En el Moma vi una muestra sobre las guitarras de Picasso. En todas las exposiciones los curadores exprimen el tema hasta un punto desesperante. ¿Querés guitarra? Entonces enterate de la historia de los instrumentos de cuerda, fijate en todos los cuadros donde aparece una guitarra, un laúd o una mandolina, mirate todos los chonguitos sonrosados tañedores de Caravaggio, informate sobre los distintos tipos de cuerdas: sintéticas, de tripa de chancho, de nylon, mirá en orden cronológico todos los cuadros donde aparece una guitarra, en fin, cuando salgas de aquí no vas a querer saber nada más sobre guitarras por el resto de tu vida. Soy injusta: esta muestra no es así; sólo exhibe todos los bocetos, dibujos, collages y cuadros que hizo Picasso cuando se le dio por las guitarras, y dos guitarritas corpóreas, una de cartón y otra de lata. Así como te digo que el arte conceptual malo me saca de las casillas, el arte de Picasso a veces me gusta y a veces no, pero siempre entiendo cuál es la gracia, nunca nada de él me parece al cuete, pretencioso ni aburrido.
Me acuerdo de la primera vez que ví la guitarrita de cartón, hace como 16 o 17 años, la primera vez que vine a Nueva York. Estábamos acá con un grupo de artistas plásticos por una muestra colectiva que había organizado Ruth Benzacar: eran Victor Grippo, Jacques Bedel, Norberto Gómez, Tatato Benedit y tal vez algún otro. Yo me fui sola al Moma y vagué durante horas. De repente me quedé patitiesa. Estaba ante la guitarrita de Picasso y me pareció tan pura, tan perfecta, tan alegre, tan inocente, que no podía evitar sonreír cuando la miraba. Daba una vuelta por ahí y volvía para verla una vez y otra vez. Después nos encontramos todos en un bar, me senté al lado de Grippo y él me preguntó que había estado haciendo. Le dije que había visto la guitarrita de cartón de Picasso. -Y ustedes, ¿cómo es que siguen pintando después de eso?, le dije (juro que sin mala intención, sólo porque no me imaginaba que siendo artista plástico uno tuviera ganas de seguir y seguir haciendo las cosas que hacían ellos sin deprimirse después de haber visto la guitarrita solitaria de Picasso colgada en el Moma).
15 comentarios:
decime qué te contestó grippo. un beso
Grippo chorreaba narcisismo.
Demoledor (che, con este texto ya terminaste de sacudirte los calambres del precalentamiento, no?)
Cuando le dije a Grippo lo de la guitarra se rió mucho, interrumpió la conversación de los otros, les contó lo que le había dicho y algunos decían que estaban de acuerdo, pero era en broma.
No me parecía que Grippo fuera narcisista, pero tampoco lo conocía mucho como para saber. Tal vez era tímido. El que era encantador y a veces genial era Norberto Gómez.
Una cosa es verlo un ratito y otra es convivir.
A Gómez o a Grippo?
A Grippo.
Debo escribir una cosa es verlo un rarito y otra "fue" convivir.
ratito
mmm... sí, tenía cara de ser difícil para convivir. Cara de tener úlcera o problemas digestivos innombrables.
Y sí...después de leer a Pedro Lemebel como que me dije mirando la carpeta que tengo en la compu con mis textos..."debería borrar todo esto".
También es una boludez medirse con los geniales. Me parece un signo de terrible soberbia. Conozco gente que va a un taller para aprender a pintar y un día dice que después de ver un original de Rembrandt decidió abandonar porque nunca va a pintar como él. A mí me pasa con algunos escritores también. Leo Alice Munro y me quedo pensando para qué escribo, si lo que quiero decir ya está escrito y de manera inmejorable. Lo que me pasó con la guitarra de Picasso es que estos artistas plásticos eran el eje de una movida más marketing que otra cosa y que cada uno de ellos tenía una gran idea de sí mismo (menos Gómez) y sobre todo la ambición oculta de ser mejor que el otro. Verlos como pavos reales y comparar sus obras con lo que había visto en el Moma me hizo decir eso que en otra circunstancia jamás hubiera dicho.
Sátamente Ememe...si no para qué están los colores.
vos en el MOMA y nosotros MAMANDO en la Biei de Mauri y la Argentina de Kris... buena vidurria la de algunos.
La seguimos chupando
Yo leo Alice Munro y pienso para qué leo a los demás.
Publicar un comentario