martes, febrero 20, 2007

Microcentro


Me gusta mucho encontrarme con mis hijos de a uno para ir a pasear, a comer y a charlar un rato.
Hoy salí con B.3, con quien nos estamos viendo poco porque está viviendo en la casa de B.1, que se fue a Cabo Polonio por cinco semanas.
El pretexto para encontrarnos fue depositar en el banco unos cheques que las dos habíamos cobrado. Ella había averiguado todo y me dió las directivas (firmar, poner el número de documento, el de cuenta...cosas que nunca supe y si alguna vez las supe no las recuerdo) pero una vez frente al cajero empezaron a presentarse los problemas: cuando dice "cuentas propias o ajenas", se refiere al cheque que hay que depositar o a la cuenta donde uno deposita? Primero tecleé la primera opción y después la segunda y me iba poniendo cada vez más nerviosa porque sentía en la nuca la vibración histérica de los que iban formando cola detrás de mí. Finalmente rehice toda la secuencia y tomé el camino correcto, pero cuando la máquina expelió el ticket que debía ensobrar junto con el cheque, descubrí que por ansiedad ya había cerrado el sobre. Entonces traté de abrirlo, primero suavemente y al fin de un tirón que le arrancó un pedazo.
B.3 ya se había tentado de risa pero yo estaba muy angustiada; me dirigí a un mostrador y pedí cinta scotch para emparchar el sobre. Con una cara de infinito aburrimiento el empleado me explicó que debía hacer todo de nuevo. Volví al cajero, donde la cola ya sumaba ocho personas que bufaban y se removían con inquietud y rehice todo el circuito, esta vez sin errores.
Después B.3 me dijo que yo había reaccionado como un mono adiestrado, es decir que había cumplido prolijamente con todos los pasos pero en cuanto algo se desvió de las rutinas aprendidas arranqué un pedazo de sobre "como un primate inferior". "En vez de un cheque podrías haber metido una banana", agregó.
Cuando le tocó el turno de depositar su cheque ella hizo todo bien. Pero como además de ser una marisabidilla es una nena muy chiquita, estaba muerta de hambre aunque eran apenas las 12. La invité a un restaurante rico, pero ella quería un sánguche. Se le ocurrió que fuéramos al Club Sueco. "Me encanta que la comida nacional sueca sean los sánguches", decía mientras caminábamos a los trompicones por Suipacha hacia el sur. También esta vez me equivoqué. Yo creía que quedaba en Suipacha al 500 y en realidad quedaba en Tacuarí al 100. Cuando llegamos nos dijeron que estaba cerrado hasta marzo, entonces le propuse ir al Tortoni, donde hacen unos panchos gratinados extraordinarios, o al Chino Central. En la puerta del Tortoni había quince turistas esperando apiñados para entrar, todos con su sombrero de explorador y sus sandalias Birkenstock. Antes de llegar al Chino Central le anticipé: "es un lugar precioso, exótico, vas a pensar que estás en Saigón, si es que Saigón queda en la China" Le hablé de las maderas oscuras, de las lámparas antiguas y del dueño chino, alto y elegante. Pero cuando entramos descubrí con horror que hasta el Chino Central fue arrasado por la más antiestética civilización occidental. Ahora es igual a cualquier otro restaurante chino, y como todos, está atendido por mozos catamarqueños con chalecos de falsa chinoiserie. La comida tampoco es como era antes. Pero las dos nos enamoramos de una camarera diminuta y divina, china de verdad, que nos atendió.
Lo lindo es que enfrente hay una especie de jardín precioso con plantas colgantes y bancos donde la gente se sienta a fumar... y de repente apareció una catarata que se descolgó como una pared de agua en el fondo del jardín. Todo se puso hermosísimo entonces, con reflejos temblorosos y un rumor suave que se oía desde el restaurante.
Cuando salimos B.3 me mostró dos edificos en los que trabaja dando clases de español. Son nuevos y altos, cubiertos de vidrios espejados. Me impresionó imaginarla entrando y subiendo en ascensor hasta esas oficinas donde la esperan alumnos que la triplican en edad y que cumplen muy aplicados las tareas que ella les da.
Después me volví como había ido, caminando. Las primeras cuadras por Suipacha eran un aquelarre de gente pisoteándose y rempujándose, de motos zumbando a dos centímetros de las personas, de autos tocando las bocinas y de grupos de jóvenes fedayines cortando el tráfico embozados con kuffias recién adquiridas en el Once.
En una vieja galería había un viejito deambulando frente a las vidrieras de una sastrería. Primero sacó un peine del bolsillo y se peinó con mucho cuidado prestándose pelo de una sien hacia la otra y acicalándose en especial la parte de atrás más larga, que es la que lo hacía sentir varonil y joven. Después se puso a mirar una por una todas las vidrieras con gran detenimiento y tenía cara de imaginarse vestido con un traje color crema.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

no se peinó muy bien el viejito.

¿qué son "fedayines"? ¿es algo nuevo, que no conozco?

carolain

Anónimo dijo...

MM, al Chino Central iba a veces a almorzar cuando trabajaba en una de esas oficinas vidriadas, una vez la llevé a Dolo.

myrna minkoff dijo...

carolain,
de wikipedia directo para vocé:

Fedayín: palabra árabe plural cuyo singular es fedai o fidai (en árabe, فدائي pl. فدائيين ; fidā'ī, pl. fidā'iyyīn). En ocasiones se utiliza en castellano como singular, cuyo plural sería "fedayines".

La palabra es participio activo del verbo árabe فدى fadà, que significa aproximadamente "mostrar adhesión". En su uso habitual designa al que combate por razones políticas y se suele traducir por miliciano, combatiente, comando y otras similares. Es la versión laica de muyahidín: éste tiene unas connotaciones religiosas que no tiene el primero. Su uso en castellano procede de Palestina, pues es el nombre con el que se designan a sí mismos los combatientes de las distintas organizaciones palestinas, excepto las islamistas, que utilizan muyahidín. Se utiliza en otros países árabes y ha pasado también a lenguas no árabes del ámbito islámico, como el persa y otras.

myrna minkoff dijo...

agustina,
llevaste a dholo, a mi dholo?
Y cómo era el Chino en ese momento? Todavía era un rincón de Saigón en Buenos Aires? O ya parecía un delive-lee?

Anónimo dijo...

my ememe,

me inmiscuyo para confirmar que sí, que yo.
mmmh, no sé si era un rincón de saigón, pero sí que los mozos catamarqueños ya estaban ahí. había uno muy simpático.
trabajo muy cerca de ahí, debería ir. la vista desde el chino central es impagable. amansa.

muá,
d.

Anónimo dijo...

Hola:
Mariasabidilla le dice el padre de mi ex a mi hija.Yo pense que era una palabra que habia inventado el.Yo me dejaba una barba y el me decia:El Barbillas.El siempre insistia que habia que comer todo todo que de chico habia pasado hambre.Recopilando datos en el Montevideo profundo supe que el no habia sido tan pobre.Y se lo dije:"Mire,Don C.no se haga el que la paso tan mal,por yo se que su padre era el dueño de..."Una ferreteria o algo que ni me acuerdo.
El Chino Central era l unico lugar chino.y era re bueno.Hoy cambio pero igual es lo mas.
Tacuari al 100?restoran sueco?Antes yo tenia oficina por ahi..y estaba la embajada sueca.
Hay una panaderia en H.Irigoyen y Tacuari se llama Anahi.La atiende chileno de barba.Y detras del mostrador esta Alberto Arturo.El señor A.A es muy gay.y yo le digo siempre:"El dia que tu padre te puso Alberto Arturo..jamas se imagino que ibas a salir tan trolo...tu padre no estaba preparado...no es que te puso Kevin o Lufur Maxime.."A.A vive simepre con travas y es bailarin en discos.Me manda saludos y cartiitas siempre.
Que buena imagen el señor imaginandose en trajes beshhhhh!!!
Cariños
A

Anónimo dijo...

ay, qué burra. yo pensé que era un "yin" feda, un chico vesitdo con un yin feda... jajajaja.

carolain

myrna minkoff dijo...

carolain,
es influencia del idioma que estás hablando allí todo el tiempo. Imaginate: si vivieras acá jamás se te hubiera ocurrido eso, con el adjetivo invertido.

A.,
no es mariasabidilla sino marisabidilla. Y es un término más viejo que tu suegro y hasta más viejo que yo.