domingo, septiembre 17, 2006

primavera


Salgo al balcón por primera vez desde abril. Odio el viento y el frío que hace ahí arriba en invierno.

Limpio las mesas y las sillas con Blem, saco mi equipo de jardinería y evalúo la situación. Es un desastre. Lo último que hice fue podar las plantas en marzo y desde entonces no volví a mirarlas. El viento las secó, las hormigas se comieron entera la planta de frambuesas, el granizo machacó ramas enteras y horror! hay una invasión de cochinillas.

Las cochinillas tienen un nombre muy apropiado: parecen chanchitos rechonchos durmiendo la siesta. No invaden todas las plantas pero se ve que hay una que les encanta y allí aparecen una o dos veces al año. Cubren los troncos y las ramas y segregan un líquido dulce que atrae a las moscas y a las hormigas. Van chupando la savia y la planta se debilita, se le caen las hojas y se muere.

Hace tiempo hice un curso de jardinería ecológica que dictaba el ingeniero Flores (obvio), donde aprendí a matar plagas con productos no tóxicos.

Desde entonces sólo fumigo con alcohol de ajo (cinco dientes machacados en un litro de alcohol fino). A pesar del alcohol no perjudica a las plantas y a los bichos los fulmina. A las putas hormigas, en cambio, no les hace nada. Más aún, deben hacerse un festín. Seguro que se ponen en pedo con el alcohol y se morfan todo el ajo con ensalada.

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