jueves, febrero 14, 2008

2. La batalla (de ninguna manera la guerra) ganada contra la entropía


Uno tiende a creer que la entropía es una cosa universal que se manifiesta en fenómenos pomposos como la muerte de las estrellas o los agujeros negros de antimateria, pero te aseguro que eso es un prejuicio: en mi casa hay entropía, y de las más salvajes. No en toda la casa, sino específicamente y exclusivamente en el cuarto de V., la bebita 3, la Negra, la Beba Verde, la Chocolina, La Nena (que responde a todos esos nombres). Todo lo que cae en esa área de la casa se desmaterializa y se transforma en otro objeto de naturaleza diferente. Ejemplos:
A. un envase plástico de yogurt con cascarrias secas remanentes de su contenido se convierte en un soporte para una bombacha sucia;
B. una bolsa de nylon arrugada entra a formar parte del microclima que medra bajo la cama y permanece allí durante seis meses acumulando pelusas y poblaciones micóticas.
O bien C., una campera manchada en la manga con algo que parece semen acartonado de exhibicionista de subte queda colgada en una percha de alambre durante cinco meses bajo la prohibición expresa de ser removida y lavada.

Como buena madre entrenada en la juventud en los peores prejuicios de la era Rascovsky, aunque los miasmas se filtren por debajo de la puerta y cada visión de esa habitación me produzca un microdesvanecimiento con síntomas vasovagales, no hay poder en el mundo que me obligue a intervenir para poner algo de orden en ese magma caótico. Ahora bien: antes de irse de vacaciones (tal vez desbordada por la magnitud de su propio caos) V. me autorizó de mala gana a ordenar un poco. Eso me insumió tres días completos de trabajo a destajo. Con mi método alemán de ordenar sin desordenar empecé con el escritorio y los cajones (con la ayuda de V.), seguí con los estantes (con la ayuda de A., la nena 2) y terminé con el sector de ropa colgada (con la ayuda abnegada de mi amá).
En el piso del placard había un espesor de un centímetro de sustancias no identificadas que presumiblemente contenían ácaros, hongos, drogas psicoactivas y bacterias en proporciones no establecidas y que succioné con la aspiradora (lejos mi electrodoméstico favorito).
Avanzando trabajosamente a través de la maraña de ropa, libros y objetos inútiles, encontré un baúl de madera que contenía bolsas de nylon llenas de papeles hasta reventar. Respetuosamente pregunté "qué es esto, mi amor?". V. me contestó con un refunfuño en el que creí entender "materia". Más adelante, a fuerza de machetazos que fueron abriendo el entramado de la jungla centímetro a centímetro, encontré una gran caja de cartón rellena de los mismos objetos: bolsas de plástico con miles de fotocopias. " Y ésto, mi amor?", pregunté amablemente. "Materia", volvió a gruñir.
Con mucho cuidado para no ser invasiva indagé tiernamente acerca del significado exacto de la palabra "materia", ya que parecía constituir una gran proporción del contenido de ese sector. Una vez que le serví un café, me senté frente a ella y le tomé una mano con actitud comprensiva, V. me explicó que "materia"son las fotocopias de los apuntes de las materias que cursó, que cursará o que simplemente desea conservar bajo la forma de papeles arrugados y polvorientos durante un lapso de tiempo no establecido.
Asimilada esa data seguí mi lucha heroica contra el Kaos y la Disolución rodeando respetuosamente los depósitos de materia distribuidos a lo largo, a lo ancho y a lo alto de su habitación.
Cuando volvió de sus vacaciones le pedí permiso para guiarla a través del Nuevo Orden Maternal, que básicamente consiste en sectores diferentes, estancos y limpios para las bombachas, los zapatos, las blusas, los pantalones, los libros, los depósitos de toallas higiénicas, los preservativos Prime, las medias, y por supuesto, la omnipresente materia. Pareció quedar muy conforme con mi trabajo pero 24 horas después encontré bajo la cama un plato con migajas de tostadas y miel iniciando un nuevo proceso de entropía en combinación con una remera sudada, un paquetito de papel para armar, un pelón medio comido y un marcador destapado.
Soy conciente de que una batalla ganada es sólo eso, de ninguna manera una guerra, pero no me desanimo. No, no me desanimo.

7 comentarios:

nv dijo...

sos la tendresse vivante, Súper MM. A mí también la Materia me acecha, me gustaría exclamar: oh, ¡y ahora quién podrá ayudarme? y que te me aparecieras.

myrna minkoff dijo...

Oh, no! Otra coleccionadora de materia no! Me ves como Mr. Músculo, sonriente y con un limpiador de gatillo en la mano, no?

Anónimo dijo...

qué bueno tener una madre como vos, y no como la mía, que me vaciaba TODO, pero TODO en mi ausencia sobre la cama, el piso, donde fuera y hasta que no acomodara no me dejaba salir del cuarto... en su defecto, invitaba a sus amigas a hacer turismo aventura a mi cuarto: "pasen y vean, mirá, este ASCO es el placard..., esa PORQUERÍA es su escritorio.., ves las telas de araña?? en esta casa no hay arañas y a ella se le forman telas, imaginate!".. el acabose fue el día que vino mi futura (ex) suegra a cenar por primera vez.. me había hecho acomodar el cuarto a la fuerza (como siempre) y yo metí todo a presión en el placard.. y ella tuvo la BRILLANTE idea de abrirlo para mostrarle parte del 'ajuar' (jua!!!) que me había comprado (contra mi voluntad, obvio)... repito: quiero una mamá como vos!!!!

Ana C. dijo...

Qué niña asquerosa la tuya, ememe. Debe venir con la edad, así que espero mi turno con resignación.

Mascaró dijo...

Ya de chiquito me enseñaron que los lapsos son siempre de tiempo, por lo que señalarlo es redundancia.

Anónimo dijo...

Lo de laapso lo descubri de grande, pero pensandolo un poco por algo la gente lo viene repitiendo en nuestra amada lengua por siglos... habria que preguntarle a la cronista tal vez...

Lapsus linguae? lapsus mental? lapso de tiempo? colapso? prolapso? interesante...

Ana

Anónimo dijo...

el lapsus ortografico se debe a esta comp chota de la library

Ana