domingo, septiembre 03, 2006

scaffolds

Alguien me dijo que tengo los dientes torcidos. Al día siguiente fui a ver al doctor Finger y le pedí que me los enderezara.

El doctor Finger es un auténtico PRO, siempre optimista, una especie de vecino bienpensante con sus herramientas siempre listas para embellecer la sonrisa de los cinco continentes. Me examinó, me toqueteó toda la boca, me tironeó de los dientes como si fuera a comprarme y me halagó diciendo que tenía todo el comedor en muy buen estado y que valía la pena ponerme aparatos de ortodoncia. Le dije que sí y me adhirió a cada diente de adelante un plastiquito con una ranura por donde pasó y ajustó un alambre de titanio. Me dijo que tenía que cambiarme el alambre por uno más fuerte cada 4 semanas y que en 8 meses iba a tener los dientes derechos como un piano. Los primeros cinco días tuve la trompa como Louis Armstrong porque la cara interior del labio superior se me enganchaba en los alambres cada vez que sonreía, hablaba o respiraba. Lo llamé para preguntarle si era normal o si debía alarmarme y me dijo alegremente que era totalmente normal, que me tomara un corticoide y que no me desanimara. Ese horrible destrozo en partes mías que nunca habían sido holladas por ningún enemigo desapareció a los diez días, cuando mi labio se curtió como la capellada de un zapato. Pero cada vez que Dr. Finger cambia el alambre anterior por uno más poderoso, durante una semana siento como si me hubiera caído de cara y me hubiera quedado ahí, con los dientes de adelante clavados contra el canto de un placard. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que no puedo comer ciertas cosas, como lechuga o espinaca, porque se me quedan fragmentos atrapados, como vellones de oveja en un alambrado. Y ya no puedo sonreír como antes porque a la ida no es nada, pero al volver el labio se me queda enganchado en los plásticos y me parezco al señor Lambetain.

Ahora antes de sonreír lo pienso un rato y de reír ni hablemos, con lo que me gustaba reírme a carcajadas antes de que el Dr. Dedo llegara a mi vida.

Cuando no puedo aguantar la risa sonrío reprimida y caprina como Hannah Arendt. No quisiera frustrar a nadie, pero creo que estoy empezando a deprimirme. No sé si llegaré viva a diciembre para ver mis dientes nuevos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no te desanimes... yo iba en vias de convertirme en un conejo o rata... y tuve q usarlos durante cuatro (SI CUATRO!) largos años... por suerte no tenes q usar las gomitas q no te permiten abrir la boca. Cada vez q los ajustan es un dolor insoportable y comer se transforma en una tortura quitandote el apetito. Obviamente tengo los tipicos sueños q me caigo por las escaleras y me rompo toda la dentadura, o se me aflojan y se me caen. Pero a pesar de todo el sufrimiento quedaron lindos.
Animo! Te escribo para q te sientas acompañada!
saludos!

myrna minkoff dijo...

Gracias, Ceci,por tu solidaridad.
Dr. Finger me aseguró que lo mío iba a llevar no más de ocho meses.Por eso acepté. Si me hubiera dicho que iba a tener los dientes alambrados un año entero hubiera optado por mis simpáticos dientes torcidos.