martes, octubre 03, 2006

Hace diez años, cuando me dí cuenta de que no podía seguir atendiendo a mis pacientes y además el portero eléctrico, el timbre y el teléfono y cobrando, haciendo facturas y dando turnos yo sola, decidí contratar una asistente.
La primera se llamaba A.y era disléxica. Me la había recomendado mi amiga C., quien más tarde me confesó que le daba pena que A. estuviera sin trabajo. También le daba pena enchufarme un clavazo, pero según sus principios no era inmoral cagar a una amiga si a cambio resolvía el problema laboral de otra.
A. no tenía clara la diferencia entre los dos sistemas de nomenclatura de las horas: daba un turno para las 14.30 y anotaba 4.30. Durante tres o cuatro meses se armaron unos bolonquis tremendos en el consultorio: los pacientes llegaban cuatro horas más tarde o dos horas antes. Cuando le preguntaba a A. qué había pasado me contestaba que ella había sido muy precisa y que los pacientes estaban muy nerviosos y confusos. Muchos no decían nada, pedían un nuevo turno o bien esperaban bovinamente que se fuera el último para ser atendidos. Pero algunos sí se enojaban y yo argumentaba amablemente que quizá habían anotado mal la cita. Defendí a A. denodadamente porque no se me ocurría que mintiera hasta que fue evidente que tantos pacientes a la vez no podían desarrollar deterioros cognitivos agudos y que el problema no lo tenían ellos sino A.
Mi hija B.2 me ofreció una larga lista de amigas actrices desocupadas. Me aseguró que todas eran inteligentes y serias. Así que escogí a C., la única que conocía y que efectivamente parecía bastante avispada. Llevada por mi prejuicio burgués a favor del arte le dije que si le aparecía un trabajo de actriz tentador quedaba liberada del compromiso del consultorio. C. era muy desbolada pero adorable. Les contaba sus problemas íntimos a los pacientes y se interiorizaba de los de ellos. A los que tenían alguna relación con el teatro o el cine les pedía que la llamaran para hacer una prueba, un casting, un reemplazo, qué se yo, sin ningún reparo. Los pacientes entraban al consultorio sonriendo y me decían –Qué simpática su secretaria! Voy a ver si le consigo un bolo en el canal! La encontré varias veces en la sala de espera sentada al lado de un paciente que casualmente era director de cine o actor entregándole un curriculum todavía calentito, recién impreso en la impresora del consultorio. Un día C. tuvo una horrible desgracia familiar y tuvo que renunciar, cosa que me entristeció mucho. B.2 me propuso enseguida a su amiga A., que también era actriz y también necesitaba trabajar. Esta segunda A. me duró cinco años. Era una grandota muy vivaracha que resolvía todo y entendía todo pero también veía al consultorio como un vivero de potenciales trabajos de actriz. También ella imprimía sus curriculums en mi impresora. A veces abría mi computadora a la noche y encontraba fotos de ella semi en bolas o caracterizada como Emma Peel para un programa de TV. Fuera de esas debilidades y de su letra patuda que daba náuseas, era perfecta, pero también a ella le ofrecieron un contrato que satisfacía su sensibilidad artística y se fue. Dejó en su reemplazo a otra actriz. Ésta era divina, una especie de mora o de turca o de hindú con ojos negros rodeados de un halo tenebroso y con un lomazo atroz. Yo me preguntaba cómo era que Kusturica no la había conchabado todavía. Tenía un novio que la hacía sufrir. Hablaba con él por teléfono varias veces al día, lloraba, se enojaba y se quedaba el resto del día con cara de culo y la máscara de pestañas toda corrida. Era como tener a Anna Magnani al mando del consultorio. Entre discusión y discusión con el novio, durante cuatro semanas le enseñé en qué consistía su trabajo y cuando empezaba la semana cinco consiguió un contrato para trabajar en cine y se fue.
B.2, apiadada de mí, volvió a ofrecerme su lista de amigas actrices desocupadas, pero esta vez dije que no, que ya tenía bastante de vocaciones frustradas. –Ahora quiero una vieja que no se enamore y que no quiera ser artista, le dije.
Así fue como contraté a L. a pesar de su aspecto inenarrable en cuanto la ví, sólo porque cumplía con esas dos condiciones mínimas. Se maquilla con una especie de crema espesa de forma que su cara parece hecha de goma eva color naranja. Usa unas ropas atroces: ropones hindúes, túnicas bordadas a máquina, chalequitos de telar, mucho batik, muchos colores de la tierra. Es vegetariana. Es ecológica. Es étnica. Es telúrica. Yo la trato fríamente para no tener un contacto demasiado estrecho con ella, con sus ideas y su patchouli, pero siempre se las ingenia para explicarme que la gente es buena, que estamos en la era de acuario o que la nueva humanidad será más espiritual que la de ahora. Pero lo peor no es eso. Lo que me tiene loca es que es rematadamente rebuscada y profundamente iletrada a la vez. Habla con una voz muy controlada, sinuosa, y con los labios fruncidos sirupíticamente. Elige las palabras más complicadas para decir las cosas más simples y por supuesto, es incapaz de prender una computadora y ni pensar en que abra un archivo y escriba algo. –Ay, dotora, eso no es para mí!, me espeta, y con eso quiere decir estos aparatos modernos son obra de una civilización demoníaca que muy pronto desaparecerá de la faz de la tierra junto con las drogas, el asado, el vino y las malas maneras.
A mamá la llama melosamente Su Seniora Madre y a mi marido Su Senior Esposo lo cual me da ganas de estrangularla en ese mismo instante por lo que debo contenerme retorciéndome las manos debajo de la mesa.
Habla abriendo poquito la boca para ser más fina y en consecuencia suprime las vocales abiertas. Al teléfono le llama tubo. Dice: Dctra, la sñora XXX se encuentra en el tiuvo (porque en su afán de elegancia pronuncia la b como v).
Redacta como los policías con frases pretendidamente cultas: Dctra, le recuerdo que le ha sido dado un turno al senior Herrera para maniana a las 20 y treinta. Dctra, sabe ustét que no he hallado la historia clínica de la seniorita García Blanco? Esa secuencia se repite todos los días porque busca al senior Herrera en la E y a la seniorita García Blanco en la B, no en la G. Confunde los nombres. Los escribe mal. Los entiende mal. Escribe Holga, Ilda, Vustamente, Agirre y se ríe como una colegiala cuando le señalo el error. -Es que tenía mucha prisa, Dctra, se disculpa.
Es tal su estupefacción frente al alfabeto que ordenar las historias clínicas del día, tarea que a nadie le insumió nunca más de diez minutos, le lleva por lo menos 45 minutos sin tener en cuenta las que olvida sacar y las que saca erróneamente.
Ayer vino media hora más temprano y me dijo que quería familiarizarse con el archivo para no tener tantos inconvenientes con los nombres de los pacientes. Me dio mucha pena, pero lo que me mató es lo que dijo después: -Quédese tranquila, dctra: voy a sacar las historias clínicas y las voy a volver a ordenar por orden analfabético.


7 comentarios:

Anónimo dijo...

"Esperando bovinamente"me copa la expresion.
El artista que trabaja de otra cosa,es terrribleeee!!!Mozas que estudian teatro,actores que ocasionalmente trabajan para abogados...
Me gusta como describis a la "pitonisa de acuario"...No se si todos los que hacen comentarios aca te conocen,yo ni se quien sos y ahora me avivo que en algun otro coso tuyo dabas referencia(que palabras raras)que sos psicologa o psiquiatra.Que locura,no?
Me estoy riendo solo imaginando los problemas existenciales de directores,actores...
Y si a los directores,actores les hacemos hacer la colimba?
A

Anónimo dijo...

jaaaaajajajajaja!!! tremendaaaaaa! Trabajo con bibliotecarios y una en vez de decir faCturas dice faturas....y la otra, que como dice un amigo, no sabe coordinar sujeto y predicado, dice en vez de procesos teCnicos....procesos teRnicos.
Me sigo riendo de lo de Su Seniora madre.... fantastico.
saludos!
C

Anónimo dijo...

jajajaja!! que genial!!

Anónimo dijo...

Yo estoy buscando una asistente medio degenerada para tareas de redacción. Si sabe de alguna me avisa, por favor?

myrna minkoff dijo...

La que tengo es incapaz de redactar una lista de supermercado y no es nada degenerada, lo cual es mucho más grave.
Lo siento. Le sugiero que busque por los alrededores de Puán.

Anónimo dijo...

concuerdo contigo ememe.... definitivamente hay q buscar por ahi. Doy fe.

Bla. dijo...

Es muy bueno lo que escribiste. Es más: es mi artículo favorito entre todos los artículos que leí hasta ahora en estos meses de blogger.
Un beso