sábado, enero 13, 2007

Culebrilla en el Botánico III

Algo en el Botánico me hizo acordar a un episodio que ocurrió hace como veinte años en la quinta que teníamos en Las Heras. Era el mediodía, pleno verano, y estábamos alrededor de la pileta, medio dormidos. Yo oía un ruido minúsculo que se repetía a intervalos regulares. Podía ser uno de los mil sonidos de la naturaleza que se oyen todo el tiempo en el campo, pero éste se diferenciaba porque era una voz, una vocecita que clamaba con una angustia profunda. Yo me senté, paré la oreja y dije -Alguien se está quejando... hay un animal que está sufriendo. Todos los que me conocen bien se mofaron de mí, se rieron de mi imaginación desbordada y de mi tendencia al dramatismo. -Oh, sí, debe ser una comadreja que tiene dolor de panza! -No, es una zarigüeya que está triste! -Un duende con dolor de muelas! -O una oveja que se cayó por la chimenea! decían entre risotadas y no me dejaban oír el lamento. Les ordené que cerraran sus bocazas y fui acercándome al lugar de donde brotaba el sonido. Salía del galpón donde se guardaban las monturas. A simple vista no había nada, pero afinando el oído lo localicé en una pared de ladrillos muy vieja. Cuando me acerqué ví algo horrible: entre dos ladrillos flojos asomaban las patas de una ranita. Se sacudían unos segundos con desesperación y después se quedaban quietas y colgando, totalmente laxas, como muertas. El gemido se oía en ese momento de inmovilidad. Era una queja resignada, como de alguien que está exhausto de sufrir y pidiera que el fin llegue de una vez . Durante la fase de movimientos desesperados, la rana se sumergía más en la fisura como absorbida por una fuerza invisible.
Me acordé de las maniobras que se hacen en los partos complicados y del parto de un ternero en el que tuvimos que usar un aparejo para tirar de las patas porque estaba puesto al revés y no podía nacer. La clave es tirar suave y con firmeza en la fase de relajación y no intervenir en la fase en que la fuerza contraria tira o aprieta. Así el bebe/ternero/rana no se lastima. Entonces agarré las patitas colgantes, tiré muy suavemente hacia afuera y extraje una parte de la rana. Una succión poderosa tiró de nuevo hacia adentro. Cuando aflojó volví a tirar y saqué una porción mayor de rana. Vuelta a chupar desde el interior de la pared. Nueva espera. Cada maniobra rescataba un cachito más de rana, hasta que sólo quedaban la cabeza y el cuello sumergidos en la pared. Esa fase final era la que más me preocupaba: podía quedarme con la rana decapitada en la mano si no lo hacía bien, asi que los últimos movimientos fueron casi imperceptibles, sosteniendo a la ranita fláccida en la palma de la mano. Finalmente, junto con la cabeza de la rana extraje otra cabeza: era una víbora. Con la boca muy abierta sostenía la cabecita de la rana y hacía movimientos de deglución para tragársela otra vez. Me miraba furiosa. Fue la primera vez que ví la mirada desesperada de un predador cuando cree que algo amenaza la posesión de su presa. Una vez que terminé de rescatar a la rana, que parecía muerta, levanté del piso una ciruela muy madura y la encajé en el hueco de los ladrillos. Tampoco era cuestión de que la pobre viborita pasara hambre, pero que se haga vegetariana, pensé. La ranita estaba toda malaxada, aplastada, sin tono muscular. Los bromistas estaban mudos y conmovidos; me ayudaron a hacer un lugar húmedo y mullido debajo de un árbol y buscaron una caja para ponerle encima a la rana salvada.
De a poco fue recuperando el tono normal de las patas y el tronco y adquiriendo la forma de una rana normal. Lo último en recuperarse fueron los brazos y la cabeza, que eran las partes que más tiempo habían pasado en el esófago de la culebra. Me quedé con ella hasta la noche, cuando empezó el croar de todos los sapos y las ranas del campo. Entonces empezó a saltar dentro de la caja. La dejé salir y se fue muy apurada. Arrastraba un poco una pata pero por lo demás parecía estar muy bien.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

memoria involuntaria, diría Proust...

carr

Anónimo dijo...

De nuevo, como en el episodio del pájaro, tu delicada sensibilidad

myrna minkoff dijo...

Chi, choy una una chica muy chenchible!!!

ericz dijo...

Nunca oí algo así. Y salió viva! Notable.

myrna minkoff dijo...

Sí, es impresionante y muy raro. Por suerte algunos de mis hijos y M.3 fueron testigos y pueden dar fe.

Anónimo dijo...

me recuerda a una tarde de verano cuando tendría 11 años. Volvía de nadar en el Club Alemán, caminando por una calle de tierra (que abundaban en ese entonces) y encontré una culebra rosadita. Viva, claro. La recogí en mi bolsito y la solté en el jardín de mi casa, feliz. No tan feliz fue la reacción de mi mamá al enterarse. La gente se pone loca con esos bichitos. Qué sé yo.