Ahora sí, voy a ser abuela

Mirá esto. No es una arveja en su vaina: es mi nieta/o.
No sabemos si es beba o bebe pero le oímos el corazoncito batir a lo bestia indiferente a todas las adversidades del mundo desde el interior de la palta donde vive, en la profundidad de la barriga de mi hija A.
Es mi primer nieto. Fijate en el post de este enlace: era septiembre del 2006. Tenía que esperar dos años para que la naturaleza se cagara en la hiperracionalidad de mis hijos y se pusiera a fabricarme un nieto. Me pasé años psicopateándolos a todos, amenazándolos con ser una viejecilla incapaz de llevar el coche del bebe por la calle si seguían pensando tanto cuál es el mejor momento para reproducirse. Ninguno me dio bola pero por suerte intervino el azar, que según Woody Allen todo lo ordena, y produjo este poroto que da vueltas carnero para atrás cada vez que lo enfocan con el transductor de la ecografía.
Panza no hay: terminando el cuarto mes de embarazo A. sigue pesando 50 kilos y se queja porque no le dan el asiento en el colectivo.
Entretanto pasaron cien cosas domésticas: tres mudanzas, ventas de casas, alquileres, contratos y trámites infernales en los que mi presencia organizativa y sedante fue imprescindible hasta que hoy, finalmente, se fueron a vivir juntos A. y F., el otro responsable de la existencia de la arveja.
Los ayudé todo lo que pude con mi ferocidad de Fitzcarraldo acarreando cosas y resolviendo problemas y finalmente en un arranque de abuelidad tradicional prometí pintar hoy en las paredes celestes del cuarto del bebe unas nubes blancas como las que pinté hace 30 años en el cuarto de A., que era chiquita. Hice unos moldes de cartón y además del aerosol blanco llevé un equipo genial para no intoxicarnos: guantes de látex, guardapolvo y barbijo quirúrgico. N., la hijita de mi yerno F. y su amiga S. también querían intervenir, asi que nos disfrazamos las cuatro como cirujanas y nos encerramos en el cuarto. Las nenas entraron en un éxtasis demoníaco: se miraban en el espejo con los guantes de látex y decían:

-Vamos a operarrrr! Vamos a sacar al bebito de la panza con nuestrrras manos!!!!

En cuanto empezamos a pintar descubrí que el aerosol dispersa pintura por todos lados. Los muebles, el piso, las paredes, todo se iba impregnando de una bruma blanco mate. El aire era irrespirable. Hice huír a A. para que el bebe no quedara plastificado y una vez que cada nena pintó una nube las hice escapar corriendo. Mientras limpiaba con aguarrás todas las superficies que había manchado me puteaba por haber creado semejante quilombo.

Cuando me iba me miré en el espejo del ascensor: tenía el pelo completamente blanco, pero blanco mate puro, eh. Me horroricé porque pensé que la inminencia del estado abuelar me había hecho un efecto como de película de terror y que se me iba a ir disgregando la cara como a una momia antes de llegar a planta baja. pero enseguida me dí cuenta: me había aerosolizado la cabeza entera con blanco mate. Estaba igual a Andy Warhol, yo que siempre fui igual a David Lebón. Ahora cómo me lo saco? O me quedo así, total ya soy una abuelita?