Lo que pasa es que me pasan muchas cosas, todas buenas pero todas más urgentes que sentarme a postear. Yo hago una síntesis y ustedes se lo imaginan.
Creo que me poseyó el espíritu de fin de año, eso de hacer un balance benévolo con uno mismo y una lista de propósitos para ser un poco menos hijo de puta o menos boludo el año siguiente. Yo no hago eso concientemente pero tal vez lo hago sin darme cuenta. Cuando cumplo años sí lo hago, y últimamente estoy cumpliendo unas cifras de esas que si no sos un botarate te obligan a reflexionar sobre lo que hiciste hasta ahora y lo que te queda por hacer en esos no más de 20 años que te quedan.
A mí me encanta todo eso de las fiestas y me cago en los vinagres que las odian. No sé en abril o mayo, pero en junio seguro que ya estoy esperando que sea Navidad. Me paso todo noviembre y diciembre preparando la Nochebuena, pensando qué sorpresa le puedo dar a tal persona, qué desea otra, qué mantel voy a poner, quiénes van a venir, qué figuritas victorianas voy a colgar este año y eso.
Este año leí en Radar unas opiniones recancheras de gente seleccionada entre lo más cool de Buenos Aires. Todos contaban por qué no les simpatiza o les es indiferente Papanuel. A uno porque acá hace calor y no frío como en los países nórdicos y en consecuencia el pino y las nueces son una trasculturación demasiado abrigada; a otro porque tiene que reunirse con la familia a la que odia; a otro porque le trae malos recuerdos de su infancia de mierda y a todos en general por eso del consumismo que ya sabemos que está remal visto. A mí me chupa un huevo todo eso. Yo hice una comida maravillosa, ecuménica, y éramos montones sumando ex maridos, ex mujeres, hijos de amigos, amigos de amigos, muchos desahuciados y solitarios. Hablamos horas, nos reímos, nos abrazamos, nos reencontramos, morfamos pantagruélicamente peceto con salsa de queso, pechuguitas de posho con chutneys, salmón con sésamo, taboulé, hummus, papas con perejil y crema y de postre un montonazo de cerezas con yelo. Ah, y después morfamos turrones españoles y una tarta de almendras. Todo como para salir después a la nieve, volverse en trineo a la casa y no sentir tanto el frío. Entre los invitados había tres nenes que cuando vieron el arbolito iluminado y rodeado de paquetes maravillosos saltaban y rebotaban de nervios, de felicidad y de sorpresa. Había otro nene pero tan chiquito que no se enteró de nada: dormía en su moisés sobre dos sillas, indiferente al quilombo que lo rodeaba. Era mi nieto Lucio que estaba viviendo su primera Navidad bajo el imperio de la cultura Heidi que su abuela cultiva con mano férrea. A las 12 todo alrededor empezó a explotar de cuetes y de fuegos artificiales y salimos al balcón a mirar. En ese momento siempre me imagino que mientras todos creemos que son bengalas y cañitas, están haciendo explotar bombas por toda la ciudad, pero no digo nada porque me dirían aguafiestas. También pienso otras cosas horribles: en toda la gente que está internada y oye todo desde la cama del hospital, en los que viven en la calle y ven el jolgorio desde afuera, en los que están presos y lo ven desde adentro, en las personas que están solas, en las que piensan en personas queridas que no están más y en la gente que en días así estuvo encerrada, aislada de su familia y esperando que la mataran. Pero juro que tampoco digo nada de eso y ni siquiera se me nota.
Después de la Nochebuena propiamente bicha cayó un amigo y les ofreció merca con un tubito a todos los presentes, sin saltearse a mi mamá de 90 años y a una señora soltera de 65 años que hasta ese momento creía que la Cindor caliente era lo más fuerte que uno podía mandarse al coleto. Mi mamá no aceptó, debo aclarar para que su nombre quede a salvo.
Además de preparar la Navidad durante todo dicembre estuve haciendo toallas para los bebes (Lucio y Teodoro, el que va nacer en marzo). Compré un montonazo de género de toalla blanco, buenísimo, y corté toallas grandes y chicas, les puse bies alrededor y les pegué unas letras de género liberty enormes: unas L y unas T medio mariconas de florcitas azules y lilas.
También estuve preparando las cosas que la nena V., la última que nos quedaba en casa, se va a llevar en enero, cuando se mude a vivir sola. Y en un mueble enorme que hice hacer en la cocina ordené toda la vajilla y agregué un juego entero bellísimo antiguo que me regaló mi amiga M.E., porque se va a Italia y un montón de copas y vasos que me regaló mi amiga G.F. de la casa de sus papás, que se murieron este año. O sea que mi casa, en lugar de ir achicándose como pasa con los nidos vacíos, se está llenando de más cosas lindas, como soperas, fuentes térmicas, copas polacas y tazas de loza craquelé con borde dorado.
También tuvimos que comprar algo de infraestructura bebal: un objeto que se llama huevito, (que cuando mis chicos eran chicos se llamaba bebesit), para sentar a los bebes. Ahora son de mejor diseño y es más difícil que el bebe se desnuque si patalea sobre la mesa. Después tuvimos que comprar un coche para llevar bebes acostados y sentados y un moisés para que duerman horizontales. Digo que tuvimos porque por suerte nos prestan bastante a nuestro primer nieto. Un día para poder salir, otro para poder dormir un rato a la tarde, otro para ir a una reunión, asi de a cachitos nos lo dan y aprovechamos para olerlo a piacere, para acariciarle el lomito, que es muy peludo, y el culito que todavía es triangular como el de una hormiga. Un día a la mañana estaba por salir a correr y me llaman y me preguntan con voz trémula de sueño "Podrías buscarlo y llevártelo hasta la próxima teta para poder dormir un rato?". Imaginate: apunté las zapatillas para allá y me lo llevé conmigo a caminar dos horas. Me senté en una plaza (de las que ya había investigado para elegir las más lindas y menos cagadas por los perros) y lo acaricié y lo olisqueé como al mejor ramito de jazmines y el tipito estaba relajado, feliz, mirando la copa de los árboles y de repente pasó algo increíble: me clava los ojitos y ME SONRÍE. Eso si que no se lo pueden imaginar. El área visual de su cerebrito empezó a registrar imágenes, en el radar apareció la cara de su abuela y va y le sonríe. Qué hace que esa almita tan recién nacida registre el amor? Cómo puede ser que ese animalito que no sabe nada de nada reaccione por reflejo a la sonrisa con una sonrisa? Me morí.
Bueno, eso me ocupa todos los ratitos que me dejan libres los pacientes (que son muchos, muy queridos y muy presentes), todo lo que estoy escribiendo, las clases que tengo que dar y las que tomo: dibujo y alemán. Pero además estoy juntando pedazos de madera para fabricar autos y trenes y pensando cómo voy a fabricar títeres con papel maché y géneros lindos.
-En el cuarto que V. deja libre qué vamos a hacer? -le pregunto a mi chico, que siempre se caracterizó por su sensatez y por su austera estética anti-alpina que equilibra mi tendencia a la exhuberancia.
-Un cuarto para nietos, obvio -me contesta.
Eso me dió via libre para imaginarme el cuarto de nietos más alucinante del mundo, fijate: un fouton para que un grande pueda desmayarse ahí mientras ellos juegan, pero además una cuna plegable, una gran alfombra mullida hecha por mí, juguetes en los estantes, un teatrito,una mesa para dibujar, cortinas nuevas para que el sol se filtre.
Pero todavía no les dí la noticia más grande, la que me tiene loca, la que me provoca unos insomnios excitados y acelerados hasta que amanece. Agarrate de lo que puedas.
ESPERO CUATRO NIETOS MAS.
Uno en marzo.
Uno en agosto.
Y dos juntos más también en agosto.
Ahora arreglate con el shock.