martes, septiembre 26, 2006

Cuando escribí lo de la estampita del Angel de la Guarda me acordé de una de las muchas cosas que me obsesionaban cuando era chica: veía una imagen y quería saber qué iba a pasar en el momento siguiente. Era como si las fotos y las ilustraciones fueran fotogramas y me desesperaba que la acción estuviera detenida allí y que no se supiera la continuación de la historia.
La estampita del Angel de la Guarda me volvía loca. El puente era inestable, frágil, y colgaba sobre un precipicio. Los niñitos iban caminando muy confiados, como Mr. Magoo, sin percibir que estaban en peligro. Y el Angel de la Guarda iba revoloteando sobre el abismo como atajándolos por si se caían. Yo miraba el dibujo obsesivamente y le preguntaba a mi mamá –Se va a caer el puente? Y el Ángel va a poder salvarlos si se caen? Podrá agarrar a uno solo o a los dos? Y recuerdo que mi mamá terminaba contestándome de mal modo que no podía saberse qué iba a ocurrir. Eso me aterrorizaba, me hacía dudar de todo el sistema de protección que teóricamente lo sostiene a uno cuando es chico. Cómo que no podía saberse? Y entonces por qué habían dibujado esa escena y no la siguiente o la última de la secuencia?
También me trastornaba un afiche de Seguridad Vial que pegaban en las paredes. Decía CUIDADO! y mostraba un chico y una chica con guardapolvos blancos de colegio, cruzando una calle y en segundo plano el frente de un auto. Me acuerdo de haber caminado muchas cuadras al lado de mi hermano atosigándolo con las mismas preguntas –El auto está parado o anda? Los chicos no lo vieron? El auto va a poder frenar? También mi hermano me contestaba las primeras preguntas pacientemente y las últimas gritándome que no podía adivinar qué estaba por ocurrir.

Ahora pienso que si un chico me preguntara eso yo no me preocuparía por ser honesta y veraz sino por conservarle la seguridad y la confianza. Le diría que el puente no se cae, que el Ángel los cuida todo el tiempo aunque no haya peligros visibles y que el auto iba despacito y frenó y que a los chicos no les pasó nada malo.

Tal vez yo hubiera estado menos triste y preocupada toda mi niñez si me hubieran contestado eso, y por supuesto hubiera roto menos la paciencia con mis interminables preguntas circulares.

No hay comentarios.: