domingo, enero 06, 2008

Volver es peor que ir.

El Buquebus de vuelta es una experiencia aun más aborrecible que el de ida.
Esta vez está lleno, y de porteños.
Después de dos semanas de oír hablar en un tono quedo, las voces argentinas te perforan el celebro como un barreno. Hasta para decir la frase más amable, el volumen occidental es varios cientos de decibeles más alto que el oriental. La suma de todas esas voces pidiendo cocacola, hablando por celular, llamando a los nenes, pidiendo información, da un ruido infernal.
Primer shock, en la sala de espera. Vestida con una campera estampada de camouflaje, curtida por el sol y botoxeada a full en todos sus órganos visibles, una mujer habla por celular en voz muy alta en medio de la multitud:

-Miserable, dame con el nene! Hace dos días que llamo y no atendés el celular! Te voy a meter una demanda mañana mismo por secuestro! El nene es mío! Vos no me das un mango, asi que el nene es mío!

Pequeño silencio.

-Hola, hijito, soy mami, estoy yendo a Buenos Aires. A las ocho tu padre te lleva a casa y no lo ves más, no lo ves nunca más, te aseguro. No lo escuches, no le hagas caso, todo lo que te dice es mentira, tu papá es un enfermo, un enfermo mental, no te mantiene, no te quiere, pero ahora llega mami y no lo ves nunca más, quedate tranquilo.

Corta y se pone a hablar animadamente, toda sonrisas, con una vieja que tiene sombrero de explorador. Primero le explica que el ex marido es un cretino pero enseguida le informa lo que acaba de descubrir en el free shop: la nueva línea de cremas de Clinique no es tan buena como antes y sin embargo es más cara y viene en envases más chicos. Ahora está mejor Lancome, por lo menos en la relación calidad/precio.

Segunda escena, ya a bordo del paquebote:

Voz de la azafata por el parlante: -Se solicita la presencia de un médico. Si hay un médico a bordo, que se presente en Comisaría, por favor.

Casi no dudo, pero confieso que un poquito sí. He atendido muchos enfermos en aviones y salvo un caso de resurrección inmediata y completa, tan milagrosa que a la salida la tripulación se formó para saludarme, el capitán me entregó una enorme caja de bombones Godiva y a la vuelta me despacharon en primera, todas las oportunidades fueron poco lucidas. Una vez tuve que atender en el baño a una señora totalmente vomitada, otra vez a un loco fuera de control, casos bastante mediocres que un estudiante de medicina de primer año podría haber atendido con la misma eficacia.

Igual fui a la Comisaría y una azafata me condujo hasta una mesita donde un señor horrible que ya había me había llamado la atención en la sala de espera por su enorme panza cervecera, su peluquín rojizo y su bijouterie de oro, estaba sentado frente a varios sándwiches de miga a medio masticar y cuatro latas vacías de cerveza Quilmes. Estaba pálido y sudado, los ojos se le iban para atrás y medio se babeaba. Me senté frente a él:

- Señor, cómo se siente? –le pregunté y le toqué el brazo.

-Me bajó la presión, nada más, ya me voy a recuperar, no necesito un médico.

-Está bien, pero déjeme que le tome el pulso y que lo acompañe un poco por si necesita algo.

-No quiero médicos, ya me voy a recuperar, no quiero que me toque nadie, no quiero que me revisen!

La azafata me pidió disculpas y me volví a mi asiento. No suelo desearle el mal a nadie pero me pasé el viaje pensando “gordo de mierda, ojalá te recagues y te vomites encima”

No digo que entre los uruguayos no haya hijos de puta; lo que no se puede negar es que los hijos de puta porteños se hacen notar mucho más.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Comienzo a imaginar la triunfal y ascendente carrera de ese niño que, del otro lado del teléfono, mira con ojos de lechuza a un padre con ojos de lechuza.

Ana Wu dijo...

jaja. dios.

Anónimo dijo...

quiero conocer a ese niño
quien no?
uy,ahi paso de nuevo!
Cariños
A

Anónimo dijo...

Que horror tu viaje de vuelta. Yo amo esta ciudad, pero no se porque los viajes de vuelta son fatídicos y el reencuentro con la esencia del Porteño siempre provoca un shock y un rechazo que, evidentemente, adormecemos cuando estamos dentro La City.
Recuerdo q a los 22 años volvía de estar un año de mochilera por Europa y USA. Eran esos vuelos muy baratos q daban la vuelta al mundo antes de llegar a BA. El anteúltimo tramo había sido Toronto- San Pablo, vuelo silencioso pese a la tormenta eléctrica q nos tuvo a puro sacudón. Pero en San Pablo nos enfrentamos a la realidad, cientos de argentinos q regresaban de sus vacaciones... Con Pina, mi compañera de viaje, estábamos paralizadas y sentíamos q nos íbamos a ahogar en los gritos excitados de nuestros compatriotas: "Gordo, me pasas el clarin", "Sorry, te jode cambiarme el lugar?!", "Juancho, te acordaste de comprar el KENZO en el FREE SHOOOOP?", etc. etc. Los gritos tenían eco y el caos parecía no terminar más… Cuando el avión estaba por despegar, se nos acerco una azafata que mirándonos compasiva nos dijo: "Tranquilas, no tienen por que llorar, no va a pasar nada. ¿Le tienen miedo al avión?". “No -Le dijimos lagrimeando- Le tenemos miedo a Argentina”.
Teníamos mucha angustia y no entendíamos porque (ni para qué) estábamos volviendo. Por suerte, 11 años después, encontramos más de una respuesta…
Besos,
Borba.

Anónimo dijo...

Pobre criatura Ahí es cuando digo que la infancia tiene algo jodido. Los niños están atrapados en las jaulas de los padres. Toca como padre o madre la fiera que toca y no queda otra que someterse a la voluntad de ellos. Después me gustaría que me cuentes la anécdota del salvataje del avión. Ememe me fascina esa vocación que tenés. La vi con el lagartin bebe cuando tratabas de salvarlo y me conmovió. Ojalá si algún día me pasa algo estés cerquita para socorrerme y sacarme el susto. Será que mi madre que es genial para muchas pero es tremenda cuando pasa algo. Tenía 12 años, un caballo me había arrebatado un pedazo del dedo índice y mientras me desangraba yo decía " no le digan nada a mi mamá". Es que ella se enojaba mucho cuando uno se accidentaba.

ilsebe dijo...

¡Pobres criaturitas!
Imagino al nene hijo de la loca botoxeada, asustado porque está con el papá al que no debe darle bola según el mandato de la "amorosa mamá" que lo reclama como si fuera un peluche y le asegura que no verá nunca más a su papá y me doy cuenta cuantas formas de desamparo hay para un chico.
Y después can de lirio dice que su mamá se enojaba mucho cuando se accidentaba...
Hoy me mataron con tanto desamor.