martes, febrero 20, 2007
Tés mu
M4 se va a Nueva York y como siempre, me pide que le haga una lista de cosas que deseo. Una vez le pedí un lápiz de kohol verde/dorado que uso y tuvo que recorrer mil perfumerías hasta encontrarlo. Eso no sería nada porque no le molesta callejear, pero lo acompañaban su hijo A.1 y su sobrino N., que viven allá, y mientras él miraba todos los stands de cosméticos ellos lo gastaban diciéndole que era un pollerudo. Asi que nunca más le pedí cosas de chicas, sólo libros de medicina y de arte que me trae a montones y me hacen muy feliz. Pero hay otros libros que deseo locamente, que podría pedir a Amazon y que están en Barnes & Noble al simple alcance de la mano, pero tengo que conseguirlos de otra manera porque son mis tés mu.
Ahora viene la explicación: Hace como veinte años probé una vez un té absolutamente exquisito, inolvidable. Pregunté y me dijeron que se llamaba té mu (un nombre japonés, ocvio). Desde ese día lo busqué, primero en Buenos Aires y después en cada ciudad que conocía. M.4 se contagió de mi obsesión y entrábamos juntos a los negocios más absurdos preguntando si lo conocían. En el barrio chino de New York dije "acá te agarré", pero los chinos, los vietnamitas, los coreanos y los japoneses, todos los orientales, me miraron por igual con cara de perplejidad y algunos me dijeron que no existía, que era una mera fantasía mía. Pasaron como diez años y un día, en Génova, nos dijimos: -Acá, que es una ciudad de comerciantes exóticos, lo vamos a encontrar. Entramos a un almacén viejísimo como de la época de Colón y en cuanto pregunté, el empleado me señaló a sus espaldas, en un estante, una enorme bolsa de papel madera con caracteres japoneses estampados y un cartel con la traducción: TE MU. Creí enloquecer de felicidad y alivio, no por el placer de volver a tomarlo sino por haber confirmado que existía, que siempre había estado allí esperándome y que yo había sabido llegar a él. Algo parecido me pasó con un libro de Sylvia Plath. Ya había leído toda su poesía, sus cartas, sus diarios y hasta su obra de teatro y sus cuentos infantiles, pero no había podido encontrar The Bell Jar, su novela. No estaba traducida al español y era absolutamente imposible encontrarla en Buenos Aires. La busqué en dos oportunidades en Londres en librerías nuevas y viejas y la respuesta siempre era negativa, sumada a la cara británica de indiferencia, que es una de las cosas más feas que uno puede ver en el mundo. Tres años después, en Nueva York, fui a hacer mi programa favorito: pasar una tarde en The Strand, la librería más maravillosa del mundo. Es un pasillo tortuoso que atraviesa la manzana y está tapizado de estanterías abarrotadas de libros nuevos y viejos que se te caen en la cabeza, de pilas de libros en los rincones y de mesas donde se encuentran ofertas increíbles (libros de reproducciones impresionantes por un dólar, por ejemplo). Los empleados no te miran ni te escuchan y aunque lo hicieran no pueden orientarte, tan descontrolado es ese caos. Es imposible no entrar allí y después es imposible salir. Un día, cuando fui sacar mi mochila del guardarropa me encontré... con Lou Reed que iba a sacar la suya, que tenía pintado con liquidpaper, como las de los chicos del secundario, LOU, medio torcido.
Ese día, cuando entré a The Strand, sabía que iba a encontrar The Bell Jar. Logré atrapar a un empleado, le pregunté y me dijo que creía que no estaba, pero que buscara por ahí, y señaló vagamente un sector de literatura norteamericana. Lo busqué en la P, y después recorrí desde la A hasta Z, pero no estaba. Seguí vagabundeando sin rumbo porque sabía que el libro estaba allí. De repente me metí por una de las ramas del pasillo (en la entrada decía GEOGRAFIA, o ANTROPOLOGIA, algo así de disparatado) y veo en el fondo una estufa, y sobre la estufa un libro chiquito, colorado. Me acuerdo que avancé despacito, como flotando, porque sabía que era The Bell Jar. Estaba cubierto de polvo y con la tapa manchada de humedad, y era, era! Me había estado llamando y yo lo había oído claramente!
Ese día se consolidó en el centro de mi cabezota y se hizo explícita en mi consciente la ley del té mu, que tal vez pueda aplicarse a todas las cosas de la vida:
Desear con intensidad, buscar sin cansarse, esperar sin impacientarse, confiar sin ilusionarse.
Vas a ver que lo vas a encontrar.
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28 comentarios:
Me encanta leerte! me encanta tu vision de las cosas!
qué lindor.
MM:
Vos sos sabia. Si vivieras en Ushuaia te elegiría para que seas mi médica de cabecera.
Creo que hay pocas experiencias tan lindas como cuando uno encuentra un libro deseado. Me pasó con uno de Juliana de Norwich y varios de D.T. Suzuki que encontré también en NYC; con uno de Robert Frost que encontré semiescondido en un estante perdido en una librería escolar; y cuando con mi hermano encontramos "La Odisea de Ásterix", con la cual terminamos la colección.
Me gusto lo que escribiste al final...buscar sin..
Se lo voy a poner YA..a Novieta en un mail...como que lo invente yo.
Es que estamos buscando un departamento...y al principio era un barrio.Luego un barrio con un dpto asi y asa.Ahora nuestra busqueda se limita a un solo departamento.
Cariños
A
NYC es el segundo hogar de los comentaristas de Old are the trapos.
A M4 le tendrias que dar una lista bien femenina.
Y misiones..tipo:"saca fotos de ropa tirada".
A M4 lo tengo en capilla.
Cariños
A
qué lindo.
me encantó.
Me encantaron las dos historias. Desde hoy voy a tener siempre presente la ley del té mu.
Perro de Aguas,
porque hace tanto que no escribis? tus historias tambien son muy lindas.
mm: strand es sin duda la mejor librería de ny
qué linda historia. me voy a acordar de la ley del té mu.
ahora, ¿vos no venís a nyc con M4? ¿cómo puede ser? ¿y yo qué hago? ¿eh?
carolain
pd1: podés pedirle ositos de gelatina...
pd2: algún día te voy a contar mi historia de bell jar y nyc.
hermoso ememe!
Gracias por decir tantas cosas lindas, pero leo lo que escribí y me parece una grasada inigualable.
La verdad es que pienso que es así y lo aplico a todo lo que puedo de mi vida, pero redactado tan solemne, tan como de Rudyard Kipling me parece un bochorno.
Igual, veo que no se detienen en la forma sino en el significado, por suerte.
Le aruto ah leiminado etas enradat.
Lipohita
Las camisetas de strand estaban mejor antes. Ahora se han aenmariconado.
Barney
Sí, parece que no sólo las remeras sino todo Strand se ha enmariconado. Parece que limpiaron y ordenaron y ahora tienen buen diseño de remeras y bolsas, que antes eran un mamarracho.
Qué pena me daría verlo así, Barnes&nobleado.
Carolain,
esta vez no puedo ir, pero te aseguro que si fuera arreglaría para conocernos. Me encantaría encontrarnos en un café y reconocernos por un sombrero o por el color de los guantes.
Igual estamos recomunicadas así, como si nos conociéramos. Yo siempre pienso en vos, que estás lejos y nostálgica y también en México me mata, que está en México (y la mata). Me las imagino haciendo sus viditas de extranjeras allá y deseando estar acá, asomándose a los blogs que son como ventanas que dejan ver pedazos atractivos de la vida en BA.
Dale, contá lo que te pasó con The Bell Jar! Contá algo de lo que estás haciendo!
te abrazo fuerte fuerte,
mm
Tu relato me hizo acordar a aquello que supo escribir el amigo Julio respecto de su alter ego y la Maga: "andabamos sin buscarnos, pero sabiendo que andabamos para encontrarnos", que a esta altura es una frase refrita de tarjeta postal artesanal vendida en alguna feria, pero no por eso deja de ser tan verdad.
Saludos desde la ciudad luz.
lo que me gusta de este blog es que en los comments siempre se junta gente linda.
saludos, m&m!
Pedile una lapicera de austronauta, que sirven para escribir boca arriba (en la cama, en los desvelos) y venden en quiosquitos de las calles por u$s 5.-
(Si trae dos yo te compro la otra)
buen relato el del Té mú. En italia me pasó algo parecido con las liquirizia Tabú. (pequeñas pastillitas fuertes de regaliz.
por otra parte, los libros siempre buscan.
Increíble lo que te pasó con The Bell Jar. Porque además es un libro muy increíble. Y pensa que ahora lo conseguís en Buenos Aires. Pero ya no tiene tapa colorada.
A mí me fascinan los tés de todo tipo y la ceremonia que acarrea.
Yo tengo una amiga que piensa que a veces uno tiene "gritar" lo que quiere, encarnarlo en palabras, digamos, para que el universo se ponga de acuerdo y lo cumpla.
Algo parecido a lo del te mu? Quizas.
Un beso y te sigo leyendo...
malena,
amo, amo las Tabú y la liquirizia en todas sus formas. En Torino, el año pasado, encontré Tabú en la estación de trenes y compré dos cajitas. Todavía tengo. Y muchos años antes compré otra italiana que viene en cajitas de lata. Cuando estuvieron vacías me quedé con una y regalé la otra.
Mi ex yerno español me trae de España unas muy ricas llamadas Juanola, pero la cajita no es tan linda.
De las cuatro partes del consejo sólo me sale la primera.
Hipólita
¿Las pastillas de regaliz se usan la tos?
ememe:
si vinieras, te invitaría a alguno de los cafecitos que me gustan (me dio bastante trabajo encontrarlos) y me pondría los guantes verde claro, los más coquetos, como señal para el reconocimiento.
tu blog es mucho más que una ventana a buenos aires, son fragmentos de una experiencia afectuosa, inteligente y un poco extravagante (sergio denis!!!!) de la vida que compartís muy generosamente.
carolain
pd: la anécdota es muy larga... algún día la pondré en mi blog que nunca despega y la haré "pública".
Qué bueno lo del té mu... ahora se me hace agua la boca. Cómo será?
Un saludo...
ah! y en estos días la agrego a mi lista de links, sólo para facilitarme la lectura.
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