miércoles, enero 16, 2008
domingo, enero 13, 2008
Enero 2008
Señora del décimo A: -Vas a yoga?
Señora del octavo B: -No, mirá Clarita, dejé yoga y si esto sigue así dejo tenis también. No me da el presupuesto. Voy a Pago Fácil a pagar ABL.
Décimo A: -Ay, yo también, vamos juntas. A mí me llegó una barbaridad: de 60 pesos a 200.
Octavo B: -Un horror! A mí también: de 80 a 300. Están todos locos? Es un asalto a mano armada!
Décimo A: -Un robo de guante blanco, una vergüenza...
Octavo B: -Al fin son todos unos ladrones, no tenemos remedio los argentinos.
Décimo A: -Pero te vas en enero a Pinamar?
Octavo B: -Ay, no, no sabés! Mi hijo, el que trabaja en Cultura, se quedó en la calle . No estamos para irnos al mar este verano. Dentro de cuatro años, cuando se vayan estos ladrones, tal vez volvamos a Pinamar.
Junio 2007
Señora del décimo A: -Bueno, parece que somos muchos los que no queremos más ladrones!
Señora del octavo B: -Menos mal, Clarita, menos mal. Yo tenía un miedo de que ganara ese otro, ese medio comunista!
Décimo A: -Un desastre hubiera sido. La ciudad es un potrero, un basural... hoy oí en Radio 10 que hay cuatro ratas por persona, imaginate cuatro años más en manos de esa gente, qué horror!
Octavo B: -Bué, espero que pongan orden, que haya más control. Parece que van a dejar de meternos la mano en el bolsillo por un tiempo.
lunes, enero 07, 2008
No se dejan querer
El domingo mientras yo me tomaba el buque todos los que leían El Observador, un diario uruguayo, encontraban esta nota en la contratapa:
Embalurdar porteños
“No se puede”, dijo. Bastaron sus palabras para apagar la discusión. Meneando la cabeza, agregó para sí, como rumiando su destino: “no se puede embalurdar a los porteños”. El paco (con minúscula porque no es por Francisco sino por el sustantivo de su instrumento de trabajo para engañar al prójimo) es famoso porque una vez perdió una alpargata en la disparada y entonces se vendó el pie descalzado y salió a pedir limosna para comprarse zapatos; todo un ascenso social. Él sostiene el teorema de que los porteños se embalurdan solos con Uruguay y los uruguayos de modo tal que llegan ya convencidos de que esto es lo mejor. La intención del engaño, de la seducción, de la exageración, se muerden sus respectivas colas. Es frustrante, yo sé.
El dulce de leche de acá es mejor, la gente es mejor, la ciudad es mejor; somos civilizados y respetuosos en la calle. Está dicho que “Montevideo es la ensoñación porteña de un lugar decente”. Sólo que viene agravándose con los años. Sin ir más lejos, encuentro abundante testimonio de esta forma de delirio bien intencionado, de prejuicio positivo, de exageración irredenta, en la blog de una porteña que debe estar medio tocame un vals, como todas ellas, y que se ubica en viejossonlostrapos.blogspot.com; lo consigno para que no digan que uno engaña al lector. Se podrá ser descuidista por nacionalidad, pero con el lector, la madre y la ropa no se juega.
Dice; de verdad dice: “Ayer a la tarde salimos a caminar y en una hora llegamos hasta la playita de Buceo. Se hacía de noche y vimos unos bares con sombrillas de lona y techitos de paja. Pedimos unos chipirones con cebollas, miniaturas de pescado y un Pinot Gris que nos llevaron a la mesa en un balde de hielo que los orientales llaman champañera. Se fue llenando de gente hasta que todas las mesas estuvieron ocupadas. Llegaban más y más personas pero nadie apuraba a nadie: ni los que estaban muertos de hambre ni los mozos. El nuestro era un amargo total, con la cara fruncida como si acabara de tomar un vaso de vinagre. Se olvidaba de todo, perdió el sacacorchos, trajo rodajas de limón mezcladas con una montaña de mayonesa de sachet, pero tenía humor, el típico humor ácido que te provoca el vinagre. Entre la gente que esperaba había un ciego que era guiado por una señora coja con esos andadores que parecen mesitas de televisión. Ni siquiera ellos tiraban mala onda: subían y bajaban con gran dificultad motriz y visual pero sin ansiedad los escalones ida y vuelta hasta que decidieron esperar sentados en un banco. (...)
Volviendo encontramos la primera heladería en todo este tiempo, pintada con esmalte mate violeta y naranja y con un menú de doce gustos, una modestia total. Me hizo acordar a Copelia, la heladería de La Habana.”
Si encuentran encanto hasta en el malhumor de un mozo improvisado, creo que puede darse el teorema por demostrado. Pero hay más: “Algo que me da mucha ternura es lo modestos que son en la República Oriental. Todos están tranquilos, nadie jode con la bocina, nadie está apurado. Nadie tiene aspiraciones disparatadas como en Buenos Aires. Las promesas son acotadas y nadie exige más que eso.”
Ternura, le damos; ¡por favor! Y se agrega el comentario de una lectora que demuestra sin apelación el punto de que ya vienen embalurdados: “Esta noche salgo para Uruguay. Deberíamos aprender mucho de Uruguay y los uruguayos.” Y le contestan: “sí, son muy adorables, muy serios y muy tranquilos. No son faroleros como los porteños. Hasta en la arquitectura se ve. Todo es más austero y más sencillo y por eso mucho más elegante”. Clemencia, pedimos clemencia ante tanta insensatez.
Mas insisten en el dislate sin pudor: “Eso de decir "pero" debe ser parte de la melancolía tan hermosa con que viven. Me contaron que hasta festejan el Día de la Nostalgia! Es preciosa una sociedad que no se siente en la obligación de ser ganadora y triunfal.” Bueno, pero ganar alguna vez no estaría mal.
domingo, enero 06, 2008
Volver es peor que ir.
Esta vez está lleno, y de porteños.
Después de dos semanas de oír hablar en un tono quedo, las voces argentinas te perforan el celebro como un barreno. Hasta para decir la frase más amable, el volumen occidental es varios cientos de decibeles más alto que el oriental. La suma de todas esas voces pidiendo cocacola, hablando por celular, llamando a los nenes, pidiendo información, da un ruido infernal.
Igual fui a la Comisaría y una azafata me condujo hasta una mesita donde un señor horrible que ya había me había llamado la atención en la sala de espera por su enorme panza cervecera, su peluquín rojizo y su bijouterie de oro, estaba sentado frente a varios sándwiches de miga a medio masticar y cuatro latas vacías de cerveza Quilmes. Estaba pálido y sudado, los ojos se le iban para atrás y medio se babeaba. Me senté frente a él:
No digo que entre los uruguayos no haya hijos de puta; lo que no se puede negar es que los hijos de puta porteños se hacen notar mucho más.
sábado, enero 05, 2008
Montevideo. Cuenta regresiva: -1
Montevideo-. Cuenta regresiva: -1
Pasamos por el Parque Rodó y vimos parejas remando en botecitos y viejos jugando a las bochas en un club de bochas. Bochófilo, decía que era el club. Entre los espectadores había dos perros dormidos. Como perro en cancha de bochas, dijimos. Llegamos al puerto casi de noche. Comimos brochettes de langostinos con ese vino blanco que me gusta de acá, que se llama Don Pascual. Volvimos y comimos chocolate.
No sé si la peli que estoy tratando de subir se va a ver. Aunque el hotel dice que tiene wifi la conexión funciona de a ratitos y sólo en un rincón del lobby, justamente donde se reúnen a hablar a los gritos, a comer caramelos de menta y a esperar sus ómnibus de dos pisos todos los brasileños que llegan o se van del hotel. Para que estén prevenidos y no se dejen engañar como yo, el hotel se llama Meliá Confort. No vengan si quieren usar su compu con wifi. En la habitación hay unas conexiones espasmódicas que conectan y desconectan arbitrariamente. Por si la peli no sube les cuento de qué se trata: una estatuita de una especie de San Sebastián mujer a orillas del mar/río, al atardecer, con un viento de la sanputa que sopla todo el tiempo.
viernes, enero 04, 2008
Montevideo. Cuenta regresiva: -2
Pasamos por una vidriera. Negocio que vende zapatillas y zapatos brasileños. Quedo anclada a la vereda mirando unos rosas de encaje de plástico como chicles puntudos bajos transparentes. Me muero. Mi chico quiere parar y comprármelos. Le digo que no: no puedo ser taaaan malcriada, taaaan coqueta, taaaan tentada. Al día siguiente salimos a caminar sin rumbo y mi chico me lleva de vuelta, distraída, y me mete en el negocio. Me dice que pida los rosas de encaje de plástico como chicles puntudos bajos transparentes. Los 38 me van perfectos.
-Ay, pero no, que no los necesito! -berreo bajito.
Pero aunque no lo puedan creer, mientras digo que no, que no, que no, los ojos se me van hacia unos negros de taco altísimo punta mocha muy escotados todos de plástico qué locura. Mi chico se da cuenta. Me dice que los pida.
-Ay, no, de verdad que no necesito zapatos y estos son tan absurdos, tan innecesarios -gimo, y pregunto cuánto cuestan. Me dicen y eso no significa nada para mí porque no logré aprender la relación peso uruguayo/peso argentino. Cuando es con decimales la aprendo, pero esta es con sietes y con fracciones. Mi chico me dice -50 pesos cada par.
-Uija! Por ser tan divinos son baratísimos! -digo.
Satisfecho, mi chico va hacia la caja, garpa y salimos con los cuatro zapatos, en unas bolsitas de plástico fluorescente con calaveras y todo con ese fantástico olor a tapizado de auto nuevo que tiene el plástico tierno.
-De verdad costaban cincuenta pesos cada par? -le pregunto incrédula.
-No, costaban cien -me contesta muerto de risa -si te decía la verdad ibas a decir que no. Te engañé como a un niño.
Qué vergüenza me da ser tan consentida y tan frívola, pero van a ver guarritas argentinas qué alucinantes que son!
miércoles, enero 02, 2008
Montevideo
2 de enero
Alegresén que durante todo el año estoy tan ocupada, sino los atosigaría a posts 25 veces por día como ahora y sería aún más insoportable de lo que soy.
Acá sólo hago ocho cosas:
1.
2. Caminar
3. Morfar
4. Leer
5. Escribir
6. Pintar acuarelas
7. Ver pelis en la compu
8. Dormir
M.4 me sacó esta foto el primero de enero. Dice que su responsabilidad es registrar el backstage de esta vidurria.
Cosas malas que sí hay en Montevideo (todo hay que decirlo):
1. Botellas de cerveza rotas en las veredas. Dicen que es un deporte de los jóvenes. Terminan una botella y la estampan contra las baldosas, así la gente que anda en Jauaianas se clava los vidrios.
2. Motos con escape libre. No andan a 200, como dije antes, sino a 40, con lo cual el estruendo dura mucho tiempo
Cosas horribles que en Montevideo no hay:
1. Carteles de publicidad por todas partes obstruyendo la vista.
2. Edificios interpuestos entre la gente y el mar/río.
3. Carritos de venta ambulante de morfi.
4. En consecuencia, papeles de morfi por el piso.
5. Sorullos de perro en las veredas. Muuuuy de vez en cuando encontrás uno, pero lo salteás fácil porque es uno cada tres cuadras.
martes, enero 01, 2008
00.01 a.m.
Primero vimos un pelado parado solo en la esquina, en medio de la calle sin hacer nada. No era un homeless ni un loco. Parecía un escribano esperando el 60, sólo que a esa hora no había colectivos y lo que es más raro, acá el 60 no existe. Estuvo ahí como cinco minutos y se fue. Al mismo tiempo, a lo largo de la calle del hotel una señora corría arrastrando una valija de azafata. M.4 pensó que se apuraba para no llegar tarde al festejo. Pero para qué correr si ya eran las 12 y 5? Y por qué con una valija? "Recién baja del ferry", dijo M.4, pero no se lo veía convencido. Era impensable que el ferry llegara a esa hora y que una señora se precipitara a pie con valija y todo para llegar a tiempo a la cena de fin de año. Enseguida vimos que no iba, sino que iba y venía de una punta a otra de la calle. Llegaba hasta donde estaba el pelado y volvía para atrás, sin dejar de correr. Entonces pensé que tenía algo que ver con el pelado pero no; eran como de dos películas distintas. Ni se miraron. Al fin, después de hacer el recorrido cinco o seis veces, la señora paró frente a una casa, cuatro personas con aspecto de hijos salieron y la saludaron como si todo fuera normal, como si en cada familia alguien tuviera la obligación de correr con una valija a las 12 del 31 de diciembre mientras los demás festejan y este año le hubiera tocado a ella.
Evidentemente son rituales que en occidente se desconocen, pero para esta gente algún sentido han de tener.
Yo había lavado 24 uvas verdes para pedir 12 deseos, así que mientras mirábamos para abajo comíamos las uvas una por una. Yo iba contando con los dedos porque tenía miedo de comerme una de más y masticar los deseos de junio de M.4, por ejemplo. Después, cuando nos fuimos a dormir nos contamos un poco sobre qué temas versaban, pero sin entrar en detalles porque sino no se cumplen.