viernes, septiembre 15, 2006

Actualización sobre Alonso.


Me había olvidado de contarlo. Alonso tuvo el más extraordinario efecto radiografía que se haya visto jamás.

Cuando volvimos del consultorio del radiólogo, después de la traumática inmersión en el mundo de los perros y los gatos malaxados, le dí una rodajita de manzana y se la zampó. Quiero recordarles que hacía dos meses que no comía. A la tarde comió media chaucha. Al día siguiente una chaucha entera y varias hojas de rúcula.

Cuando vino Dr. G. con su arito de brillantes y su voz estentórea le dije que estaba mucho mejor que cuando lo llamé. Pero además se lo veía envalentonado, como siempre cuando se siente bien. Se ve que se cree un tiranosaurio: se infla todo para parecer más grande, estira la cresta inferior y mira con aire de superioridad a través de los párpados entrecerrados. A Dr. G. le atizó golpecitos con la pata, que es su forma de advertir que no lo jodan y después se resistió al examen médico retorciéndose como un dragón.

Se dice que el efecto radiografía es propio de los pacientes hipocondríacos, que se sienten mejor por sólo ser examinados. También está descripto el efecto pediatra, otro clásico de la literatura médica. Lo tienen los nenes que parecen gravísimos y cuando llega el pediatra de urgencia están totalmente recuperados, jugando y sin ningún síntoma, con lo que los padres quedan como un par de boludos ansiosos.

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