lunes, mayo 29, 2006

Hijitos

El hijo #4 trabaja como cocinero en un lugar nuevo. Le ofrecen 900 pesos por deshidratarse en la cocina todos los días. A fin de mes le pagan 800, de los cuales 50 con un billete falso. Paga con el billete en el Barrio Chino y se lo rebotan. Vuelve triste al restaurante ( en Palermo Hollywood, paquetísimo) y sin discutir se lo cambian, lo cual le confirma que sabían que era falso. Le parece demasiada maldad y renuncia, pero duda porque puso a salvo su dignidad pero pierde un trabajo que necesita.

La hija #5 trabaja como vendedora en una boutique que vende fantasías de plástico, también en Palermo Hollywood. Le pagan 20 pesos por 9 horas de trabajo en negro y una comisión miserable por lo que vende. A veces entra poca gente y estudia, lee, aprovecha el tiempo. Pero cuando sale, a las 8 y media, es de noche y en esa cuadra está todo oscuro. Ella es un ratoncito tierno de 45 kilos.
Desde que anochece hasta las 8 y media, mientras atiendo pacientes, pienso en ella, que pone las rejas del local, cierra la puerta y camina tres cuadras en la noche hasta el colectivo. Cada día me inquieta más el riesgo que corre. Hoy la fui a buscar arriesgándome a su malhumor porque ella cree que es una señora grande y yo creo que es mi bebita. No me importa: la busco igual. De paso le compro biyuta porque me encanta, para regalar y también para aumentar su comisión escuálida. Mientras pone las rejas cierro la puerta, miro alrededor, me da pánico lo desolado que es todo, imaginar que viene un tipo y le hace lo que quiere y ella es tan chiquitita y cree que es grande, mi bebé. Salimos juntas. Caminamos 100 metros. Un chico cruza la calle, nos encara y me dice -Dame todo, dame todo. Le digo que por supuesto, que le voy a dar todo lo que tengo, que me deje unos pesos para volver a casa. Saco la billetera, la espulga, me saca todo. La hijita #5 saca su billetera china, saca sus billetitos de las ganancias de hoy, que son 33 pesos porque lleva la comisión de mis compras. Le da todo. El chico no tiene más de 15 años, está desabrigado y sucio, nuestras manos se rozan, los dedos que mete en la billetera están muy fríos. No entiendo por qué me da ternura, ganas de darle una sopa caliente, de escucharlo, de abrigarlo. Nos está despojando, a mí, que no me importa, pero también a ella, que trabajó muchas horas para ganar sus morlacos, pero también él es un hijito.
Seguimos caminando, pensando cómo vamos a hacer para llegar a casa y ella dice: -Qué mala suerte tengo. Podría haberme asaltado ayer, que no vendí nada.

5 comentarios:

Tricula dijo...

Nada como los instintos maternales...

explorador54 dijo...

y no le dejaron un abrigo para que no pasara frío? que crueles!

explorador54 dijo...

es posible que el chico ni siquiera haya tenido un arma? al final tal vez fueron ustedes las que lo asaltaron, al fin y al cabo, acercándose a él con cara de víctimas de un posible robo de tal manera que el pobre chico se vio obligado a decirles "bueno, dénme todo", no?

explorador54 dijo...

lo digo porque yo hacía eso cuando era más chico. los veía ahí, tan pobres y desamparados, que pensaba: "éste me tiene que asaltar", y así lo hacian.

myrna minkoff dijo...

Me parece que por alguna razón les parece muy graciosa la historia. No se me había ocurrido que alguien pudiera pensar cosas tan ingeniosas acerca de un episodio así.
Bien por los vivarachos que saben verle el costado divertido a todo!