domingo, abril 14, 2019

Mi amiga la que se separó de repente

Fue literalmente de repente, en cinco minutos y después de veinticinco años de convivencia feliz, intensa y cómplice, cuando el tipo le informó a sangre fría que tenía una relación de tres años con otra mujer de la que estaba perdidamente enamorado, en realidad obsesionado desde que ella lo había dejado por un hombre más joven, lo que no es difícil porque él ya es un señor muy mayor.
En medio del shock de la noticia el tipo le dio algunas precisiones que a pesar del estupor ella registró como si tuviera un grabador en las orejas. Entre otras cosas le dijo que siempre pensó que la de ellos era una relación abierta (aunque a ella nadie se lo había dicho hasta ese momento. Un error de comunicación, evidentemente).
También le dijo que pensaba que ella sabía todo, como si nunca hubiera entendido que su confianza en la lealtad de él no era mucha sino absoluta. Mientras él planteaba esas excusas cartilaginosas, por la cabeza de ella pasaban estas imágenes aparentemente inconexas: a) un bebe dormido sobre el pecho de su mamá, b) la mirada confiada de un perro, c) el interior expuesto y sangriento de un tomate partido al medio. 
Ella sólo hizo las preguntas necesarias para confirmar que no estaba alucinando y él se las contestó una por una, confirmando que estaba entendiendo todo correctamente.
Después de un rato ella se acostó como siempre en su lado de la cama, imaginate en qué estado de estupor que se quedó profundamente dormida hasta la mañana siguiente. Se despertó aturdida con una rara sensación en la cabeza y con el pelo pegoteado y cuando miró su almohada vio una enorme mancha de sangre. Se acordó del cuento de Quiroga pero conservó la calma: se tocó la nariz, los dientes, las primeras cosas que se te ocurre que pueden sangrar. Pero no eran la nariz ni los dientes sino el oído izquierdo. Mientras iba al hospital tiró la almohada en un volquete. Dos especialistas la examinaron y le dijeron que tenía el tímpano perforado. Le explicaron que eso podía suceder por una infección (que ella no tenía), por un trauma acústico (que no había recibido), por un traumatismo físico (Dios no lo permita) o por stress, que incluye todo lo que los médicos no saben a qué atribuir. Medio atontada como si efectivamente le hubieran pegado una patada en la cabeza, se metió en la entrada del subte, tomó el primero que llegó y se quedó sentada muy tranquila durante toda la mañana haciendo el trayecto 9 de julio-Congreso de Tucumán unas diez veces sin moverse de su asiento. Fuera del aturdimiento y un ligero dolor de oído se sentía bastante bien. Observaba con calma las diversas decoraciones de cada estación, pensaba en el significado de cada una y se imaginaba cómo habían sido las reuniones donde esos conceptos se habían discutido y aprobado y a la vez examinaba los zapatos de los otros pasajeros y el reflejo automático invariable con el que miraban su celular en cuanto se acomodaban en el vagón. De repente pensó que las cámaras la estaban detectando y que en cualquier momento iba a despertar sospechas de los empleados de Metrovías encargados de analizar las imágenes. Pensó que la iban a denunciar a la policía como extremista o que un uniformado iba a pedirle explicaciones por su conducta tan rara. Entonces se bajó en Plaza Italia y como hacen las personas que estuvieron en un terremoto, en una explosión nuclear o en el lugar donde estalló una bomba, caminó sin proponérselo como llevada por una voluntad ajena hasta el Jardín Botánico, donde pasó el resto del día leyendo las infografías y los cartelitos con los nombres de las plantas, mirando hacia arriba unos árboles altísimos que le daban una fuerte sensación de consuelo y acostándose en distintos bancos, donde se quedó dormida algunas veces hasta que fue casi de noche y un guardián amable le dijo que estaban por cerrar el jardín y que tenía que irse.

14 comentarios:

yaguarnina dijo...

Hiroshima, y un gran cuento.

yaguarnina dijo...

Hiroshima, y un gran cuento.

Abrujandra dijo...

¿Dónde se refugia una abrazadora herida? motivo de mis desvelos.

Obelix dijo...

Que lindo relato

Laurad dijo...

Guau! Volviste MM!

Anónimo dijo...

qué extraordinario este relato.
me dejó patitiesa.
bienvuelta estás, ememe

hipólita

cronista sentimental dijo...

ememe! me quedé sin aire leyendo este relato magia de palabras.

cronista sentimental

Myrna Minkoff dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Myrna Minkoff dijo...

Hola, Hipólita querida. Qué lindo volver a encontrarnos en esta casa abandonada.

Paula M. dijo...

pfffff tremendo relato a pesar de la tristeza

Unknown dijo...

Descripcion de un fin del mundo...Excelente

ºTroyana dijo...

nada tonto el final. Yo busco refugio ahí mismo,,, en el Jardín y cada vez que entro le digo íntimamente "ya llegué" y él me acuna en su verde vientre

Oscar Santos dijo...

No le faltó nada, es una obra en si misma. Y eso que es en tercera persona! Triste, lo que le pasó a esa señora. Ojalá haya mejores capitulos en su vida, en adelante.

Anónimo dijo...

Anonadada estoy. Me leo.