domingo, enero 21, 2007

Amores perros

El amor imposible no es exclusivo de ninguna especie. Vean sino la historia de mi perra Daga, que era una gran danesa gigantesca. Tratamos de que se copara con unos grandaneses calentones pero le daba miedo: iban a visitarla unos machos que estaban refuertes (hasta yo los miraba con simpatía) y ella se escondía detrás de mí lloriqueando. No hubo forma. Llegó a la edad adulta absolutamente virgen y al final nos resignamos. La llevamos a vivir al campo y alli conoció a Pancho, el perro salchicha del jefe de la estación Hornos. Era negro, gordo, medio deforme (el perro), pero enseguida se cayeron bien. El lomo de él llegaba justo a la altura en que empezaba la panza de ella. Primero se olisquearon a conciencia los respectivos culos y después corrieron por el potrero hasta cansarse. Daga corría más rápido, claro, pero esperaba a Pancho cuando él se cansaba de trotar sobre sus patitas torcidas. En cuanto él la alcanzaba, ella volvía a correr con toda su elegancia danesa pero se paraba enseguida para ver por dónde andaba él. Eso duró varios meses. En algún momento ella se puso en celo y la cosa cambió. En lugar de juguetear inocentemente como dos perros, Pancho empezó a hacer visitas formales: se aparecía al atardecer todo peinadito y correcto como un suboficial de la Prefectura en la puerta de la casa. No traía masitas porque no podía llevarlas, pero era evidente que hubiera querido hacerlo. Yo lo dejaba pasar y él caminaba muy circunspecto hasta encontrar a Daga, que lo esperaba desparramada en el pasto con una cara muy lasciva. Se olían un rato saltando en círculos frenéticos hasta que a él se le paraba. Entonces empezaba una serie de intentos frustrantes: trataba de metérsela en los lugares más inaccesibles una y otra vez y los dos iban desesperándose más y más. Yo no podía creer que no se les ocurriera algo de todo lo que se nos ocurre a los humanos. Había escalones, troncos, camas, miles de accidentes geográficos naturales en los que hubieran podido acomodarse para compensar su diferencia de altura, pero ellos parecían no verlos. Un día lo puse a Pancho en el escalón de la cocina y a Daga más abajo y les expliqué que así coincidían justo. Pensé que iban a decir "Eureka", pero no fue así: siguieron intentando las posiciones más estúpidas y yo me dí cuenta de que era imposible ayudarlos. Hasta la más modesta imaginación humana era demasiado para ellos.
Lo triste es que los dos se querían mucho. Hubieran hecho una buena pareja porque tenían muchos intereses en común. Después de algunos años Daga se enfermó, la llevé a casa y se murió en Buenos Aires lejos de Pancho. Él nunca volvió a saber nada de ella.

14 comentarios:

fabiana dijo...

comentario sobre el cometa que se puede ver mirando en direccion al oeste entre las 20,15 y las 21 aprox. imperdible, mas info ver pagina del Planetario

myrna minkoff dijo...

Qué bueno! Lo voy a ver desde mi balcón!

Anónimo dijo...

desde hace un tiempo abro todos los días tu blog antes que el mío...lo disfruto horrores y me río sola, gracias!

Anónimo dijo...

Siempre lloro con tus historias de perros.

myrna minkoff dijo...

Gracias, Julia, me gusta que te rías.
Ofelia, me gusta que llores.

myrna minkoff dijo...

No quise decir que me gusta que llores, Ofelia. Pero sí me gusta que llores un poquito leyendo algo que escribí.

Bea dijo...

Me mato este post. Cuanta ternura, cuanta pureza. Me conmovio.

Laura dijo...

Se entendio perfecto ememe. A mi tambien me gusta llorar a veces.

Anónimo dijo...

Es unas de las cosas más lindas y más tristes que leí en los últimos tiempos.

Demóstenes dijo...

Y que un ser del género femenino se llame "Daga" es muy acertado. :P

¡Saludos!

Daniel C. dijo...

Qué maravilla de blog. Qué encanto de mujer.
(Qué kistch me levanté hoy).

Satamarina dijo...

me gustó mucho el relato

saludos

Bla. dijo...

Si todos supiéramos esperar como Daga...

myrna minkoff dijo...

oíme, peanuts!
Te parece algo deseable esperar como Daga?
Se comió unas calenturas salvajes sin poder concretarlas ni siquiera con un sucedáneo como hacerse la japa, nunca pudo garchar con el perro que amaba y finalmente se murió virgen.
Que nadie sepa esperar como Daga, por dios!