lunes, noviembre 21, 2011
domingo, noviembre 13, 2011
La cara de orto y el mito de la Varita Mágica
Mucha igualdad de género, mucha corrección política, pero decime si hay algún tipo que no crea en el mito de la varita mágica. La idea es que si una mujer está irritable o enojada es porque le está haciendo falta ya sabés qué, y que con un abastecimiento correcto estaría como unas castañuelas todo el día. No creas que es una convicción exclusiva de bañeros, personal trainers, vigilantes y muchachos del camión de la basura. En el fondo en el fondo todos los hombres creen que tienen ese poder guardado en el boxer y que si tan sólo pudieran aplicárselo un ratito a cada chica con cara de ojete, se acabarían las rezongonas y las malhumoradas. Se lo oíste decir a amigos, maridos, hermanos, padres y compañeros de trabajo, cuando se apiadan de esa chica a la que el marido no atiende como debería y sugieren que ellos sí se ocuparían de hacerlo con la responsabilidad de quien tiene que proveer un insumo vital. Sabés lo que le hace falta, dicen con una semisonrisa, pero lo creen en serio. La misma frase pero con cara de bragueta dicen los médicos serios cuando atienden a una mujer que es un catálogo de síntomas inclasificables o que está deprimida sin una causa aparente. En la guardia del hospital a esos casos se les llamaba Sindrome de Tafal de Gaver, imaginate, y se las despachaba sin más una vez comprobado que no tenían nada orgánico.
Lo de la varita mágica es un malentendido increíble entre mujeres y hombres. Los tipos deberían entender que cuando estás rayada nada te raya más que alguien que parece no registrar tu mala onda y se te acerca como si estuvieras loca por garchar con él. Pero no lo entienden. En el consultorio escucho todos los días a hombres que se quejan de que su mujer no quiere cojer con la misma frecuencia que él y a mujeres que aunque aman a su marido no tienen ganas TODO EL TIEMPO. Los tipos tienen fiebre o dolor de cabeza o se les murió la madre y esa misma noche se les para igual, como si tuvieran un segundo cerebro con conexión independiente y directa.
Yo creo que es porque los hombres y las mujeres pertenecemos a dos especies distintas. Puede ser que nos complementemos, que coincidamos, que nos necesitemos como la ballena necesita al pajarito que le escarba los dientes o el helecho al árbol que le da sostén, pero en lo central somos diferentes, tanto como un helecho y un árbol, por no decir como un pajarito y una ballena.
Lo de la varita mágica es un malentendido increíble entre mujeres y hombres. Los tipos deberían entender que cuando estás rayada nada te raya más que alguien que parece no registrar tu mala onda y se te acerca como si estuvieras loca por garchar con él. Pero no lo entienden. En el consultorio escucho todos los días a hombres que se quejan de que su mujer no quiere cojer con la misma frecuencia que él y a mujeres que aunque aman a su marido no tienen ganas TODO EL TIEMPO. Los tipos tienen fiebre o dolor de cabeza o se les murió la madre y esa misma noche se les para igual, como si tuvieran un segundo cerebro con conexión independiente y directa.
Yo creo que es porque los hombres y las mujeres pertenecemos a dos especies distintas. Puede ser que nos complementemos, que coincidamos, que nos necesitemos como la ballena necesita al pajarito que le escarba los dientes o el helecho al árbol que le da sostén, pero en lo central somos diferentes, tanto como un helecho y un árbol, por no decir como un pajarito y una ballena.
viernes, noviembre 11, 2011
Once del once del once
¿Puede ser que mi amiga G. esté en el Uritorco esperando ver un plato volador porque hoy es once de noviembre del dos mil once?
G. no es una chica de barrio sencilla y poco informada. Es más bien compleja, profunda y leída. Es médica, psiquiatra y psicoanalista, analizada desde antes de nacer, racional y razonable. Ni siquiera fue hippie en su momento, como yo, que en los 60 andaba sin zapatos y sin corpiño fumando porro y escuchando a Ravi Shankar . Y aún así, hoy G. está tomando mate sentada en posición flor de loto sobre una frazada al pie del Uritorco, viendo llegar ómnibus cargados de gente ansiosa por tener un encuentro del tercer tipo.
Siempre me pareció rarísimo ese tipo de entusiasmo inocente colectivo. Sobre todo me extraña que crean que los extraterrestres siguen un almanaque como el nuestro, como el que te dan en la tintorería con los gatitos asomando de la canasta y que un día dicen "mirá qué piola, mañana es 11.11.11, vamos al Uritorco a visitar a los terrestres!"
G. no es una chica de barrio sencilla y poco informada. Es más bien compleja, profunda y leída. Es médica, psiquiatra y psicoanalista, analizada desde antes de nacer, racional y razonable. Ni siquiera fue hippie en su momento, como yo, que en los 60 andaba sin zapatos y sin corpiño fumando porro y escuchando a Ravi Shankar . Y aún así, hoy G. está tomando mate sentada en posición flor de loto sobre una frazada al pie del Uritorco, viendo llegar ómnibus cargados de gente ansiosa por tener un encuentro del tercer tipo.
Siempre me pareció rarísimo ese tipo de entusiasmo inocente colectivo. Sobre todo me extraña que crean que los extraterrestres siguen un almanaque como el nuestro, como el que te dan en la tintorería con los gatitos asomando de la canasta y que un día dicen "mirá qué piola, mañana es 11.11.11, vamos al Uritorco a visitar a los terrestres!"
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