martes, febrero 14, 2006

Birdwatching 2. Cadáveres ambulantes.


La gente acá alcanza una edad más avanzada que en otros barrios. Quizá por la vida descansada o porque tienen aseguradas las proteínas de cada día, muchos llegan a ser muy viejitos en aceptable estado de salud. Pero algunos tienen tantos años que han perdido el relleno y sólo les queda su cascarita de persona. Lo curioso es que se siguen teniendo en muy alta estima; se petalizan y se visten cuidadosamente aunque algunos no son más que el mero esqueleto y la ropa encima.
Los cadáveres ambulantes que fueron mujeres conservan sus hábitos tradicionalmente femeninos. Andan con sus blusas de antes, de géneros nobles y estampados añejos y con sus faldas de buena calidad y un corte que sigue siendo perfecto 50 años después de haber sido estrenadas. Algunas llevan un collar divinamente demodé, o unos aretes como de Evita. Cada vez que me cruzo con una de ellas me pregunto qué pasaría si me acerco y sin decir palabra les arrebato el collar y me lo llevo. Gritarían como un pajarito aterrorizado? Me pegarían un carterazo? Caerían con el corazón fulminado por la sorpresa? Todo es posible. Habría que probar para saberlo.
Los cadáveres que fueron hombres tienen trajes de lino del que ya no hay (no el lino de nylon coreano de Zara, sino el verdadero, fresco y con el peso justo, que envejece con tanta gracia), hechos a medida en Londres en la década del 30. Las camisas gastadísimas les quedan grandes sobre todo de cuello, y en el espacio resultante se puede ver bailar la nuez del cadáver ambulante.
Todo en los cadáveres de mi barrio es muy usado y deshilachado, pero todo es llevado con una aristocrática indiferencia tanto por la belleza como por el estado calamitoso de esas ruinas.
En mi edificio vivía uno de ellos, al que cariñosamente le llamábamos El Cadavercito. Era un señor extraordinariamente amable y simpático. Además de sus trajes, conservaba las costumbres de urbanidad de su juventud. Me abría la puerta, me esperaba en el ascensor y me cedía el paso con una gran sonrisa de su calavera. Yo creo que él percibía cuánto me gustaba y cuánto me asombraba verlo vivo. Un día, mientras me abría la puerta, me dijo -Vió? Todavía estoy aquí... Después lo encontré una o dos veces más, pero hace más de dos años que no lo veo y no sabría como preguntarle al portero por él. Para consolarme pienso que tal vez sus nietos se lo llevaron a vivir al campo, pero yo misma no me lo creo.

4 comentarios:

Tricula dijo...

Y no olvidemos de los perfumes que, al igual que los vestidos, los tienen hace 50 años!!!

myrna minkoff dijo...

Bueno, eso no lo sé. Nunca he olido ningún Cadáver ambulante.

Anónimo dijo...

este post está buenísimo.
tiene algo perverso, me encanta el tono.
me mató lo de El cadavercito.

la ilustración está muy buena y quedó perfecta para el post. Quién es el dibujante?

saludos

myrna minkoff dijo...

Me encanta que te guste, Rex, porque a mí me gustan muchísimo tus textos y todo tu blog.
Yo soy la dibujante del Cadavercito, de la Perversa con perrito y de otras perversiones inéditas.