domingo, enero 15, 2006

NIDO VACIO

Tenemos cinco hijos numerados del 1 al 5.
Se fueron yendo de casa a medida que se casaron o se fueron a vivir solos. En casa sólo nos queda 5, la más chica.
Algunos tienen pareja estable y otros tienen novios y novias erráticos y cambiantes. Eso es muy entretenido porque conocemos gente interesante todo el tiempo. Tuvimos uno todo tatuado que usaba pollera y boxeaba; tuvimos un español muy pero muy simpático al que queremos mucho; tuvimos un actor; un poeta, un escritor, un artista plástico increíblemente flaco, una especie de dandy polaco que usaba robe de chambre de seda, una ucraniana que nos enseñó muchas palabras en ruso, tuvimos una gordita muy graciosa y una veterana medio tocada. Con algunos exes seguimos estando en contacto porque aunque la relación original se haya terminado tenemos muchas afinidades y sería una pena perder esos afectos.
En verano casi todos se van a algún lugar. En este momento, 2 y 3 ya volvieron de sus vacaciones y 5 se fue a Brasil con una carpa la semana pasada. Manda mails desde Rio diciendo que está bien, que vivió dos días en la casa de una señora moribunda, un día en una pensión y ahora en una mansión en Leblon propiedad de un señor de apellido Rottweiler al que no conoce, primo de un amigo de un amigo del colegio. Ella es muy seria, muy austera, y está con una amiga. Por eso estamos tranquilos. Si no fuera así nos inquietarían mucho los dientes del señor Rottweiler. El año pasado también se fue embora pero en esa oportunidad para tranquilizarme me dijo que tenía un conocido en Río. -Cómo se llama?, le pregunté (típica pregunta de madre cuya lógica los hijos no comprenden). -Joao, fue su aterradora respuesta.
La casa sin ellos es grande y tranquila. Los que están en Buenos Aires aparecen todos los días por teléfono, en mensajes de texto, por mail, o aparecen para comer, para bañarse o para dormir un rato, para dejar ropa a lavar, para abrir su correo o como ayer, para prepararnos unos filets de pejerrey a la leche de coco con langostinos y vieyras (hijo 4, genial cocinero)

2 comentarios:

myrna minkoff dijo...

esa es la idea: se puede ser vieja y muy feliz. Cuando era joven creía que las posibilidades de felicidad se terminaban a los 40 años. Fue una buenísima sorpresa descubrir que cerca de los 60 se puede gozar mucho más de todo.

Charlotte dijo...

siempre me entretuvieron las familias con muchos hijos y sobre todo sus cuentos.
soy hija única, imagínese!