Qué pena que se termine el mundial.
Me encantaba toda esa mariconería de los uniformes cambiantes, las zapatillas de diseño y las pelotas de colores. Fue como un largo desfile de orgullo gay pero dentro del closet.
En este momento están jugando con una pelota dorada los tanos que tienen un arquero vestido color oro viejo contra los franceses, que por alguna olvidada ley de Mendel resulta que son casi todos negros.
Los referís estaban todos bastante buenos, más que algunos jugadores. O será que son tan correctos, tan moralistas, que da ganas de hacerles cochinadas.
Me imagino que ya están diseñando las camisetas y los pantaloncitos para el próximo, con nervaduras acá y cortecitos favorecedores acullá.
A mí lo que me gustaba era cuando le regalaban un nene alemán a cada jugador antes del partido. A algunos les tocaba nena.
2 comentarios:
Así que usted también ha descubierto se qué se trataba el Mundial: el festival del orgullo gay-reprimido.
genial.
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