Esto no tiene que ver directamente con lo que me cuenta mi amiga la que se separó de repente pero no sé por qué algo de esta imagen me recuerda su experiencia. Estos choricitos anémicos son lo mejor que he logrado con unos papeles de arroz que compré en el barrio chino. Siempre me encantaron cuando los comí en un restaurante étnico, y asesorada por el empleado peruano de la Casa China me lancé a prepararlos con esa soberbia que sólo la ignorancia puede justificar. Hice mil intentos y tuve que tirar tres o cuatro porque parecían lombrices atropelladas por un tren, hasta que finalmente logré estos tristes micropenes que de gusto tampoco eran gran cosa. Me quedaron varios y voy a seguir intentando porque el fracaso me pone obstinada, pero te confieso que no me tengo mucha fe. Por qué no me limito a los tallarines, las milanesas, las papas fritas, las ensaladas, los guisos y los panes, que me salen tan bien? Por ejemplo, el goulash, la carbonada y el locro, que me salen tan ricos, por qué los hago pocas veces y en cambio me pongo a explorar chinoiseries y delicadezas exoticas que requieren una sensibilidad que no es la mía? Por qué siempre quiero explorar lo que es raro y complicado, eh?