domingo, febrero 05, 2006

No todas son rosas 2


Hay un momento en el que los hijos no sólo no te necesitan sino que agradecen que te borres. Eso está buenísimo cuando uno tiene muchas cosas muy interesantes para hacer y si nada horrible se interpone en el camino. Pero sucede que ese momento suele coincidir con el momento en que los padres propios entran a pudrirse y eso es indudablemente una interferencia. No hablo de la depresión del padre jubilado, de la chancletización del matrimonio de los padres que se aguantan penosamente sólo por no estar solos, de la indefensión de los dos ni de la frustración de la madre post menopáusica que se siente vieja y no querida. Hablo de lo que les sucede 30 años más tarde: la decadencia global, los procesos degenerativos, la desmemoria, la declinación hacia el abismo, la agonía. No se trata de mal humor, ni de reproches, ni de demandas sin fondo ni de cara de orto. Es alucinación, confusión de identidades, pañales para adultos, sondas uretrales, papilla escupida sobre la sábana, vómitos sorpresivos, incontinencia, olor agrio, palabras incoherentes, gritos y murmullos, estertores, ronquidos, almohadas sudadas, dentaduras postizas en lugares inesperados. Todos vamos a ser testigos de la muerte de nuestros padres. A todos nos va a pasar. A mí antes que a ustedes, pero a ustedes también y aunque no sirve de nada saberlo me gustaría que lo sepan para que no los agarre de sorpresa. Las despedidas siempre son una mierda, y éstas son las peores de todas. Todo lo no dicho, lo reprochado, lo pendiente, lo práctico, todo flota con un peso específico espantoso en medio de la habitación en penumbras, sobre la cama revuelta, encima de las bolsas de pañales, los frascos de remedios y las recetas de los médicos. Los parientes reivindican sus puntos de vista siempre opuestos, reina la suspicacia por pequeñeces y el viejo o la vieja se van muriendo mientras los hijos compiten miserablemente por sus minúsculas diferencias y se enredan en inútiles hilachas del pasado. Me parece que todo eso es inevitable porque hace tantas generaciones que ocurre siempre igual, que si fuera evitable ya hubiera dejado de ocurrir. Pero sigue ocurriendo. A nuestros abuelos, a nuestros padres, a nosotros, a nuestros hijos, a ustedes, como hamsters en una rueda, eternamente, estúpidamente, sin salida y sin consuelo.

6 comentarios:

Tricula dijo...

Tengo una tía-abuela que tiene 94 años, lee LOS diarios todos los días, mira los informativos, y hasta los 85 años, manejó. Tiene más de 120 sobrinos-nietos, y se acuerda de la vida de cada uno de ellos y en qué están ahora. ¿Qué hizo? No tuvo hijos... saquen sus propias conclusiones.

myrna minkoff dijo...

No creo que tenga que ver con reproducirse o no. Lo que gasta es el tiempo, no los hijos. Puedo contarte diez casos de gente que tuvo muchos hijos y llega a las 100 en buen estado y gente que nunca tuvo hijos y a los 70 es un despojo.

Anónimo dijo...

Ememe,

Posteate algo!

Atte.

Anónimo dijo...

Adhiero a los comentario de Ememe, y me quedo pegadita con Voligoma.

Anónimo dijo...

QUE TRISTE TODO ESTO!!!!
AMO Y ADORO A MIS PADRES Y DESEO LO MEJOR PARA ELLOS NO QUISIERA Y HARÍA LO IMPOSIBLE PARAQUE NUNCA LES TOQUE UNA VEJEZ DESAGRADABLE.
MIS PADRES HICIERON LO MEJOR PARA SUS PADRES Y DOY FÉ Y SOY TESTIGO QUE ASÍ FUE..
MIS ABUELOS MURIERON CASI SALUDANDOLOS ESPERANDO VERLES LA CARA PARA DECIRLES GRACIAS!!!
AUNQUE HAYA SIDO CON GESTOS,BESOS Y MIRADAS

ericz dijo...

Lo que viene lo que viene: el siglo XXI tendrá en la eutanasia una práctica diaria. Predigo la desaparición de las costosas agonías de fin del siglo XX.