sábado, enero 20, 2007

Viernes a la noche, sábado a la mañana


Ayer, nueva lectura y reportaje a un escritor en el Botánico. Había mucho viento y parecía que iba a empezar a llover en cualquier momento. Yo fui asustada porque el viento me da miedo, pero fui igual porque se me había ocurrido que podía filmar todas las lecturas y a Damián Ríos le pareció muy bien. También había quedado en llevarle a Juan Diego su regalo de Navidad que me había olvidado de darle y en conocer a crab, para lo cual iba a ir con un cangrejo en la mano.
La línea D corría con atraso y el subte llegó muy lleno. Eso también me asusta. No puedo parar de imaginarme que hay un incendio o un accidente, que la gente enloquece y que todos se matan a pisotones. Igual lo hago, pero me pongo muy tensa y alerta.
Al lado mío había dos jóvenes extranjeros de esos que ahora hay por miles en el subte. Hablaban en inglés de posibles destinos exóticos: La Puna, Chiapas, Macchu Pichu, la fábrica Bruckman. Además había un tipo grandote, una especie de patovica muy sudado que miraba a los extranjeros y a mí con mucha atención. Cuando me bajé en Plaza Italia, caminé unos metros por el andén y de repente oí una voz masculina que me susurraba en el oído izquierdo "Te puedo acompañar?" Pegué un salto hasta el mural de la cúpula de la estación. Era el patova sudado. Me pidió disculpas: "Perdón, no tenía la intención de asustarte" "Pero me asustaste igual, boludo", le contesté furiosa. Mientras caminaba aterrorizada hasta el Botánico me preguntaba por qué había reaccionado así y desubrí que había tenido la fantasía instantánea de que el que me hablaba al oído era crab, que me había identificado en el subte mediante no sé qué arte de birlibirloque, y que era un degenerado de cuidado. Por eso me olvidé de extraer el cangrejo que llevaba en la cartera y recién lo exhibí una vez que me senté en el pasto. Miré alrededor y aparte de los consabidos jovenzuelos que van a las lecturas y de muchas personas conocidas, sólo había seis o siete ancianos y ancianas muy deteriorados, sentados en banquitos plegables, ninguno de los cuales podía ser crab.
Enseguida apareció la señora psicótica del viernes pasado y se sentó al lado mío. Juan Incardona me propuso ir a sentarnos lejos, al fondo pero yo quería filmar cerca del escenario.
Igual, llegó un hombre con un termo y un mate y se sentó al lado de ella y hablaban. Pensé que él era su acompañante terapéutico y que ella no se había olvidado de tomar los antipsicóticos esa tarde, asi que estaba bastante compensada. De hecho, cuando todo terminó se fue sin hacer ninguna manifestación psiquiátrica.
La lectura de Gonzalo Castro estuvo muy buena. Me pareció muy atractivo el tema del libro (Hidrografía Doméstica) que leía: una chica de 10 años que vive sola y que tiene una relación especial con el agua. Y después, el reportaje se centró en la editorial (Entropía) de Castro y eso también estuvo muy interesante. Pero había mucho viento, enseguida se hizo oscuro y yo tenía frío. A veces parecía que se iban a volar todas las cosas. Los eucaliptus largaban miles de hojitas agudas todo el tiempo y los pájaros esta vez volaban muy muy alto. Me puso muy triste. Cuando todo terminó era casi de noche. Eso me puso más triste. Volví caminando y pasé por un restaurante horrible que había frente a Hermann, donde enseñaban a bailar tango, y ví que está cerrado y que alquilan el local. Eso me puso mucho más triste. Pasé por Mascaró y compré Hidrografía Doméstica pero todavía no lo empecé porque estoy leyendo El Sonido de la Montaña, que me está poniendo muchísimo más triste.
Esta mañana fui a la placita romana del jeropa y esta vez no había nadie. Desde allí miré la barranquita del monumento a Mitre, y abajo, al borde de Libertador el tronco mutilado que parece un San Sebastián. Después fui a visitar al árbol narcótico anónimo, que estaba prendido a full: vibraba y centelleaba como nunca. Eso me puso un poco contenta.

18 comentarios:

Anónimo dijo...

¡otro post, qué alegría! estoy terminando mi último ensayo y encontrar un post nuevo en tu blog es la mejor distracción de todas. ya estoy harta y se me acabaron los ositos.

sabés que mientras leía pensé lo mismo, el patova es crab y resulta que es un loco. después me pareció una idea ridícula. en fin... igual, qué cangrejo elusivo, eh!

muy bueno el título del libro de castro (¿?).

¿la tristeza?

acá también hay mucho viento, mucho.

carolain

myrna minkoff dijo...

Viste qué triste te pone el viento? A mí me da mucha sensación de desprotección. Y cuando estoy en la calle me molesta porque odio que se me revuelva el pelo y que me entren basuritas a los ojos. Sé que te va a sonar absurdo, pero cuando lo oigo soplar y silbar fuerte y estoy dentro de un lugar, es peor; me da más congoja porque me acuerdo del cuento de Los Tres Chanchitos. Te acordás? Los que andaban con una remerita corta como de marinero pero con el culito al aire? Que el lobo se los quería comer y ellos se refugiaban en la casa pero la casa se volaba? Bueno, de eso me acuerdo y me pondría a llorar.

Anónimo dijo...

sí, el silbido constante del viento fuerte es como un mal presagio (mucho más en estos tiempos en que las olas y el viento ya no son lo que eran).

cómo no me voy a acordar de los tres chanchitos! cuando era chiquita mi abuela me lo contaba muchas veces, porque yo se lo pedía, y cada vez esperaba que el chanchito fuera más vivo y construyera mejor su casita pero no, siempre la misma angustia cuando llegaba el lobo y empezaba a soplar... ¿que le pasaba al otro chanchito?

una de las pocas ventajas de usar anteojos, te entran muchas menos basuritas en los ojos...

carolain

JB dijo...

a mí el viento, como ningún otro avatar meteorológico, me da pavor. y también me entristece.

al menos, ahora sé que no soy la única.

un beso

Anónimo dijo...

El jueves di una vueltita por el botánico y me gustó mucho.

Crab apareció o es un canalla?

Me hubiese gustado cuidarte del patovica y del viento, Ememe. A mì el viento no me da miedo.

Hoy vas a cocinar?

Anahí Lazzaroni dijo...

Si vivieran en Ushuaia se morirían o enloquecerían completamente, ahora hay viento todo el año. En otras épocas soplaba y soplaba sólo en primavera

myrna minkoff dijo...

Mr. W.,
a mí también me hubiera gustado.

myrna minkoff dijo...

Sí, el botánico está más precioso que nunca. A veces voy a la mañana y es una delicia.

No, crab no apareció pero no creo que sea un canalla. Es que yo llegué tarde y me olvidé de tener el cangrejo en la mano. Tal vez estaba por ahí y no nos vimos.

No, no voy a cocinar porque estoy embalada haciendo las correcciones finales de unos cuentos que quiero terminar a fin de mes. Quiero tenerlos listos e impresos para la segunda semana de febrero.
Mañana vamos a almorzar con una amiga y el resto del tiempo comeremos los queditos de la heladera (tortilla de espinacas, milanesas finitas, berenjenas en escabeche que hice el lunes, duraznos, damascos, muzzarella de búfalo)

myrna minkoff dijo...

Anahí,

yo creo que no podría vivir en un lugar frío, con días cortos y con viento.
Este pequeño frío que está empezando a hacer, y los días que se acortan y las hojas que se caen ya me están nublando.

Anónimo dijo...

ememe, no evoques las hojas que caen que estoy por volar para allá esperando encontrar algo de verano y huyendo de un invierno en Berlín que este anio no es boreal sino una especie de vaho, de vaho subtropical con huracanes y humedad y pájaros que no se dieron cuenta que había que emigrar y cerezos que florecen en enero, cuando deberían esperar hasta abril. la naturaleza se venga de nosotros, eso es claro. árboles narcóticos sólo hay en regiones muy privilegiadas, eso sí! espero que me lleves a verlo.

myrna minkoff dijo...

Pulsatilla querida,

no sabés qué impaciencia tengo de volver a verte y reírnos juntas!
Claro que te voy a llevar a ver al árbol psicodélico!
Me vas a traer ositos? Dale, porfi!

Anónimo dijo...

Vini, vidi et NEC vincit!
Aclaro por línea privada: llevaría mucho espacio en los comments

Anónimo dijo...

las actividades culturales deberían estar relegadas a los meses de otoño-invierno con pasajes gratuitos a la costa (atlántica) bonaerense y sub-bonaerense durante los meses de primavera-verano.

mientras tanto me como un pancho escribiendo en la blogosfera, si la dieta me lo permite.

saludos desde la ciudad sin subte,

mandy

myrna minkoff dijo...

Mandy,

cuál es la ciudad que no tiene subte?

Unknown dijo...

a mi personalmente el viento me produce una nostalgia pero como dulce, abajo de la lengua, no algo tan ominoso como les pasa a ustedes, algo que es como una canica en la boca, lindo de tener ahi (por un rato). si te imaginas que te sopla en la cara y te despeina, hasta te podes sentir linda (nota: no se necesita que alguien te este mirando para tener dicha experiencia)

myrna minkoff dijo...

ana f,

lo que a vos te pasa con el viento a mí me pasa con la lluvia. Me encanta salir cuando llueve y mojarme y también creo que la lluvia en la cara me hace linda.
El viento me hace sentir pobre, desprotegida, desalojada.

no puedo entrar a tu blog. Dice que el perfil no está disponible. Qué hay que hacer cuando pasa eso?

EmmaPeel dijo...

En mi gira vacacional me acordé de vos porque estuve en un monte 100x100 de árboles psicodélicos como el que visitás. La música y los reflejos plateados: un Studio 54 natural

myrna minkoff dijo...

Dónde estuviste,emmapeel?
En el sur?