viernes, septiembre 23, 2011

Me caigo y me levanto

Eso decía mi apá cuando algo lo contrariaba. Lo decía entre dientes con furia contenida y todos sabíamos que en realidad quería decir otra cosa, porque a veces, cuando estaba enojado, en lugar de me caigo y me levanto decía mecachoendié, que tampoco era exactamente lo que quería decir, porque otras veces, cuando estaba muy pero muy furioso decía me cago en dios, que sí era lo que quería decir.
En cambio, cuando yo digo que me caigo y me levanto es precisamente eso lo que quiero decir porque me estoy dando cada roscazo contra el suelo que no se puede creer. Y no sé qué es más impresionante, si la forma bestial en que me caigo o la gallardía con que me paro y sigo caminando. La primera vez fue hace como cinco años caminando por Pueyrredón mientras leía muy concentrada. Con la mirada periférica vi una señora que venía en sentido contrario con un cochecito de bebé, quise esquivarlo y me dí las tibias contra un cantero alto de cemento, reboté un poco hacia atrás y volé hacia delante por encima del cantero (ahora que lo cuento me parece que ya posteé esta historia, disculpen si es así). Unos años después iba caminando muy apurada como siempre y un salame alzó la tapa esa de chapa por donde meten cosas en los sótanos de los restaurantes, me levantó por el aire y me catapultó tres metros más allá. Caí en una forma abyecta, en cuatro patas, y se me desparramó el contenido de la cartera en un radio de cinco metros. Varias personas se apuraron a juntar mis pertenencias y mis pedazos. Me acuerdo del que encontró la batería de mi celular en la zanja de la vereda de enfrente y la secó con un pañuelo antes de volver a colocarla.
Hace unos meses salí del baño con los pies mojados, y patiné hacia delante en el piso de mi cuarto. Pegué en el escaloncito de mármol del baño, primero la columna vertebral a la altura de la tercera dorsal y a continuación la cabeza, el occipital para ser más exacta. Mientras me iba cayendo tuve tiempo de pensar que iba a quedar parapléjica (cuando me golpeé la espalda) y enseguida que me iba a morir (cuando reboté con el cráneo), pero (es muy raro) no tuve miedo. Cuando terminé de caer me quedé un rato ahí echada haciendo el recuento de las distintas piezas que me componen, controlando si sentía los dedos de los pies, si podía mover las piernas, si no estaba ciega, y cuando me pareció que podía moverme sin que se me seccionara la médula, recién entonces me levanté de a poquito.
El lunes pasado me caí en un lugar histórico con piso de ladrillos coloniales gastados y juntas de cemento sobreelevadas. El efecto era una cuadrícula muy desestabilizante cuando estás con plataformas y tacos muy altos. Pasé rauda y displicente con mi elegantísimo metro ochenta (1,78 propios + 0,12 de tacos), sabiendo que atraía las miradas envidiosas de todos los que aspiran en vano al metro setenta, se me trabó un pie en uno de los ladrillos hundidos, se me dobló la pierna y caí de jeta en una forma ignominiosa. Esta vez llevaba una carterita japonesa monísima que voló hasta debajo de un mueble que había en el rincón, cinco metros más allá. Como pasa siempre, varios hombres se precipitaron a levantarme con mirada desorbitada, como si el peligro estuviera en quedarse quieta en el piso, no en golpearse contra él. Siempre reaccionan igual: te levantan rápido tirando de los brazos sin pensar que podés tener una clavícula, un hombro o un brazo rotos, te preguntan si te golpeaste aunque es una pregunta ociosa, te obligan a sentarte (por si te fisuraste una vértebra, asi se te clava en la médula y quedás en silla de ruedas por el resto de tu vida) y manos diligentes te ofrecen un vaso de agua. Todos los comedidos se sienten muy útiles dándole agua a cada persona a la que le pasa algo, y así es como pasan por la vida ahogando a los atorados, los borrachos y los golpeados. Esta vez, como estaba en una fiesta llena de celebridades me hice más la canchera que nunca, reí con una risa forzada, me miré las rodillas pensando encontrarlas en llagas como las de Jesús en la cruz y dije tan british como Emma Peel cuando le habla a John Steed: -Bueno, las medias no se rompieron; eso es lo más importante. Y tiesa como un bacalao para no renguear seguí mi camino hacia el baño, donde palmeteé mi pollera de terciopelo negro que estaba llena de polvo y me horroricé mirando mis rodillas y mis codos hasta recuperarme del dolor, lo que me llevó un buen rato.
Después de cada golpe las personas que me quieren me interrogan con suavidad sobre cómo fue que me tropecé o me patiné, con la intención de evitar futuras caídas. Yo les explico que tengo el centro de gravedad demasiado alto y que eso me hace inestable. Les doy el ejemplo de Maradona, que es petiso y tiene el centro de gravedad bajo y por eso nunca se caía. Y ellos entonces recuerdan a Menotti, que como es alto se caía todo el tiempo, y eso parece tranquilizarlos por un tiempo. La comparación con personajes futbolísticos hace más fácil la explicación de cualquier fenómeno cuando hablás con un hombre.
Igual, esto de caerme tanto y desde tanta altura tiene su lado bueno: sin necesidad de hacerme densitometrías puedo asegurar que no tengo osteoporosis, porque ya me hubiera astillado en mil pedazos si la tuviera. Además, tengo la sensación de que caerse y golpearse tiene a largo plazo un efecto benéfico. Será porque me acuerdo de los árboles frutales que los campesinos españoles agarran a palazos antes de que florezcan para que den frutas en mayor cantidad, más dulces y más grandes.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Dulce Ememe,

He llorado de risa con tus relatos de caidas bochornosas. Mitad en estado griposo y mitad
ahogada de carcajadas, me baje los panuelitos de la caja. Por aca no falla, si alguien cae rubicundamente al piso, la pregunta del primer paseante es: Estas bien??...

un beso grandote
Ana

ww dijo...

Hay un problema con la matematica, 1,78 + 0,12 es 1,90 o eso creo yo, por otro lado tacos de 12 centimetros? dios y la virgen!

mi mama tiene tambien una teoria parecida sobre que es bueno caerse, a mi me suena a el zorro y las uvas.

a mi caerme me parece que es una forma de autocontrol, mi locometro me indica asi qeu necesito timonear la maquina hacia la normalidad, algo asi.

Abrujandra dijo...

Ememe es alta por lo que leí en post anteriores pero mi memoria falla, creí que era más de lo que acusa este texto.
Cuán menos sola me siento al saber que hay más gente que se cae de manera teatral, como dolorosa.
Exquisita, como siempre.
Besos.

Anónimo dijo...

lo del centro de gravedad alto
de la alta me convenció
mis 1.77 están siempre por el piso


Hipólita

la señora bibiloni dijo...

Cerca de casa hay una pañalera (negocio que vende pañales) que se llama "Me caigo y me levanto". Cada vez que paso, le quiero pedir un autógrafo al dueño.

Anónimo dijo...

Yo no recuerdo haberme caido nunca, si cuando bebo de mas tiendo al desmoronamiento, pero no es una caida es un ..como caida de las Torres Gemelas ( buena imagen para este cuerpito), pero de abajo para arriba.
Me divierte que seas tan tan tan Ememe con los pobres que colaboran.

Cariños
a

monica dijo...

qué divertida forma de relatar algo tan doloroso. Siempre provocan estupor en los más bondadosos por eso no saben cómo ayudar y risa en los mas h de p.
las veces que me he caído en forma estrepitosa es cuando ando loca mal. También mis caídas son de recorridos elípticos de varios metros y desparramo de pertenencias.

Iv dijo...

Me hiciste reir muchiiisimo !! un beso por cada moreton !!

myrna minkoff dijo...

En cambio hay gente que nunca se cae. Yo creo que son reprimidos, que tampoco se tiran pedos ni se les corre la máscara de las pestañas.

Anahí Lazzaroni dijo...

Qué suerte entonces no soy reprimida, me ge dado muchos porrazos (utilizo addrede una palabra antiquísima)en la calle, dentro de mi casa y eso que mi estatura deja mucho que desear.

Anahí Lazzaroni dijo...

Errata: he dado.

Anónimo dijo...

porrazos me he dado

cariños
a

Anónimo dijo...

Che, yo no soy reprimida, pero no me caigo, o no me caía... Hace poco más de un mes me di un palo de aquellos, cambiando la rueda del auto, aflojando las tuercas que estaban más duras que la mierda y como no podía ni parándome encima de la cosa esa, yo con mi metro sesenta y tres y mi peso que no sirve para donar sangre le di con todo el peso del cuerpo y ahí las putas tuercas se destrabaron mientras mis manos quedaron pegadas a la cruz y me fui de cara al piso, el resultado fue un ojo hinchado y los anteojos rayados, quedé para campaña contra la violencia de genero y me dediqué a fotografiar los cambios de color de mi ojo en los días sucesivos... A los que preguntaban les dije que me había cruzado con camaño