien nos lea en un idioma.

jueves, abril 14, 2011

Libros que leo

Este si que me gusta mucho. El anterior se llamaba Hidrografía doméstica y me encantó también, pero tal vez más. A este me lo llevé a Nueva York y lo leí durante tres noches. No sé si me gustó porque es bueno o por lo raras que fueron esas noches y lo bien que esa rareza ensamblaba con el texto. Dormía en un cuarto de dos por dos y éramos dos en una cama de una plaza con una sábana y un edredón. Afuera había 10 grados bajo cero y adentro un caño vertical que atravesaba todo el edifico calentaba los cuartos hasta una temperatura infernal, pero por una misteriosa disposición del consorcio no se podían abrir las ventanas. Ahí adentro te sentías como en un submarino atómico encallado a cincuenta metros de profundidad con el sistema de ventilación averiado.  Me metía en mi sector de la cama, que por otra disposición era el del lado de la pared, prendía mi linternita de leer de Brookstone que me acompaña desde hace muchos años y me sancochaba en ese mundo del libro de Castro hasta las dos o tres de la mañana. Los vaivenes de la noche hacían que de repente me despertara destapada, muerta de calor y aplastada de jeta contra la pared. Esa sensación de la medianera helada a lo largo de mí desde la frente hasta el dorso de las patas y los Fahrenheit a full en la parte de atrás desde el cráneo hasta los dedos de los pies era maravillosa. Medio dormida no sabía dónde estaba ni quién era y algunas veces creí ser un Charlotte recién servido en una mesa de Banchero.

lunes, abril 11, 2011

Libros que leo


Este de Bellatin lo encontré en una librería de Córdoba el año pasado. No había leído ninguno de esos cuentos pero no fue por eso que lo compré. Lo que más me gustó es el berretismo de la edición (venezolana de 2005) y algo más importante: el libro está perforado de lado a lado por algo que tal vez sea dos ganchos metálicos pero que en un primer momento me pareció que eran dos balines de aire comprimido.
Me gusta mucho Bellatin pero no sé por qué todos sus libros me dejan triste.

viernes, abril 08, 2011

Llueven nenas y camiones con asfalto

Te dije, te dije, te lo dije hace años. Ya no me acuerdo de cómo se hacía para poner el link a posts de mi propio block como un uroboro que se muerde la cola, pero sé que lo publiqué: decía que las cosas ocurren por series. En ese momento caían camiones de las autopistas, antes había sido la era de los ascensores y más antes la de los balcones. Ahora parece estar agotada la serie Mujer Incendiada por el Marido, pero florece la de La Nena que cae de un Quinto Piso, Rebota en un Toldo y Sobrevive por Milagro. Ya van como cuatro en estos seis meses. La serie Camión Cargado con Asfalto que Cae o se Vuelca y Derrama su Contenido es muy reciente: van sólo dos en diez días.

jueves, abril 07, 2011

Qué rabia me dan las rabas

Nunca me salen bien. Compro el bicho en el barrio chino, lo espulgo y lo proceso según las indicaciones más confiables y siempre quedan insípidas y correosas. Se resisten a ser amansadas. Las que hice hoy parecen rodajas de manguera.
Y mientras tanto ensucié toda la cocina con harina y seguro que me quedó olor a fritanga en el pelo. Me había servido un vino blanco esperando reproducir esa combinación mágica de los veraneos, las rabas bien calientes y el vino bien frío, y resulta que estoy terminando la copa de vino ya tibio con un triángulo de Toblerone amargo con la idea de disolver el neoprene de las dos rodajas que mastiqué, decepcionada pero con constancia.
Las rabas son como el pato, seres empecinados post mortem en su consistencia.

lunes, abril 04, 2011

En New York se usa la piel de gallina

pero nada más que en las piernas. Hay esas minas que son como las de una serie de TV que no se cómo se llama (pero ustedes deben saber: son un grupo de amigas, unas guachas cancheras, profesionales, que se garchan todo y caminan por la ciudad como liberadas pero con tacos altísimos). Una de ellas, sobre todo, es horrenda. Es ojijunta, caballuna y tiene  los labios finitos. Tal vez no es exactamente así pero es el recuerdo que tengo de ella. Me parece que a los gringos les encanta porque aparece siempre en las revistas o en notas en los diarios. Bueno, minas así hay a montones por la calle en New York. Entre tapado, cartera, bijouterie, zapatos y gimnasio llevan encima varias decenas de miles de dólares, pero por alguna razón ninguna tiene medias. Se ve que se usa mostrar las gambas al natural, pero la cosa es que con esa primavera puta que tienen de dos grados bajo cero, llovizna y nieve, andar con tacos de doce centímetros y pollera hasta las rodillas es un cago de frío. Van caminando como las de la serie haciéndose las independientes con su ropa fantástica y las piernitas que asoman abajo, con exceso de bicicleta y cinta en los gemelos, falta de tejido subcutáneo y la piel erizada y azulenca como la de un pollo recién desplumado.

sábado, abril 02, 2011

Una guitarra de Picasso

En el Moma vi una muestra sobre las guitarras de Picasso. En todas las exposiciones los curadores exprimen el tema hasta un punto desesperante. ¿Querés guitarra? Entonces enterate de la historia de los instrumentos de cuerda, fijate en todos los cuadros donde aparece una guitarra, un laúd o una mandolina, mirate todos los chonguitos sonrosados tañedores de Caravaggio, informate sobre los distintos tipos de cuerdas: sintéticas, de tripa de chancho, de nylon, mirá en orden cronológico todos los cuadros donde aparece una guitarra, en fin, cuando salgas de aquí no vas a querer saber nada más sobre guitarras por el resto de tu vida. Soy injusta: esta muestra no es así; sólo exhibe todos los bocetos, dibujos, collages y cuadros que hizo Picasso cuando se le dio por las guitarras, y dos guitarritas corpóreas, una de cartón y otra de lata. Así como te digo que el arte conceptual malo me saca de las casillas, el arte de Picasso a veces me gusta y a veces no, pero siempre entiendo cuál es la gracia, nunca nada de él me parece al cuete, pretencioso ni aburrido.
Me acuerdo de la primera vez que ví la guitarrita de cartón, hace como 16 o 17 años, la primera vez que vine a Nueva York. Estábamos acá con un grupo de artistas plásticos por una muestra colectiva que había organizado Ruth Benzacar: eran Victor Grippo, Jacques Bedel, Norberto Gómez, Tatato Benedit y tal vez algún otro. Yo me fui sola al Moma y vagué durante horas. De repente me quedé patitiesa. Estaba ante la guitarrita de Picasso y me pareció tan pura, tan perfecta, tan alegre, tan inocente, que no podía evitar sonreír cuando la miraba. Daba una vuelta por ahí y volvía para verla una vez y otra vez. Después nos encontramos todos en un bar, me senté al lado de Grippo y él me preguntó que había estado haciendo. Le dije que había visto la guitarrita de cartón de Picasso. -Y ustedes, ¿cómo es que siguen pintando después de eso?, le dije (juro que sin mala intención, sólo porque no me imaginaba que siendo artista plástico uno tuviera ganas de seguir y seguir haciendo las cosas que hacían ellos sin deprimirse después de haber visto la guitarrita solitaria de Picasso colgada en el Moma).

jueves, marzo 31, 2011

Viste que no somos más japoneses?

Cuando pusieron la bomba en la AMIA me encontré por la calle con la mamá de un amigo, viejarra paqueta siempre preocupada por las grandes tragedias de la Humanidad, como la extinción de las ballenas y del atún rojo. Venía caminando excitada, me agarró del brazo y me dijo con voz temblorosa -Ahora somos todos judíos!
-Tas loca, le dije, no es tan fácil ser judío. No creas que cualquiera se puede apropiar de una identidad ajena sólo porque lo decida en forma unilateral, sólo porque se identifique con el problema o el dolor del otro. ¿Te creés que es tan sencillo? ¿Y te hiciste judía hoy que pusieron una bomba en Buenos Aires? ¿Quiere decir que otras cositas que le pasaron durante toda la historia al pueblo judío no te parecían suficientes? ¿Quiere decir que sólo vale lo que acaba de suceder? ¿Y que sólo si pertenece a determinado grupo uno puede identificarse con su sufrimiento?
Unos años después algunos fueron norteamericanos cuando derribaron las torres gemelas, y otros fueron haitianos por unos días cuando ocurrió el espantoso terremoto. Hace unas semanas muchos occidentales amanecieron japoneses y se quedaron así como cuatro o cinco días: fueron al Obelisco, se pintaron la cara de blanco con cachetes rojos, plegaron unos origamis que les salieron como el culo, hicieron colectas y reenviaron links a filmaciones de you tube con perros heroicos y pescadores valientes. Claro que los duros de siempre no se dejaron conmover por las decenas de miles de muertos porque aunque eran nenes tiernos, obreros tristes, mujeres cansadas, pobres, embarazadas, hombres buenos, viejos doloridos, formaban parte de un estado imperialista, invasor, marcial y próspero. La idea de que se lo tenían un poco merecido se fortaleció cuando se supo la cuestión de los reactores nucleares que empezaron a escupir radiactividad a lo loco. Pero bueno, también esa gente se alegró cuando tiraron las torres porque pensaban que estaban llenas de ejecutivos norteamericanos imperialistas y explotadores con trajes y macs carísimas. Cuando supieron que la gran mayoría de los muertos eran indios y latinos que estaban sirviendo café o limpiando los baños, ¿se habrán entristecido un poco?
La cosa es que ya no quedan japoneses vocacionales en la Argentina. Hablales del terremoto, del tsunami, del escape radiactivo y vas a ver que casi no se acuerdan. En cambio, los japoneses de verdad seguro que sí. Es que no es tan fácil ser lo que uno no es, viste que te dije?

martes, marzo 29, 2011

Manhattan es una poronga de acá a la China

 
Es hora de que alguien lo diga: el mapa de Manhattan es el esquema anatómico de un zodape aunque no quieras verlo así. Acá te pongo las dos imágenes. Decime si no. Yo creo que eso debe tener alguna influencia sobre la psicología de la gente. Vivir en un testículo será diferente a circular por el glande o a trasladarse a lo largo de la uretra todas las mañanas? Las caras de orto de algunas personas en el subte tendrán que ver con ese permanente moverse de punta a punta y alrededor de una gigantesca chota siempre caída?
No sé. Ustedes dirán.

lunes, marzo 21, 2011

Cuál es el concepto del arte conceptual?

El problema es que en general no hay ningún concepto, salvo mostrar una idea divagante o una visión hipnopómpica (te cagué con la palabra, confesalo) en un lugar cool donde tus amigos y cuatro críticos toman unos traguitos de mala calidad, estrategia de marketing de una bodega.
La ausencia de concepto del arte conceptual llega a veces a extremos que te dejan patitieso. Hace unos años, la muestra consistía en que elegías un texto de entre varios, arrancabas un papelito como los que pegan los paseaperros en los postes, hacías una cola y te daban una fotocopia de ese texto. Como esto ocurría en la Argentina, la fotocopiadora no tenía tinta, asi que te derivaban a una casa de apuntes cerca de la facultad de filosofía, donde varios días después tenías que entregar el papelito para que te la dieran gratis. Los artistas creían que el concepto era elegir el texto y hacer la cola para obtener tu fotocopia, pero a mí me pareció un gran concepto que no tuvieran guita para comprar un cartucho de tinta y tuvieras que hacer otra cola frente a una fotocopiadora que nada tenía que ver con los artistas ni con el arte.
Aquí ha llegado el momento de que confiese algo (la onda mirá cómo salgo del water closet y exhibo mi intimidad ha llegado a lamber también estas viejas orillas): tengo una sobrina y un yerno artistas conceptuales. Lo que sería la sobrina vive en Nueva York, tiene una galería de arte y en este mismo momento está haciendo una muestra que consiste en mostrar que tiene una galería de arte. En un gran salón vacío se exhiben unos papeles que la galería intercambió con una artista brasileña para invitarla a exponer. Eso es todo. Creo que había además un intento forzado de explicar que todo eso estaba por fuera del capitalismo, porque el ingrediente me cago en el capitalismo es fundamental para ser un artista respetado dentro del capitalismo. A la vernissage fueron todos los modernos de Nueva York, la prensa especializada y decenas de celebrities, miraron los papeles, se copetearon la promoción de la bodega y chau picho.
Mi yerno artista conceptual es otra cosa. Me gusta lo que hace. Agarra una línea de pensamiento, la desarrolla, imagina a partir de ahí consecuencias probables, elabora objetos que tienen que ver con eso, cosas originales que funcionan o cosas gráficas atractivas y graciosas, textos inteligentes que aunque parecen dispersos llegan al concepto por un lado inesperado. Todo lo que hace es lindo y está bien hecho.
Una de sus obras se llama La Esquina Indicada. Te espera en un lugar determinado y te lleva en un auto a dar una vuelta de media hora -todo perfectamente pautado, como una coreografía-  escuchando con auriculares un programa de radio que creó y montó. En el trayecto el audio te explica cosas desconocidas de lugares por los que vas pasando, como en una clase de conocimiento urbano, y aparte hay textos bonitos, músicas cantadas y traducidas en simultáneo por una voz maravillosa, un reportaje a Mariano Blatt que lee un poema precioso, propuestas tecnológicas bizarras, y al fin te bajás y te quedan repicando en la cabeza posibilidades de reproducir y ampliar eso mismo que antes nunca se te hubieran ocurrido.
Me parece que eso sí es arte y es conceptual. Pero garchas como una del Moma del año pasado, que era una filmación eternamente larga y aburrida de calles de Manhattan que pretendía transmitir algo así como "El arte no sólo está en las galerías de arte. Todos podemos hacer arte sin depender de las galerías de arte del capitalismo", dejame de joder, no es arte ni es conceptual. Andá a laburar.

domingo, marzo 20, 2011

Viste que volví?

Es que estoy de vacaciones por diez días. Grabé mensajes de que no estoy en el celuloide y en el correo electrónico, le pedí a mi querido amigo Adolfo que atienda a los pacientes desesperados, y me vine a Nueva York a revolcarme en el suelo con mi nieto #4, el de 14 meses.
Junto con la sensación de vacaciones me agarraron ganas de volver a escribir en el block. Le saqué el lituano y le puse un idioma comprensible porque era un kilombo entender las instrucciones, le cambié dos o tres veces el diseño y exploré un poco los nuevos gadgets. Quería poner uno que tiene Link, que son los títulos que se acercan y se alejan como en un remolino, algo re Hitchcock que me encantó pero no lo encuentro. Otro que quiero poner es que aparezcan las tapas de los libros que estoy leyendo, pero para eso supongo que debería fotografiarlos o escanearlos y hacer un link. No sé, ya que tengo un poco de tiempo libre voy a seguir investigando. Pero todavía tengo que escribir el editorial de la revista que dirijo y doy vueltas con eso en vez de poner el culo en la silla y escribir de una vez. Miro por la ventana a través de unas plantas muy lindas la escalera de incendios tan West Side Story, la pared de ladrillos sucios, el cielo newyorkino, me miro una uña rota pintada de turquesa y empiezo a pensar en todo el abrigo que me tengo que poner antes de salir a boludear por la calle todo lo que queda del día.
Planes: 1. ir al museo de ciencias naturales, donde hay una muestra sobre el cerebro, 2. pasarme un día en Strand, la librería que amo porque allí encontré la primera edición de The Bell Jar acostadita sobre una estufa (apagada), 3. ir a Coffe Shop a morfar unos langostinos con coco rallado y salsa de mango y 4. buscar el nuevo libro de una escritora-pintora que no conocía y que me encanta, que se llama Maira Kalman y que conocí porque Tommy Barban me regaló su libro anterior, maravilloso. Se aceptan sugerencias.

sábado, marzo 19, 2011

Algo sobre el arte moderno

Cuando lo diga me voy a acordar de mi apá. Para él, lo único respetable en arte eran los clásicos. Era escéptico y conservador y todo lo que no fuera Beethoven, Mozart, Bach, Goethe, Rembrandt, Velázquez y tres o cuatro equivalentes le parecía sospechoso, berreta, innecesario. Era sorprendente que fuera de esa lista le gustaban algunos exóticos, como Faulkner y Roa Bastos. Y al final, de tanto vivir en Buenos Aires había aceptado, aunque con reservas, a Eduardo Falú, a Mercedes Sosa y a Fernando Fader, que le parecían el máximo de modernismo tolerable. Los Beatles y el rock lo sacaban de las casillas. Yo era amiga de artistas plásticos remodernos y de vez en cuando hacía el intento de enseñarle cosas nuevas. No podía creer que no le gustaran y suponía que podía torcer hacia lados más originales su formación de alemán cuadrado. Él, de tanto que me quería, aceptaba refunfuñando y con la condición de que después fuéramos a clavarnos unas pizzas a Güerrin o un goulasch al ABC. Pero ya desde la esquina empezaba a mirar con desconfianza y se empacaba en la puerta de la muestra con aire ofendido. Al fin entraba haciendo gestos ostentosos de repudio, echaba una mirada alrededor, resoplaba ante un cuadro o una instalación y como si le hablara al artista decía en voz demasiado alta: Ma, andá a laburar!
Después, ante la fugazzetta y el vaso de moscato se internaba en teorías abstrusas sobre lo que es y no es arte que yo no era capaz de rebatir. En primer lugar porque era imposible razonar con él, y en segundo porque me daba mucha risa escuchar sus críticas indignadas. Todos sus argumentos llevaban al mismo punto: el tipo no tenía talento, ni ideas ni técnica y no tenía nada que ver con el arte; se aprovechaba del snobismo del público montando esos objetos deleznables para hacerse pasar por artista, pero en realidad era un vivillo que había encontrado un buen tongo para pasarla bien sin laburar.
La verdá la verdá, a cada rato me pasa que veo muestras de garchas inconmensurables que sólo se explican por el inmenso tedio, el excesivo tiempo libre y la mirada autoreferencial, cuadros con miles de rayitas monótonas, esquemas sin gracia trazados sobre la página de un cuaderno y exhibidos como si fueran el germen de un nuevo movimiento artístico, telas pintadas en una forma horrible por un autodidacta que cree que no tiene nada que aprender de nadie, y aunque no se me nota porque soy más civilizada que mi apá, maldigo la soberbia de esos zopencos que por alguna razón secreta se autodenominan artistas y digo mil veces para mí delante de cada objeto Ma, andá a laburar! y después me voy a morfar una porción de fugazzetta y una de muzza con un buen vaso de moscato helado, que levanto apenas y en silencio en homenaje a mi apá.

lunes, marzo 14, 2011

qué garcha lo de Japón

No sólo porque los viste correr delante de la ola y te pareció que no gritaban porque el video no tiene audio, no sólo porque el mar se tragó sus casitas y revolcó sus autos, sus sillones y sus sartenes, no sólo porque salían corriendo de los trenes y los bondis sólo para ser devorados por el agua salada que ya era barro, no sólo porque miles de esas delicadas mujeres con sus miles de adorables bebitos de cabeza chata fueron arrastradas y golpeadas contra paredes y suelos hasta morir, no sólo por eso. También por las fisuras en las centrales atómicas que dejan escapar radiactividad que transformará a los sobrevivientes en cadáveres ambulantes, en personas con fecha de vencimiento inamovible, en nenes con obsolescencia programada. Sobre todo porque esas pestes flotarán en el espacio y caerán como un polvo invisible sobre todos nosotros, japoneses y occidentales, dentro de 50, de 60 años, y harán que tus hijos y mis nietos tengan leucemias, linfomas, cánceres de tiroides y del sistema nervioso central cuando ya nadie recuerde el accidente termonuclear producido por el terremoto de 2011.
Mi hijo Juan lava los platos en Arrecifes, yo tomo una copa de vino y hablamos de eso. Coherente con la visión que siempre tuvo de todas las cosas argumenta mientras frota una olla en la que hice una salsa de aceitunas negras y hongos de pino y dice que ta todo bien, que no hay nada que hacer, que no hay que calentarse y al final dice que nacer o no nacer sé igual, que si no nacés podés vivir igual en un plano electromagnético, sin las limitaciones estrictas que sufrimos los que ya nacimos. Para una conciencia, vivir en forma de materia es algo inconcebible, termina diciendo. La materia es algo demasiado tosco para algo tan delicado como un espíritu, dice mientras sacude las migas del mantel.

viernes, marzo 04, 2011

El que me mata es Klimt

Lástima que sea remera. Cuando algo es remera, señalador o poster, es muy difícil remontar la falta de sentido. Con Schiele pasa lo mismo. Demasiado buen ilustrador, demasiadas reproducciones en paredes y menúes de restaurantes, demasiado buen mozo y joven para morirse. Sé mucho de él porque es una de las víctimas más notorias de la epidemia de gripe A (H1N1) de 1918. Y porque a veces me pasma la hermosura de algunos de sus trazos y chorrazos de color. Pero Klimt es otra cosa. En la Neue Galerie están esos retratos de mujeres maravillosos, con la piel pintada con pinceladas chiquitas de pincel lengua de gato y alrededor mil diseñitos japoneses o disparatados que forman planos arbitrarios sólo para que la totalidad tenga un equilibrio perfecto. La belleza y la intención oculta de las caras. El calor que irradia la carne. La voluptuosidad de esos bordados y esos géneros. Y después los paisajes. Los árboles gigantescos aplastados contra las nubes grises compactas y un cuadradito de cielo celeste que se refleja en el suelo como una lucecita clara allá al fondo del pasto verde oscuro. Es maravilloso Klimt. Después de ver diez de sus telas no es posible ver nada más por varios días, hasta que la impresión se disuelve y uno puede seguir con su vida como si tal cosa.