sábado, marzo 29, 2008

Reflexiones en el ocaso


Eso de dejarse llevar por un impulso incorrecto es típico de la gente que está circulando por la curva final de la vida.
Siempre me dejaron alelada las viejas que carajean a los empleados públicos o que les pegan paraguazos a los autos cuando no las dejan pasar. Pensaba que había que ser una lunática para hacer eso. Sin embargo cada día me veo más capaz de hacerlo. Es que con cada año que pasa te vas sintiendo más impune. Esa es una de las ventajas de ser una viejarra: te hacés inimputable. En el peor de los casos te dan prisión domiciliaria.
Cuando era joven era capaz de no salir con un tipo que me gustaba porque no estaba per fec ta men te depilada de pies a cabeza. Ir a una quinta con pileta o al mar con un pelito rubio y minúsculo en una pierna era absolutamente impensable para la conchuda que era cuando era joven. Y con un granito en la cara, olvidate de verme aunque me muriera de ganas de verte.
En cambio ahora salgo media mamarracha, con ropa chota, en jauaianas, con el pelo feo, con cara de sueño, y no me importa nada. Hace poco me encontré en el ascensor con un vecino repaquete del quinto piso. Es un abogado gay espléndido, que entra y sale cada día con un chongo diferente, a cual más rico. Estaba con un saco azul como de cashmere, impecable. Charlamos durante cinco o seis pisos y de repente le veo un hilo en la solapa. Disculpame, le dije, y se lo saqué. Creo que no le cayó mal pero después mientras caminaba por la calle pensé que no estaba bien lo que había hecho. Era una invasión a su intimidad y lo había hecho impulsivamente, sin detenerme a pensar medio segundo. De la misma manera podía haberle peinado una ceja o sacado un moco de la nariz. Me quedé un poco preocupada. Está claro que de ahí al paraguazo en el capot del taxi hay muy poca distancia.

Liberté, Egalité, Fraternité


No se qué relación tiene con lo anterior pero alguna debe tener porque me reapareció en la cabeza uno de estos días viendo y oyendo cacerolear a mis vecinos.
Eran las 8 y media de la noche. Volvía de la Biblioteca caminando por Pueyrredón y veía las caras enardecidas de la gente gritando con odio contra Cristina y manifestando su amor nacional y popular por el campo. Notaba algo raro y de repente me di cuenta: todas las cacerolas eran paquetísimas! Había unas regias Tramontinas de acero inoxidable y unas sartenes que ya hubiera querido tener yo para hacer mis manjares. Una pareja re fashion golpeteaba un wok con un palito largo de esos de hacer chop suey, redivertíos, bolúo. En un umbral vi a un tipo medio tímido con una sartén de teflón divina, como recién comprada. En la otra mano tenía un batidor de alambre y estaba a punto de darle a la sartén. No me pude contener: paré y le dije "no seas tonto, la vas a arruinar ! No ves que es de teflón?" Se ve que no sabía que al teflón lo hacés percha si le das con metal. Me miró, vaciló un poco y me dijo "gracias, gracias, es cierto", y sonrió bobaliconamente. Ta bien que seamos revolucionarios pero tampoco es cuestión de hacer mierda la vajilla, loco.

viernes, marzo 28, 2008

No sé dónde lo leí o si me lo contaron.


Era una comida a la que estaba invitado Manucho Mujica Láinez. A las 11 de la noche todavía no había llegado. Silvina Bullrich estaba furiosa. Cuando Manucho apareció, totalmente despreocupado, diva como era, Silvina le dijo:


-Siempre llamando la atención, puto de mierda!

Sin perder la sonrisa Manucho le contestó:

-Calláte, gaucho con concha!

lunes, marzo 24, 2008



viernes, marzo 21, 2008

La carne de Jesús era de vaca?


Hoy no se puede comer carne de vaca porque se recuerda la muerte de Jesús y comer carne roja es como comérselo a él. Eso me enseñaron mis amigas católicas cuando era chica. El vino es la sangre y la hostia es la carne, me dijeron, pero en Pascuas también la carne es la carne.

Ahora digo yo: el pescado y el pollo no son carne también? No era animales tan vivarachos como una vaca antes de ser asesinados, carneados, marinados, asados, fritos y horneados? Por qué ellos no significan lo mismo que la vaca? Es porque Jesús era mamífero como las vacas? Pero también se podría argumentar a favor de los pollos diciendo que Jesús era bípedo como un pollo, no cuadrúpedo como una vaca. En realidad las personas se parecen mucho más a los pollos que a las vacas, sobre todo algunas que tienen ojitos y cogote gallináceos. A una vaca muy poca gente se parece, y en especial Jesús no se parecía para nada.
Nunca me quedaron claras las razones que explican los tabúes rituales de las religiones. El chancho que los judíos religiosos no pueden comer, por ejemplo. Un profesor de infectología me explicó que cuando estaban en el desierto hubo una epidemia de triquinosis y los rabinos prohibieron comer carne de chancho. Si eso es verdad, sería como una fobia con raíces racionales. Todos los animales que producen fobias fueron potencialmente peligrosos para la gente desde el inicio de la humanidad. Son venenosos o pueden transmitir enfermedades graves y epidemias, fijate: las serpientes, las arañas, las ratas, las cucarachas fueron amenazas concretas para las personas y pueden volver a serlo en algún momento. Por eso inspiran un temor arcaico inexplicable. En cambio, la epidemia de triquinosis que atacó a los judíos en el desierto es más reciente y por eso no llegó a formar una fobia colectiva pero se conservó como una prohibición religiosa.
Si la carne de vaca hubiera transmitido una peste espantosa en épocas muy tempranas tal vez veríamos una y saldríamos corriendo y la gente tendría pesadillas con terneros.
Y volviendo a los judíos, la prohibición de que estén juntos la leche y la carne, de dónde viene? Un amigo religioso que hasta tiene dos heladeras, una para los lácteos y otra para las carnes, me dijo que es porque el hijo no debe ser cocinado en la leche de la madre, o que el hijo y la madre muertos no deben estar juntos, no sé, no me acuerdo bien pero la idea era impresionante. Ayer lo quise explicar y se rieron y me dijeron que la leche no es el hijo de la vaca. También pensé que siguiendo con el razonamiento no se podrían cocinar ni guardar juntos los pollos y los huevos y sin embargo eso está permitido. De todos modos, para un judío observante un tostado de jamón y queso viene a ser la encarnación misma del demonio, qué horror, y tienen que ver a la gente haciendo esa barbaridad todo el tiempo.
En la caja del super yo pongo primero la carne y al final de todo los lácteos, por si acaso, para no cometer un pecado espantoso aunque sea en una religión que no es la mía. En el medio pongo todas las cosas de almacén y de limpieza como para que hagan un aislamiento. Pero
el efecto protector se disuelve inmediatamente porque en la heladera meto todo junto y hago una carne con crema que te la volio dire.
Hoy mientras corría pensaba en todo eso. Después me distraje y me comí una milanesa con queso derretido encima. Doble pecado, en católico y en judío al mismo tiempo. Cuando me di cuenta ya estaba toda masticada y no la iba a escupir, no?

domingo, marzo 16, 2008

La historia de mi corazón



A los 25 años empecé a correr. En esa época nadie corría. Por Palermo me gritaban "Andá a lavá lo plato, loca!"

Yo tenía el libro Aerobismo, de Kenneth Cooper, el tipo que entrenaba a los astronautas. Cooper te enseñaba a entrenarte bien para tener un corazón capaz de resistir horas de esfuerzo sostenido. Había que hacerlo muy gradualmente. Nada de salir corriendo media hora la primera vez. Todo el proceso llevaba por lo menos tres o cuatro meses. Así el corazón crea arteriitas nuevas, se hace más flexible y más poderoso y tiene menos riesgo de fisurar mal si tenés un infarto.
Yo lo hice rigurosamente y al año corría maratones. No las de 40 kilómetros, sino las de 18 o 20 y una vez una de 25. Me encantaba correr. Me sentía como una yegüita cimarrona. Cuando estaba triste o preocupada salía a trotar y no sé por qué el recorrido a pie de distancias tan grandes reducía mis problemas a la escala minúscula que en realidad tenían en relación con el planeta. Cuando viajaba siempre llevaba mis zapas y lo primero que hacía en un lugar nuevo era ver por dónde podía corretear a la mañana o al atardecer.
Hace diez años empecé a sentir algo raro en el corazón. Se desbocaba, paraba un rato y de repente latía a mil. Me hicieron estudios y el resultado fue tan alarmante que me hicieron volver de Washington, donde estaba, para empezar a tratarme enseguida. Tenía una arritmia mala. Muchísimos latidos anormales por día y algunos dobles y triples que podían provocar un paro cardíaco en cualquier momento. La causa no era clara. Aparentemente se debía a una lesión en una válvula provocada por una fiebre reumática que tuve a los 20 años, pero no era seguro. Tampoco era operable ni tratable por otro método que unos pastillones que me bajaban la presión y mantenían a mi corazón con la rienda corta. Tuve que dejar de correr y tuve que tomar antiarrítmicos cada vez más pesados. Tuve que hacerme estudios molestos cada tres o cuatro meses. Mis hijos me regalaron un metrónomo. Cuando atendía lo ponía en Moderato o en Andantino en el cuarto de al lado y me parecía que por un rato se calmaba el zapateo que tenía dentro del pecho.
Mi cardiólogo me dijo que ese tipo de arritmia suele desaparecer con los años pero la mía fue empeorando. Yo estaba muy triste. Siempre me había imaginado a los 80 años como una vieja flaca y fuerte caminando al amanecer por una playa. Una de esas señoras que llevan un perro suelto y se pegan algas en la cara mientras caminan de frente al sol. Bueno, lo que me esperaba era otra cosa: una vieja garcha empastillada sentada delante de un televisor. Durante esos años miraba correr a la gente con una nostalgia terrible. Hasta caminar rápido me daba miedo.

Pero en enero de este año, en Montevideo, empecé a notar que tenía menos extrasístoles. Fui tomando la droga con intervalos más largos y seguía sin arritmia. Lo hice en forma muy pero muy gradual y un día la suspendí del todo. Fui a ver a mi cardiólogo y le conté lo que había hecho. Él se preocupó un poco y me hizo enseguida una prueba de esfuerzo: dió genial. No sólo no tenía más arritmia sino que mi corazón estaba tan resistente al esfuerzo como diez años antes. Me explicó que si te entrenaste bien la buena condición cardíaca perdura aunque dejes de correr. Me entregó el informe y me dijo "Enmarcalo, hacé una fiesta y desde mañana andá a trotar por lo menos tres veces por semana".
Estoy recuperando el entrenamiento despacito. Todavía me da miedo tener un bobazo pero el tipo me inspira confianza: late parejo, le sobra aire y se recupera enseguida cuando paro.
Finalmente voy a ser esa vieja de la playa, van a ver. Voy corriendo para allá.

La blándula de la felicidad



Salgo a las 9 de la mañana. En la calle no hay nadie. Doblo por Agüero y empiezo a correr suavecito. En el IPod llevo Aki Susuki, Jimmy Scott, Elis Regina y Los Beatles. Cuando bajo corriendo por el costado de la Biblioteca hacia Libertador me agacho un poco para pasar por el túnel que hacen los árboles bajos de la vereda y en cuanto termina la hilera de árboles empieza a sonar Because.

Hace cuarenta años que escucho esa música? Debería estar aburrida de ella pero me sigue gustando. También debería estar cansada de correr pero me sobra aire en los pulmones y fuerza en las patas. Soy una locomotora de fierro, un artefacto anacrónico y obstinado que si no lo rompés a martillazos no para nunca de funcionar. Las patas me llevan por los alrededores de la Biblioteca ida y vuelta en círculos como un helicóptero explorando el esqueleto de un dinosaurio. Corro suave, canturreo Because y me acuerdo de que cuando todo ocurría por primera vez: los primeros porros que en esa época se llamaban joints, los ácidos que entonces eran legales, las noches en vela y en grupos compartiendo camas, novios y novias, los despertares en lugares desconocidos con gente apenas conocida, los afiches, Jimmy Hendrix, Janis Joplin, las tipografías psicodélicas, las comidas exóticas, los tés raritos, el patchouli, los viajes a la India y al Tibet, los recitales al aire libre, la ropa hippie, la ropa hindú, la conciencia de que empezaba una época nueva.
Y también pienso: en esa época yo creía que el mundo iba a ser diferente, no tenía ninguna preocupación por lo que iba a venir y estaba feliz. Enseguida todo viró y durante los cuarenta años siguientes la realidad se desmoronó, se desnaturalizó y ocurrieron espantos que no podíamos imaginar. El mundo bueno que esperábamos derivó en un monstruo vulgar, mezquino y asesino y yo estuve triste, asustada, insatisfecha, desesperada, pobre y desorientada pero me parece que igual estaba feliz. Qué raro, pienso mientras corro, qué poca relación tiene estar contenta con estar feliz. Para mí estar contenta es estar conforme o encantada con lo que sucede en el momento y estar feliz es una sensación más profunda, un estado completamente irracional de la química interna que puede estar bien cuando todo está mal.
Atiendo gente que vive en la miseria o que vivió tragedias incontables y sin embargo es muy feliz y gente a la que nunca le pasó nada malo y sin embargo es permanentemente infeliz. Eso me hace pensar en la costumbre de apalear a los árboles. No sé en qué pueblos de España hacen eso: una vez por año recagan a los frutales a palos para que se pongan más fuertes y más productivos.
Si eso funciona con la gente como con los limoneros tal vez el origen de la felicidad esté localizado en un órgano desconocido que si lo cagás a palos funciona mejor. No digo lo que todos sabemos de la serotonina, sino otra cosa menos sutil, más palpable. Una glándula, por ejemplo, que algunos tienen más grande y activa y otros más chica y más indolente.
Cuando operaron a J. mi hijo mayor, del corazón a los 17 años, V., mi hija menor, tenía cinco años. Se pasó los meses posteriores a la cirugía jugando a que operaba a la gente, a los animales y a las muñecas. Agarraba una cuchara o un palito, te lo pasaba por encima del pecho como cortando y decía "Te voy a sacar la blándula de la maldad". A todos nosotros nos operó mil veces. A algunos les sacaba la blándula varias veces al día. A mí me gustaba que después de cortarme miraba bien, me decía "Vos no tenés blándula de la maldad" y volvía a coserme. No sé si ella pensaba que yo era muy buena o demasiado boluda pero igual me gustaba.
Será que hay también una blándula de la felicidad? Yo siento como si tuviera una.

Aaaaahhh...because the world is round it turns me on
Because the world is ro-o-o-o-o-und
Aaaaahhhhh....

Because the wind is high it blows my mind
Because the wind is hi-i-i-i-i-igh
Aaaahhhhh.....

Love is old, love is new
Love is all, love is you

Because the sky is blue, it makes me cry
Because the sky is blu-u-u-u-u-e
Aaaaaaaahhhh.....

Aaaaahhhhhhhhhh....

miércoles, marzo 05, 2008

Y una maravilla


Le conté a mi amiga AS que estaba buscando una prensa para prensar los libros que armo y arreglo. Creo que le dio un poco de impresión ver la plancha de los bifes encima del bellísimo cuaderno de dibujo con hojas Canson Demi Teint color pastel que estoy fabricando.
Me dijo que su papá, el increíble señor OSO, va siempre a remates para conseguir objetos exóticos y disparatados que después acumula en un depósito en la terraza de su casa. Siempre me habló con mucha simpatía de él y de su pasión por los objetos inútiles. El domingo le pedí que le pidiera que si veía una prensa en un remate me avisara para ir a comprarla. Ese mismo día me mando un mensaje de texto:

Dce Oso ke t prsta la de el asta ke te cnsiga una

El mismo domingo a la noche pasé con un taxi a buscarla. Me acompañó mi sobrina S., que al día siguiente se volvía a Londres, para llevarla entre las dos (gigantas forzudas). OSO cargó la prensa con una sola mano como si fuera una Criollita y la metió en el taxi. En la puerta de casa encontramos a mi cartonero amigo, que es una especie de bosquimano alegre y sobrealimentado y por cinco pesos subió la prensa hasta el hall de casa. Yo la llevé hasta la cocina arrastrándola sobre el felpudo y cuando llegó mi chico, muy cheronca me dijo "abrí las puertas que yo la llevo al taller" y eso hizo. La puso donde le dije y no quiero saber lo que dijeron sus vértebras cuando la levantó, caminó con ella y la subió a su lugar definitivo. ES PESADISIMA. Da ganas de aplastar todo lo que tiene más de dos dimensiones.
Vean qué preciosura de objeto es. Me mata de ternura que el señor OSO sea tan generoso como para prestarme una de sus posesiones más valiosas y buscarme una para mí.
Pregunté si le gustan las berenjenas en escabeche para manifestarle mi agradecimiento con algo de un salvajismo equivalente y me dijeron que por el momento no puede comer esas bestialidades. Le gustarán los membrillos al natural que pienso hacer en cuanto aparezcan? O mejor le hago un cuaderno especial para él?

Una pesadilla


Se acuerdan del curso de encuadernación? Bueno, una pieza importante del equipo del encuadernador es la fuerza de gravedad. Quiero decir, tener cosas pesadísimas para aplastar los libros y que se sequen planos. Yo busqué por toda la casa hasta que encontré los dos objetos más pesados que tengo: mi olla de hierro Beutin y la plancha de los bifes. Bueno, hay otras cosas más pesadas pero no las puedo mover. Asi que dentro de la olla metía las pesas de hierro de la balanza del consultorio, o dos kilos de papas, o una maceta con un helecho para que pesara más.
Hasta hace tres días tenía que elegir si hacer un guiso o que el libro quedara bien, pero el domingo a la noche un OSO (ya van a ver) más cachivachero que yo hizo algo asombroso que les contaré en el próximo post. Por ahora sólo puedo decirles que en mi taller se ha inaugurado formalmente el Departamento Gutemberg de Encuadernaciones Manuales. Esperen y verán.

Una más sobre mi Gaudí












Y después no jodan más.
Tenía la intención de seguir en orden la lista de cosas que hice mientras no escribía en el block, pero ya se me desordenó. Por ejemplo, esta intromisión del mural no tenía que estar entre los puntos de la lista, pero Raku me pidió, me pidió como una niña que quiere que le compren ya un chupetín y yo, que tengo el no difícil, suspendo todo, olvido mi propósito de ser ordenada y me pongo a boludear acerca del mural. Igual, ya había roto la secuencia con la luna-provoleta, la raqueta eléctrica y al fin me olvidé de por dónde iba.
Acá subo imágenes en primer plano de detalles para que vean qué divinidad son algunas partecitas y para que puedan ver mejor cómo se hace (y cómo no se hace, porque hay algunas cosas que salieron como el toor, todo hay que decirlo).

martes, marzo 04, 2008

Che, pero entonces Georges Bataille era un degenerado!


De fiósofos, de teóricos y de franceses no sé nada. Debo tener un prejuicio porque hasta ahora logré eludir casi todo lo que escriben esas tres etnias. Me gusta agrupar a Foucault, Deleuze, Derrida (sobre todo a esos tres, que siempre vienen juntos como los tres chiflados), Lipovetsky, Althusser, Badiou y por qué no a Tomás Abraham y Feinmann, hacerlos un bollo y descartarlos en masa del área de mis intereses, un poco por el sopor que me producen y en gran parte por el orgullo de mantener incólume mi ignorancia.

El viernes fui a Norte, mi librería favorita, y Sandro me preguntó si había leído Bataille.
-¿No es aburridísimo? ¿No es un teórico solemne? -le pregunté.
Me dijo que no, que para nada, que mejor lo leyera. Y me dió La Historia del Ojo. Ví que estaba editado en la colección La Sonrisa Vertical, me pareció raro, me intrigó y lo llevé.
Cuando lo empecé a leer me quedé patitiesa: es el texto de un jeropa irremediable, un mero enhebrado de situaciones puerquitas sin argumento, material para un rato de onanismo siestero o para un comic de Manara, como aquellas cosas de Sade pero menos profundo. ¿Y ése era el famous Bataille? ¿No es que era un filósofo? Sí, se ve que es el mismo porque la edición tiene un prólogo interminable de Vargas Llosa lleno de volteretas intelectuales que se muerden la cola en el intento de transformarlo en algo serio.
El mismo día leí dos cosas casualmente también cachondas pero escritas por Pedro Mairal y por Quim Monzó. Los dos tienen en común que se cagan en la corrección política y que no pretenden ser el momento más trascendente de la literatura universal. ¡Qué simpáticos son esos dos chavalines! El de Mairal es un cuento delicioso que se publicó en la Ñ el sábado. Se llama El Culo de la Arquitecta y es muy pero muy incorrecto (sobre todo estando tan cerca el Día Internacional de la Mujer. Tarde o temprano repararán en él). El otro es La Magnitud de la Tragedia, una novela en la que el protagonista tiene una erección que le dura desde la página 30 hasta la 223 y a pesar de eso describe la soledad de un hombre de una manera densa y triste.
¡Cómo me gusta vivir en un país donde se puede ser políticamente incorrecto! ¡Cómo me gustan las culturas guarras donde es aceptable ser un poco chanchito sin la justificación de ser Bataille!

Hace como un mes que empezó.
Cuando estás retozando en la pileta y te parece que es pleno verano, en realidad estás en otoño. Fijate en las hojas secas que hay en el piso y te vas a dar cuenta. Y cuando este invierno te estés recagando de frío por la calle mirá las ramas de los árboles y vas a ver que ya empezó la primavera.
El almanaque lleva por lo menos un mes y medio de atraso. Les aviso por si no se daban cuenta.

lunes, marzo 03, 2008

Cómo es que tengo un Gaudí en mi terraza












Me copié un poco de Gaudí y de Hundertwasser. Sobre todo me obsesionaban esos pedazos de platos de café incrustados en los bancos del Parc Güell. Me sentaba ahí y miraba esos platitos que alguna vez sostuvieron masitas de piñones sobre la mesa de una señora barcelonesa y me parecía que permanecer estampado durante siglos en ese banco era el destino más digno que un plato puede tener.
En casa se rompen cosas todo el tiempo y siempre me da pena tirarlas aunque sean feas. Después de trabajar tanto tiempo silenciosa y abnegadamente de taza o de plato o de tetera, es una crueldad que te boten a la basura con la yerba del mate y las cáscaras de naranja. Entonces guardé durante años despojos de loza y de vidrios de colores en cajas esperando que se me ocurriera algo lindo para hacer con ellos. Se lo conté a mi nuera R. y ella enseguida pensó que podíamos hacer un mural y señaló una pared de la terraza y dijo "acá quedaría muy bien". Lo que no sabíamos era cómo se hacía. Suponíamos que los cachos de loza se podían pegar como azulejos y ella sabía hacer ese trabajo. Pero pedacitos chiquitos formando figuras... mmm... nos parecía redifícil. Igual empezamos a seleccionar los pedazos más lindos y nos alegrábamos cuando se rompía una tacita japonesa porque ahora la veíamos como una pieza del mural. Justo por esa época R. cursó una materia en Arquitectura con un profesor que es especialista en murales y ella le preguntó bien cómo es la técnica. Se animó a hacer unas franjas de murales en unas casas que reformó y le quedaron preciosos. Entonces nos pusimos a trabajar juntas y nos llevó un año exacto trabajando casi todos los sábados a la tarde. Al principio íbamos muy despacio y cometíamos muchos errores pero con la práctica fuimos mejorando la técnica y trabajando bastante rápido. Resumo lo que hicimos y después los errores que cometimos y cómo los reparamos: 1. Lavamos bien todos los azulejos, cerámicas y lozas que teníamos. 2. Los martillamos para hacer cachos más chicos. A algunos los dejamos más grandes, como hicimos con mi tetera verde para que quedara entero el pico, aunque no sabíamos para qué lo íbamos a usar. 3. Ordenamos por colores y grosores todas las piezas en frascos y en envases descartables de plástico de esos de delivery. Llegamos a tener como 20 cacharros llenos de piecitas de colores diferentes. 4. Fotografiamos la pared donde queríamos hacer el mural. Sobre fotocopias de la foto dibujamos mil variantes de lo que queríamos hacer. Inventamos y descartamos mil diseños hasta que llegamos a uno que nos gustaba. 5. Golpeteamos con martillos y espátulas la pared para sacarle la pintura que estaba floja. 6. Transportamos el dibujo a la pared con tiza de color. 7. Compramos mezcla fina para colocar azulejos y la preparamos bastante líquida. 8. Avanzábamos por tres zonas diferentes a la vez (porque se sumó mi amá al equipo) cubriendo un área chica con la mezcla y pegando los cachitos uno al lado del otro. 9. A veces nos faltaban piezas de un color, entonces iba a Cepillo, mi corralón favorito, y compraba azulejos de descarte o les pedía que me guardaran los recortes que tiran todos los días a la basura. Un día fui cuando acababan de tirarlos y me dijeron que los habían dejado en Coronel Díaz, a cuatro cuadras. Fuimos con mi chico y acarreamos cuatro bolsas asquerosas llenas de azulejos y baldosas sucios con olor a baño húmedo y en casa clasifiqué y lavé todo y rescaté unos tesoros maravillosos, con diseños de los 60 y con dibujitos absurdos que nos vinieron muy bien. Para pegar los cachitos muy chicos cuando queríamos hacer una figura muy definida (como la jirafa) era un lío: se resbalaban si la mezcla era muy líquida o se hundían si era muy espesa. Entonces se me ocurrió hacer la figura sobre un plano horizontal y una vez fraguada pegarla entera en la pared. Compré tela de pañal, la fijé a un tablero con chinches, dibujé encima lo que quería y pegué los cachitos de a poco tranquilamente. Con ese sistema se podían mover las piezas para ubicarlas bien dejando un espacio mínimo entre ellas y pude hacer la forma de la jirafa bien exacta. Fijate en el primer intento que después deshicimos: la jirafa es tosca porque la teníamos que hacer con piezas grandes (y además parecía una especie de tenia saginata) En algunos lugares nos equivocamos porque pusimos piezas de distinto grosor y las más finas quedan como hundidas. Raku, espero que esto te aclare todo. Si no, decime. Y cuando R. vuelva de vacaciones te puede asesorar rebien porque hace unos murales maravillosos. Bueno, ahora me siento como el culo asi que paro. Tengo escalofríos y náuseas y me duele la garganta. No sé si es porque estoy resfriada o porque anoche me tomé medio litro de Campari.