sábado, diciembre 16, 2006

Por fin


Es mejor que lo sepan ya mismo: amo la Navidad.

Ya sé que todo el mundo la odia. Las dos familias tironean de las parejas, las madres gimotean si uno la pasa con el padre, los padres separados se arrebatan los nenes, los ex maridos se rayan, las ex mujeres reclaman, hace un calor infernal, la gente hace colas bajo el sol, los chopins están más ávidos que nunca, los vendedores detestan a los clientes, los chicos tienen diarrea y los viejos se deshidratan, los cuñados te regalan unas garchas infernales y las madres te regalan medias, calzoncillos y jabones. Entiendo que todos odien la Navidad, pero a mí me gusta tanto que a pesar de todo eso la amo. Me paso el año esperando eso, sólo eso, que haya 34 grados Celsius y ponerme a cocinar panes de miel y galletitas de almendras. Desde noviembre empiezo a buscar regalos divinos para mis personas que quiero. Voy guardando en una caja cosas lindas, papeles de seda, cintas, figuritas. El 8 de diciembre armo el argolito y pongo guirlandas en las puertas. Tengo las bolas de Navidad más extraordinarias porque las fui recolectando toda mi vida. Todavía tengo una de cuando era chica, de vidrio azul, que sobrevivió a mil Navidades y mudanzas. Y tengo otras raras que fui comprando y otras bonitas que fabriqué yo misma. Y para el 24 a la noche pongo mi mantel de hilo de mi abuela, velas rojas, figuritas antiguas de papanoeles y niñitos victorianos y viene un montón de gente. Antes de las 12 los hago irse a otro cuarto o al balcón mediante engaños y cuando están distraídos pongo todos los regalos alrededor del árbol, prendo las lucecitas y cuando entran se sorprenden y les encanta recibir sus regalos. Los envuelvo muy bonitos, con papeles dorados y cintas de seda de verdad.

Esta vez todo se atrasó porque estuve estudiando mucho. Recién hoy armé el árgol. Antes los chicos me ayudaban hacerlo. Yo les había enseñado y les hacía mucha ilusión, pero ahora les parece un programa deleznable. Dicen que hace mucho calor, que es una pérdida de tiempo increíble, que soy como Heidi. Cada vez que pasan me miran con cierta pena pero al final les encanta, me parece.

Lo que pasa es que ellos no creen en Papá Noel y yo sí porque lo ví. Tenía siete años y estaba en la terraza de mi casa con mi apá y mi hermano el 24 a la noche. Mi apá dijo que Papá Noel llegaba volando por el aire, yo levanté la vista y lo ví pasar, juro que lo ví. Ví la panza del trineo deslizándose muy cerca de mi cabeza y las patas de los renos moviéndose despacito, como si nadaran. Iban hacia la ventana de mi casa.

Es comprensible que los que no lo vieron crean que no existe, porque la verdad es que es raro. Pero como yo tuve la suerte de verlo me encanta festejar la Navidad y no pienso dejar que nadie me la estropee.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimada Ememe.

Aunque comas esos ositos horrendos, vos sos la cosita más tierna del mundo.

myrna minkoff dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
myrna minkoff dijo...

cosito tierno sos vos.

Anónimo dijo...

Aunque yo no crea, me conmueve lo que sentís, y te deseo
¡MUY FELIZ NAVIDAD!

paula p dijo...

bueno.
capaz alguna navidad te mendigo subirme a tu mesa..

*yo-tb-lo-vi a papanoel ensombrado contra la luna*