sábado, diciembre 29, 2007
Montevideo
Todo el tiempo estamos solos, en silencio, escuchando música, embutidos en nuestras lecturas y escrituras. A veces lavo cerezas o preparo mate o unos sanguchitos de jamón crudo mientras trabajamos. Hoy terminé el cuarto libro de los cinco que traje para leer. Fui demasiado rápido y ahora no sé qué voy a leer durante todos los días que me faltan. Pensé que cinco me iban a alcanzar pero calculé mal. El error fue pensar que Damas Chinas me iba a durar dos o tres días. Lo leí en una hora porque Bellatin siempre me agarra del pescuezo y me da miedo pero no puedo dejarlo hasta que no se acaba. Ni hacer pis puedo cuando lo estoy leyendo. Siempre que leo varias cosas lo que más me gusta es lo que leo de él. Todo el tiempo vuelvo a la solapa para mirar su foto tratando de empatar su cara con su escritura. Me asusta porque me recuerda una sensación vaga de maltrato en la infancia, de sadismo solapado, de algo espantoso y mudo que no puedo describir.
El de Marai me puso de mal humor: me parece un viejo amargo y solemne con una alta idea de sí mismo, un perverso pudoroso, un reprimido sexual. No me extrañó porque todos esos libros de Salamandra tienen un aspecto de algo rancio y monjil que me rechaza. No sé si es el color té con leche de las tapas (color inmundo que odio, como de consultorio de dentista) o esos montajes antiguos de fotos que les meten, pero siempre me resisto a leer libros de esa colección aunque me los recomienden. Esta vez tengo dos: La Hermana, de Marai, y La Historia del Amor, de Nicole Krauss, a quien no conozco pero le desconfío porque me parece una de esas novelistas profesionales americanas tipo Diane Krall, chicas atléticas y positivas alimentadas a corn flakes desde la infancia.
Amé el de Woody Allen aunque está traducido a ese lenguaje de pollas y neveras como todo lo que se publica para España. Lo amé igual porque adoro lo graciosito y tontuelo que es y me salteo lo de las pollas y las neveras porque ese idioma artificial ya está decodificado dentro de mí y no me molesta.
Y después, el de Tabarovsky, qué querés que te diga.
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13 comentarios:
yo me trague secuelas con una avidez que ni te cuento.
tenias razon con eso de que me iba a gustar. lo adore.
Fernando, el cubano de Librería Norte, me tiene patilluda recomendándome el de Nicole Krauss.
Sé que le tengo que hacer caso porque nunca falló antes.
Ya nos contarás tú.
Ay, dholinha, qué contenta me pone! Sabía que te iba a gustar. Nuestras almitas tienen algo en común y se hablan en silencio.
lou,
a mí también Fernando me emploma con Nicole Krauss y yo me vengo resistiendo desde hace por lo menos un año. Pero en Navidad me lo regaló mi hija. Es interesante lo que pasa en Norte: algunos vendedores te pescan la onda y te recomiendan exactamente lo que te va a gustar y no se equivocan nunca; y otros te recomiendan cualquier cosa que aparentemente no tiene nada que ver. A mí Fernando me pesca muy bien, me hizo conocer autores que me fascinan y además tiene una forma reflexiva y amistosa de proponerte los libros, pero la chica marra siempre: agarra para el lado de los tomates y te tira diez libros que no te interesan. A mí siempre me recomienda libros de teoría y de crítica literaria, dos temas sobre los que no leí ni pienso leer porque me chupan un huevo. Se lo digo de mala manera y diez minutos después vuelve con otro que me interesa menos aún. Siento que trata de saciarme con cualquier cosa y con urgencia, como si le tirara pollitos vivos a una boa constrictor.
Claro que en Norte deben verme como a una boa constrictor.
con Marai me dormí (que me perdone la academia si soy sacrílega, a esta altura estarán acostumbrados)
Sí, totalmente. El cubano la emboca con las recomendaciones. Y Sandro (el de rulitos rubios de anteojos) también. Sobre todo con poesía.
Por él compré los Pornosonetos, Dibaxu (de Gelman) y los Poemas de amor y Nocturnos (de Idea Vilariño).
La última vez que fui a Norte, me tiró los galgos Antonio Carrizo...
Hay que ir con cuidado, es lo que yo digo.
PD: Si te termina gustando el de Krauss, probá con otro de los que hincha Fernando y a mí me fascinó: "El dios de las pequeñas cosas", de una india de apellido Roy.
a la india Roy también me le estoy resistiendo desde hace tiempo. Hojeé el libro y no me convence.
En cuanto a tirarte los galgos, el más peligroso es Fernando. Su radio de acción va desde los 14 años hasta los 65 y no le hace ascos a nada. Conozco chicas que no van en los días fértiles porque tienen miedo de salir embarazadas después de una de esas miradas cubanas.
si yo fuera sándor, le quitaría el acento a márai, para llamarme: sándor marai.
la cronista
Sandro B. sabe recomendar buenos libros de poesía porque él es poeta.
Anahí,
el hijo de Sandro escribió un comment en el post Chatarra muy contento porque decían cosas lindas de su papá. Se lo dije a Sandro y le hizo mucha gracia. Dice que el pendejito tiene 13 o 14 años (creo, tal vez dijo 17, pero de cualquier manera es un pendejín adorable, por lo que dice el apá)
También le conté de vos y te requeteconocía y dijo que sos una poeta muy buena.
Me mandarías tu dirección por la vía privada, como dice Crab, para mandarte mi librín cuando vuelva a BA?
Ememe:
Ya te respondí hace minutos por línea privada.
inspirada, fui a norte después de navidad porque me quería comprar una novela "recién salida del horno". cumplí mi deseo de hacerlo, era como una imagen que tenía que completar, lástima que el libro que me recomendaron no me está copando tanto.
un abrazo grande ememe
anaf.
Conmigo Fernando tampoco erra, y La historia del amor funcionó ferpecto. La semana pasada se la llevé a mi vieja a la quinta -mi vieja no lee novelas- y gustó mucho también.
Sandro es un encanto de señor, pero lo único que me recomendó es Lobo Antunes. Cada tres renglones me muero de envidia por cómo escribe el viejo, pero un poco me estoy aburriendo.
quiero saber dónde queda esa librería...
alguien?
gracias.
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