viernes, marzo 03, 2006

Hijas

Si la hija #5 es una hormiga africana, la hija #3 es una libélula.
La #5 llega tranquila, se sienta, habla, escucha, reflexiona, analiza cada cosa al derecho y al revés.
La #3 llega siempre exhausta y con el aspecto de quien viene corriendo delante de una locomotora. No puede concentrarse en nada. Siempre está de paso y apurada.
Eso no quiere decir que una sea más inteligente, más atractiva, más simpática o menos neurótica que la otra.
Las dos son una hermosura y tienen una cabeza brillante, pero desde que nacieron tienen temperamentos absolutamente diferentes. Se critican, se pelean y se dicen cosas horrendas capaz de ofender mortalmente al más curtido y cinco minutos después están sentadas juntas secreteando muertas de risa.
Ayer vino la hija #3 y comemos una ensalada gigante. Ella mariposea del comedor a la cocina mil veces hasta que lleva a la mesa un requecho de tallarines con tuco recalentados. Siempre me hace reproches invariablemente fundamentados en sus celos irracionales. Mientras sorbe los tallarines se queja de que no escribo sobre ella en este blog y sí sobre su hermana, la hija #5. Eso no es real: escribí sobre su relación con los gatos, lo que también me recriminó oportunamente.
Cree seriamente que prefiero a sus hermanos.
Tal vez la gente que no tiene hijos y la que tiene sólo uno no puede imaginar lo que se siente. La idea del hijo preferido es una construcción falsa basada en las relaciones sociales o amorosas, en las que sí uno prefiere a algunas personas sobre otras.
Quizá sea porque uno los fabrica con su propio cuerpo, que los hijos no pueden clasificarse en mejores y peores, en predilectos y secundarios. Todos participan de una misma bola de amor sobrenatural y maciza en la que no hay fisuras ni matices.
Muchas veces imaginé cómo reaccionaría si uno de mis hijos matara a alguien o si hiciera cualquier cosa que fuera contra mis principios y siempre estuve segura de que mi amor por ese hijo no se mellaría. Sufriría o me moriría de tristeza, pero mi amor por él no se entibiaría ni una décima de grado.
Hace unos meses, mi hermano y yo estábamos hablando de nuestros padres y él me dijo con total naturalidad que yo era la preferida para ellos. Atónita, le contesté que él había sido siempre el preferido. El insistió en su punto de vista, yo insistí en el mío y de repente nos dió mucha risa: éramos dos tamaños vejestorios anclados en una idea errónea de nuestra infancia. A punto de ser dos ancianos, con nuestros padres ausentes, todavía demandábamos neciamente ser únicos para ellos.
Creo que recién en ese momento los dos entendimos que estábamos equivocados y que nos habían querido por igual toda la vida.

3 comentarios:

Tricula dijo...

En casa somos 4 herman@s, y siempre se discutió lo mismo, sobre todo con mi hermana mayor. Cuando falleció fader, todo eso desapareció, y somos todos hijos de mader y todos con amor incondicional familiar.

... there's always a silverlining.

la enmascarada dijo...

Me emocionó tu post. Es verdad lo que decís, a pesar de que amo a mis tres hermanos (yo soy la #1) entre la #2 y yo siempre nos tuvimos medio tirria por disputarnos el amor de mi mamá. Todavía ahora que tenemos más de 30, quedan resabios.

Ana C. dijo...

Raro, pero una como madre sabe que los quiere a todos igual, pero distinto.

Un beso, señora, un encanto su blog, que iré leyendo de a poquito.