Hoy al mediodía invité a almorzar a mi mamá. Está muy viejita, me impresiona.
Era mi amigo querido, la Rosa, mi tucumanita amada. Me asusté porque siempre creo que le pasó algo malo. Debe ser porque es tan dulce y tan bueno y el mundo es tan amenazante. Cada vez que tarda o que aparece de sorpresa pienso que le pasó algo horrible y viene a que lo proteja, porque sabe que siempre lo voy a proteger. Soy como su mamá de Buenos Aires. Nos reímos mucho juntos, de cosas de ahora y también de tropelías que cometimos hace muchos años.
Almorzamos varias verduras en diferentes configuraciones (tortilla de espinacas crudas, hinojo saltado, chauchas, coliflor) Después comimos helado y después se fue, no sin antes oír las anécdotas aburridas que mamá siempre le cuenta y que él escucha atentamente con su enorme sonrisa, como si le parecieran geniales.
Recién terminé de atender, me serví una copa de vino blanco y me senté a mirarlo. Es divino, una exquisitez.
Gracias, mi niña bonita.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario