A mi apá le gustaba salir conmigo de noche. Pensándolo bien, organizaba unos programas realmente bizarros para una niñita de 9 o 10 años, pero en aquél momento me parecía totalmente normal lo que hacíamos.
Me llevaba a la maravillosa librería Atlántida y nos quedábamos hojeando libros durante horas. Yo sabía que podía elegir lo que quisiera y casi siempre me decidía por algo absurdo. Una vez quise El Contrato Social. El empleado que nos atendió preguntó mi edad disimulando mal su desacuerdo y a mí eso me encantó. Me gustaba que mi apá y yo fuéramos cómplices frente a la pacatería y a la boludez. Lo curioso es que leí con mucho interés todo el libro y años después lo recordaba muy bien. No me imagino ahora leyendo un mamotreto así sin desmayarme de aburrimiento.
Después íbamos a comer pizza a Güerrin. Eso era la perdición. Nos quedábamos adelante, en el sector donde se come parado frente a las mesas altas de mármol, donde comen los jubilados y los solitarios. Papá pedía una silla para mí y comíamos unas tremebundas porciones de muzzarella. A mí me trastornaba la fugazzetta rellena con jamón pero no se despachaba por porciones, así que a veces pedíamos una chica para los dos. Papá tomaba cerveza pero a veces se mandaba un moscato y me daba a probar un poquito. Eso también me gustaba. Era dulce como un jarabe para la tos, más precisamente como Benadryl, el jarabe con codeína que fue mi droga de la niñez.
Después íbamos al cine pero no a ver pelis de chicos. Me llevaba a ver las de Gardel y a la salida él cantaba partes de tangos mientras caminábamos por Corrientes. Era excitante andar de noche por la calle con mi mano protegida dentro de su manaza mirando los carteles luminosos, que me parecían el paradigma del lujo y de la alegría. Me parece que me daba un poco de miedo y de ganas de volver a casa ver que muchos negocios habían bajado las cortinas metálicas. Eso me hacía sentir que era malo lo que estábamos haciendo.
Un día nos cruzamos con una vieja y papá se paró en seco y gritó –Tita! y la abrazó como si fueran amigos. Ella se inclinó haciendo descender un par de tetas en punta como dos conos apuntando a mi cara. Me dio un beso pegajoso y yo me froté los cachetes con el borde del vestido. Después papá me dijo que no tenía que hacer eso y me explicó que la vieja era Tita Merello. Yo no sabía quién era: seguí pensando que eran amigos y que tenía una piel viscosa. Ahora reconstruyo la escena y pienso que ella no tendría más de 40 años en esa época y seguramente estaba buena, por eso mi papá la saludó con tanto entusiasmo.
Pero lo mejor lo mejor de todo era cuando me llevaba al Luna Park. En la entrada me daba miedo perderme porque había miles de hombres, mucho movimiento, luces y ruidos, pero papá me levantaba y me llevaba a upa hasta llegar a nuestra butaca. Ahí adentro era maravilloso. El aire era puro humo, una nube que con las luces se hacía opaca como la leche. Pasaban vendedores de algo que no recuerdo qué era, seguramente no coca cola porque en esa época era una rareza, pero tal vez panchos, o vino, no sé, y el vendedor gritaba y los gritos de todos me aturdían pero no me daban miedo porque me apretaba contra mi papá. Me acuerdo de la tela áspera de su saco contra mi cara y del olor exquisito que siempre tenía y que yo creía que era olor a hombre y tal vez lo fuera.
Era precioso estar dentro del rugido de la multitud que subía y bajaba siguiendo el ritmo de la pelea. Una noche ví cómo un boxeador le rompía los dientes a otro. Volaban hilos de sangre y saliva sobre la platea hasta la segunda fila y nosotros estábamos en la tercera. El tipo escupía pedazos de dientes al costado del ring.
Después entrábamos a casa sin hacer ruido, yo me acostaba y a veces papá se asomaba y me tiraba la camisa que se acababa de sacar. Yo hacía un bollo con ella, la abrazaba y sumergía la nariz en ese olor que es el más rico que olí en mi vida, tabaco y chivo por partes iguales y me quedaba dormida.
5 comentarios:
Que buena pero que buena pero que buena historia!Grosa.
Puntos en Comun:mi abuelo me llevaba al Luna Park...nunca vi una niña!las minas que habian eran tipo vedetes o del show bizz..el humo es tal cual...
Yo tengo 37...alguna vez vi a Galindez,Palma..etc..
El Benadryl!!!!!!!!! De niño lo tomaba con cuchara,hasta que pase a tomarlo del frasco...que flash..tan bueno era que dormia y soñaba y despues me levantaba medio nerviosito..pero me pegaba bien...tipo a los 15 descubri que se podia mezclar con vodka y bue..fue el inicio de una epoca dorada.
Justo hoy lo llame a mi viejo.
A
Qué maravilla eso de los olores; vos sabés que los recuerdos de mi infancia están más llenos de olores que de imágenes? No se porqué me acuerdo que me debés la foto con el perro (no, con este no!!) ¡¡la color sepia!!! a.c.
mis recuerdos también, a.c. son una serie de olores inolvidables que explican todo sin necesidad de palabras.
Te debía la foto, es verdad. Te la dejo en el siguiente post con un
texto. Si querés te doy una copia el martes.
Te quiero mucho.
Teníamos el Benadryl en un armario del baño y mientras hacía los deberes me levantaba de la silla a cada rato para mandarme un trago. Era delicioso: tenía un gusto picante y te dejaba la boca anestesiada. Un día mi papá apareció con el frasco vacío y preguntó cómo se había acabado tan rápido. Le dije que yo me lo iba tomando y él me explicó que tenía codeína, una droga que era parecida a la morfina. Me contó que Caruso (creo que era Caruso, si no era Mario Lanza) tenía un cáncer en la garganta y tomaba codeína por los dolores. No me retó ni se enojó: simplemente me explicó eso y dejé de clavarme los benadryles diarios.
Qué buena idea mezclarlo con vodka! Voy a probar.
Por supuesto que quiero; tener la foto va a ser como ir a tomar la leche juntos. Yo también te quiero mucho a.c.
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