jueves, agosto 31, 2006

amá

No me banco a mi vieja. La amé hasta los 8 años con ese amor de animalito, de peluche inocente que todos los nenes sienten por su mamá y recuerdo claramente el día en que comencé a odiarla. Me había hecho muchas maldades, tratamientos sádicos, pero me parecía que así debían ser las cosas hasta que una mañana me pareció que no debían ser así. Recuerdo ese día porque estábamos en el Tigre y cruzábamos un puente. Ella iba delante de mí y me asaltó una repugnancia súbita por su persona. Imaginé que la empujaba hasta hacerla caer al río, que se golpeaba la cabeza contra los pilotes, que se ahogaba, que yo saltaba hacia la orilla y que le pisoteaba las sienes hasta hacerle estallar el cráneo. Todo eso pensé y tenía 8 años. Me sorprendió mi sentimiento de odio pero lo acepté dócilmente y hasta sentí curiosidad por cómo iba a ser mi vida sin amarla.

Durante años soñé que le agarraba la cabeza y se la golpeaba contra una pared de azulejos blancos. Al principio se resistía pero muy pronto se relajaba, perdía la conciencia y yo podía machacar a gusto su cabeza odiada contra los azulejos hasta que la sangre que primero era roja y después negra lo teñía todo y en el sueño podía sentir cómo se iba haciendo viscosa a medida que se secaba en mis manos.

Entre los 8 y los 50 años la traté mal. No podía perdonarle lo mala que había sido con esa nena que había sido yo. Cuando cuidé y crié a mis hijos entendí mejor por qué la odiaba: sólo un reverendo hijo de puta puede ser sádico con un nene. El nene es vulnerable, siempre está dispuesto a amar, se entrega inocentemente, confía sin reservas y si es estafado vuelve a confiar una y otra vez hasta que se hace duro, pero tarda muchos años en endurecerse, como una resina mal formulada. El nene es chiquito y no sabe cómo procurarse protección contra la incógnita portentosa del mundo. Y las mamás son para eso: para proteger de los horribles misterios. La que no es así es una traidora, una mensajera del mal infiltrada en la infancia. Por todo eso la odiaba. Le hice recordar día a día sus maldades pasadas y aunque no las contabilizaba, ahora creo que sí, que inconscientemente llevaba un libro de debe y haber con cada una de sus crueldades en una columna y cada uno de mis desprecios en la otra. Fue una lucha sorda y larga. Yo deseaba que terminara pronto pero terminó hace muy poco tiempo, cuando yo soy muy grande y ella está definitivamente senil.

Ahora me da pena. Es una cascarita reseca rellena de casi nada. Come avena, toma agüita, se asusta cuando le duele la garganta o le pican los ojos, me pide auxilio todos los días porque cree que cada síntoma es la muerte que se anuncia. Yo la cuido, la rescato, me ocupo valientemente y generosamente de ella y sacrifico mis escasos minutos libres para acompañarla y protegerla. Es casi sorda. No ve nada. Camina como una ramita llevada por el viento. No la quiero pero dentro de todo es un alivio para mí no odiarla más.

Igual, a veces trato de exprimir hasta la última gota de mi odio. Le digo que quiero dibujar sus manos y ella posa dócilmente dejándolas quietas. Miro esas manos que durante tantos años quise ver muertas y que ahora tampoco me inspiran ternura: sólo me parecen un objeto de observación un poco macabro. Mientras las estoy dibujando cambia de posición porque se cansa y le digo –Boluda, no podés dejar las manos quietas?

1 comentario:

Nora dijo...

Este mensaje es bravo, y te lo agradezco. Yo tambien creci imaginando la ambulancia en la puerta que por fin se la llevaba de mi vida, muerta y bien muerta, asi dejaba de pegarme, humillarme en publico y reirse de mi, de mi cuerpo torcido por el asma y las costillas rotas por su mano. Nada de eso paso, llego a los 96 y tambien la cuide, le pague todos sus gastos con mis ingresos y todos mis viajes eran para verla a ella....Sin embargo...Esa chiquita dolida y jorobada estaba en mi, siemnpre esperando algo. Yo me olvide de ella, pero cuando la enterramos, la voz dentro mio dijo: "por fin la que me pego tanto esta bajo tierra"....no era yo, era ella. Y una semana despues me pase no llorando pero rugiendo, haciendo unos ruidos raros de mi garganta, de adentro mio, sintiendo mucha rabia, hasta que la oi y me dijo: "me prometiste que te ibas a vengar, que le ibas a devolver cachetazo por cachetazo y cintazo por cintazo! por que no lo hiciste? y ahora esta muerta, bien muerta y nunca le devolviste los insultos y las cosas jodidas que me hizo....
Al tercer dia de no tener el control de mi y rodar por el piso con estos rugidos, una amiga me dijo: por que haces tanto lio si a esta edad, somos todas huerfanas? Y alli aparecio la huerfana. Fui a mi caja de fotos, la encontre en una foto de 3 anos, en un rincon, con la misma mirada de los prisioneros de campo de concentracion, esos que estan mas alla de la esperanza del rescate; que saben que estan alli y que les han quitado toda la fuerza de vivir a golpes y humillaciones. Le puedo ver las piernas con marcas de los cintazos injustos.
La traje a mi casa, consegui una ampliacion de la foto, le puse el mejor marco que pude pagar, y ahora cada dia le digo que es una nina hermosa, que estoy orgullosa de que ella resistio todo lo que le hicieron, que gracias a que ella resistio ahora las dos estamos bien, en paz....le pregunto que quiere de comer y que musica le gusta y le pongo flores y a veces bailamos juntas.
Todavia verle esos ojos de arrinconada sin esperanza me da mucha pena y rabia por el martirio inutil, pero por lo menos la tengo conmigo; la adopte y la traje a vivir a esta casa con flores como a ella le gustan. Y a veces me parece que la veo sonreir cuando los pajaros y las ardillas se comen el pan que les tiro delante de su foto....