sábado, diciembre 16, 2006


Nunca vienen todos los chicos a la Navidad. Este año va a haber cuatro.

A.1 vino de NY, donde vive, y después de muchos años va a pasar la Nochebuena con nosotros. El que no va a estar es B.1 porque se va al campo a pasarla con la familia de su mujer, R. Todos están muy apenados desde que ocurrió la tragedia. -Quieren llevarse sus regalos para abrirlos allá? le pregunto a B.1. -No, que me voy a poner muy triste.
Me dice eso y me quedo pensando todo el tiempo en cuando era chiquito.

Cuando tenía siete u ocho años fue a un campamento que duró tres días. Yo le había puesto en el equipaje cosas ricas y cartas divertidas para que no extrañara. Años después me contó que encontrarlas le había provocado una nostalgia mortal que al atardecer se le hacía insoportable. Se alejaba del campamento y me llamaba en silencio, telepáticamente, mirando el cielo. Tenía una pena tan grande que creía que yo la sentía a la distancia y que iba a llegar en un avión a rescatarlo. Por eso miraba al cielo.
Imaginar esa escena me mató de tristeza, pero lo peor era que no había podido evitarle ese dolor, que le había fallado, que mientras él me esperaba yo estaba haciendo cualquier cosa, ignorando su sufrimiento.
Sé que ahora no se va a ir al medio del campo a llamarme con el pensamiento, pero saber que está triste y que mi amor no puede aliviarlo me provoca la misma pena que entonces.
Para los que no tienen hijos debe ser absurdo que una señora pretenda proteger y consolar a un hombre grandote y peludo, por eso no lo digo en voz alta. Pero acá puedo decir todo lo que quiero: quisiera hacerle upa y abrazarlo, frotarle suave la espaldita y besarle el pelo. Es mi bebito, mi cachorrito para siempre.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

qué triste pero qué dulce también...

Anónimo dijo...

me gusta mucho ese papanoel. y el ají también.
a mí la navidad no me entusiasma demasiado, pero con todos esos adornitos y delicias, debe ser un poco más emocionante.

Anónimo dijo...

Y eso nos pasa a todos los padres con los hijos, ¡que vas a hacer!
Para nosotros precisarán siempre ser abrazados, besados, cuidados, aunque ellos piensen que ya no...

JB dijo...

yo te entiendo taaaaaaan bien. no sólo porque mi mamá a mis 29 sigue sufriendo por mi sufrimiento sino porque no me imagino que mis hijos dejen de ser mis bebés y de amarlos con este amor tan intenso ( a pesar de que simon a sus casi 5 me prohibió terminantemente que le diga bebé o cualquier cosa semejante)

debería estar un rato a tu lado para tomar unas clases de vida.

muy feliz navidad.

julieta

Anónimo dijo...

Acá tenemos un típico caso de exageración materna. El campamento no fue por 3 días sino por 8 o 15, en Bariloche, cagado de frío, con unos "líderes" que nos despertaban a las 6.30 y un compañerito desagradable que sólo sabía repetir "me lo paso por el culo".

El pedido para que me rescataras en avión no fue lanzado al cielo sino que escribí una larga carta, que después no me atreví a darles a los líderes para que enviaran por miedo a que leyeran su contenido y en represalia me dejaran enterrado bajo un muñeco de nieve.