Diálogo 3.
Taxista canchero (anteojos negros, pochogorra, simpático) de regreso del Barrio Chino. Subo cuatro pesadas bolsas de plástico llenas de mariscos, pescados, frutas y verduras, todo chino, y las pongo en el piso por si algo pierde, para no ensuciar el asiento.
Por el camino hablamos de los orientales, de las cosas ricas que cocinan, de las comidas misteriosas que venden, del año nuevo chino, del dragón de papel que sacarán a pasear este domingo. Después el diálogo deriva hacia lo linda que es la Argentina. Comparamos gustos. Yo le digo que me gustan el litoral, el norte y Córdoba, el calor, las plantas y los ríos. A él le gustan el sur, Bariloche, las montañas, la piedra, la nieve.
-Están viniendo muchísimos turistas, vió? me dice. -Acá lo pasan bien, comen la mejor carne del mundo, ven las chicas más lindas del planeta, se asombran de lo abiertos que somos, de lo solidarios que somos con los extranjeros... ven que los argentinos somos honestos, gente derecha, que pueden venir sin miedo a que les roben...
-Estoy cansado de llevar gringos al Barrio Chino. Vienen como moscas, se quedan con la boca abierta. El otro día llevé a uno que tenía el yate anclado en Puerto Madero. Un barco enorme, con tolditos, una joya, todo blanco, alucinante. Lo llevé al Barrio Chino, lo esperé y lo traje de nuevo al puerto. Era muy simpático el gringo, loco con los argentinos, con lo sociables que somos... nada que ver con allá, que son unos quesos. Traía como diez bolsas de provisiones. Lo ayudé a bajarlas, me dió una propina grossa en dólares y cuando volví al auto ví que se había olvidado una. Usted cree que se la devolví? No, no se la devolví, le digo la verdad, para qué le voy a mentir. Me fui cantando bajito, la abrí en mi casa y no se imagina las cosas que había! Leche de coco...para qué servirá? Y unas latitas de jugo de maracujá, unas raíces que no sé cómo se comen, cuatro paquetes de centolla congelada... un dineral. Hay algunas cosas que no sé ni qué son, asi que las voy a llevar al Barrio para que me digan. Tá bien que vengan tantos turistas... y sí, hay que tratarlos bien para que vuelvan.
Diálogo 4.
El taxi me deja en la puerta de casa. El tachero me da como vuelto una moneda de 50 centavos que a 100 metros de distancia se ve que es falsa de toda falsedad. Parece hecha con una chapita de coca cola machacada.
-Oiga, esta moneda es falsa...
Le echa una rápida ojeada:
-Ah, sí, es falsa, pero hay tantas que ya son de curso legal.
2 comentarios:
Excelente taxi-man, la incoherencia con patas al extremo.
Digna de "aguafuertes porteñas" de Roberto Arlt. Maravillosa descripción de nuestro transcurrir contradictorio .
fraterno
js
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