El año es como el mundo, una esfera. En esta época ya dimos toda la vuelta y encaramos la curva descendente. El tiempo se acelera y todo se precipita hecho un amasijo como cuando se hunde el Titanic. El acelere entra en caída libre a partir del 1º de diciembre y se estrella de repente el 31 a la noche con el quilombo de los cuetes, los ojos saltados y las muertes en la ruta.
El 1º de enero uno empieza a remontar la curva ascendente del año y cuesta mucho trabajo subir la cuesta, pero por lo menos no hay tanto apuro ni desbarranque.
En los últimos 60 días del año la gente tiene ansiedad de reunirse, de despedirse, de saludarse, de cerrar cuentas y de saldar deudas. Todos se dicen lo que nunca dijeron. Los que no se dieron bola durante todo el año descubren que se quieren mucho. Se junta la gente más inverosímil a hacer brindis y todos sudan, se sacan fotos y se quedan atrapados en el tráfico.
En tres días tuve tres despedidas: la del curso de alemán, la de la cátedra y la de la asociación de médicos donde soy docente.
La de alemán fue sobria: cerveza y salgadinhos a las 10 de la mañana con W., nuestro profesor chiflado y todo el grupo, formado exclusivamente por mujeres.
W. exigió una marca de cerveza determinada y maníes. Le dimos el gusto y brindamos en el aula porque nuestra compañera monja no puede ir a bares.
El jueves fue la despedida de la cátedra en un restaurante gigantesco español, de esos con show. Estaba lleno de bote en bote y en cada mesa se festejaba algo distinto: un cumpleaños, un aniversario de casados, el fin de año de empleados de Exxon y cosas así. La actividad principal que los animadores les proponían a los comensales era aprender a tomar vino de una bota, pero además invitaban a que cantaran mientras el chorro les caía directamente en el esófago. En nuestra mesa de médicos estábamos listos por si había que hacerle reanimación cardiorrespiratoria a alguno.
Hoy al mediodía fue la fiesta de la asociación. Alquilaron un lugar alucinante donde uno entra de día y al rato se olvida y cree que es de noche. Hay black out en las ventanas y bolas de espejos que lanzan lucecitas. Las fuentes de buffet freud tenían adornos impresionantes hechos con vegetales. Bailar de día me parece una aberración, algo monstruoso, deprimente. Lo dije, pero igual fuimos a esa hora porque a la noche estaba reservado. Después del segundo plato y del show se pusieron a bailar con desenfreno como si fueran las dos de la mañana y yo me fui. Al salir me dio la misma angustiante sensación que cuando uno sale del cine y es de día. Me tomé un taxi con aire acondicionado y el chofer era un viejo italiano muy simpático. Hablamos de cómo se hace una huerta y cómo se hacen conservas de tomates y vino patero. Cuando llegué a casa ya estaba bien.
Pongo aparte las fotos porque no sé ponerlas bien y me quedan desprolijas.
2 comentarios:
Todos los caminos conducen al cangas.
Sí, era el Cangas, qué nombre tan raro. Todos nos preguntábamos qué quiere decir cangas y narcea.
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