jueves, abril 06, 2006

Gap


Mis hijos me critican.
Es que somos muy distintos, yo les parezco un tanto ridícula y han sido formados en la idea hippie de que la verdad no ofende.
Hoy a las 5 am pasé frente al cuarto de la hija #5, que se había acostado a las 4 y noté que al caminar hacía crujir el piso asimétricamente, como si sólo pisara con el pie derecho. Hice la prueba de ida y de vuelta, pensando que una madera floja hacía sonar más un paso que el otro, pero no: son mis pies los que suenan distinto. El derecho pisa fuerte y la pisada del izquierdo casi no se oye. Eso me preocupó y pasé varias veces a diferentes velocidades para confirmarlo. Mientras lo hacía pensaba que #5, que tiene un oído finísimo, estaría oyéndome pasar una y otra vez y observando también nerviosamente que mis pasos suenan como los de Pete Pata de Palo. Sé que hoy cuando se despierte me va a decir que no la dejé dormir.
Los horarios a contramano son un tema insalvable. Otro es el choque de culturas que se produce a la hora de comer. Ellos se mofan del cuidado que pongo todos los días en que la mesa esté linda, con manteles y servilletas engamados, con platos simpáticos, con vasos preciosos. No comprenden por qué me ocupo de servir con una cuchara determinada y no con cualquier cuchara, ni por qué hay un plato para la ensalada y otro para la pasta. Eso les da mucha risa y me lo perdonan como se le perdonan las manías a una vieja tilinga. Lo que no es el caso, porque cuando era joven y muy pobre también preparaba mesas bonitas y armaba casas marvillosas con mis escasos recursos. Por ejemplo, confeccionaba pantallas de papel crepe de colores bellos para cubrir la triste bombita de luz que colgaba del techo y todo el ambiente se transfiguraba en un lugar mágico.
Cuando ellos sirven la comida arrojan sobre la mesa dos o tres tuppers, unos platos incongruentes y la deprimente botella de coca cola tamaño garrafa. Y alegrate si no piden una pizza, porque la llevan a la mesa tal como llega, en la caja grasienta y si es posible sin sacarla de la bolsa de nylon para mangotear las porciones chorreantes a mano nomás.
Hace varias semanas, dos amigas de #5 que a veces se quedan a dormir en casa (los padres las reprimen porque son lesbianas y no las dejan dormir en su casa), llegaron sorpresivamente cuando estábamos comiendo solos en nuestra pacata mesa de pareja madura. Las invitamos a comer con nosotros, agregué dos individuales y trajeron de la cocina lo necesario para su yantar de pajaritas. Obsérvense los recipientes en bruto tal como salieron de la heladera, apilados sin ton ni son y hasta con su papel film pegado encima. Explíquenme por qué una trajo un vaso y la otra una taza para tomar vino, habiendo a mano tantas copas. Los cuatro nos quedamos mirando el fenómeno un largo rato.
Lo registré en el mismo momento del hecho y aquí les presento la evidencia gráfica.


5 comentarios:

Tricula dijo...

Jajaaaaaaaaaaaaaaaaa - excelente!! Ahora, como se le ocurre vino en taza? Porque vaso a falta de copas, todavía, pero taza? TAZA?! imperdonable

Anónimo dijo...

Claro! que lindo es que hables de la mesa bonita. Cucharas, individuales, etc. Y quien tiene tu juego de cuchillos afilados? Si, y yo tambien odio la garrafa de coca cola, pero soy capaz de comer parado al lado de la heladera abierta, pero no puedo soportar dos cucharitas diferentes en la mesa. Sabes que? sos adorable.

myrna minkoff dijo...

Le entregué mis cuchillos de alpaca a un psicópata que me ofreció afilarlos a cambio de amor, cuidados y consultas médicas. De eso hace tres meses. Desde entonces comemos sopa o comidas que no requieren cuchillo, es decir purés, arroz y polenta. Se nos están aflojando los dientes y tenemos incipientes síntomas de escorbuto, pero yo sigo esperando que regrese con los cuchillos. Todos se ríen de mí pero eso no me hace mella. Sé que un día volverán, él y los cuchillos, filosos y brillantes como nunca.

Anónimo dijo...

Voy a hablar con el psicópata para que te los lleve ya, ya. Porque si hay algo que no puedo ver es una mesa con cubiertitos tramontina. Los dientes se ajustarán solos, lo que no deberíamos dejar avanzar es el escorbuto. Volverán, volverán, filosos y put, había que pulirlos también?

Anónimo dijo...

Padecí también al psycho de los cuchillos. Una tarde llegué a mi casa y él estaba cómodamente sentado frente a un aparato digno del personaje de Johnny Deep en Sleepy Holow (se escribirá así?) con todos los cuchillos de la casa a su alrededor, afilando una cuchilla japonesa, embelesado. La escena era espeluznante. Más espeluznante fué el corte que me hice después, mientras cortaba un tomate distraídamente, olvidándome de su 1er. advertencia. Sangré y sangré y hasta me bajó la presión. Desde entonces, llevo una marca conmemorativa en la yema de mi índice derecho. Ahora, sin mucho éxito, llevo a la práctica la 2da. advertencia del psycho, pero al revés: lavo los cuchillos con agua bien caliente a ver si dejan de compartarse como escalpelos.