domingo, julio 01, 2007

Ant


Como toda la gente del edificio se queja de las hormigas que invadieron el edificio hace dos años, el administrador contrató al fumigador para que venga cada dos semanas, no cada cuatro como antes. Ahora además trabaja con una máscara antigas y guantes de caucho protectores hasta el codo. Yo le pregunto si no será demasiado tóxico lo que tira y niega con la cabeza sin sacarse la máscara. No se la saca ni para contestar.
Desde que duplicaron las fumigaciones también se duplicó la cantidad de hormigas. Fue un efecto inesperado que habría que investigar. Ahora no sólo hay muchísimas más, sino que perdieron el poco respeto que tenían: se las encuentra en la heladera, en el freezer, en las berenjenas en escabeche, en la cama y en la bañadera.
Adquirimos el hábito de lavar todo escrupulosamente porque si queda una partícula de algo presuntamente comestible, aunque sea jugo de limón, aparece un ejército de ellas en menos de un minuto. Igual, me parece que prefieren ligeramente la miel por sobre el vinagre, así que los frascos de miel son sometidos a un lavado exterior con agua caliente cada vez que se los usa. Ayer alguien se olvidó de hacerlo y hoy a la mañana las encontré atareadísimas correteando por todo el interior del frasco. Entran por un orificio minúsculo que tiene la tapa. Ahogadas había muy pocas: todas estaban laburando a mil, re PRO. ¿Cómo sacarlas del frasco sin estropear el contenido? Lo puse a baño maría y enseguida empezaron a correr hacia el borde frenéticamente. Pero una vez que llegaban al borde se encontraban entre la espada y la pared. Tenían que elegir cocinarse en el frasco o arrojarse al agua hirviendo. Entonces pacté con ellas una salida: puse una cuchara de madera con un extremo en el borde del frasco y el otro en la mesada como salida de emergencia. Era fantástico verlas organizando la evacuación: una iba primero, tanteaba el camino, corría hasta abajo y volvía a subir agitando locamente las antenas y las patitas.

-Dale, vengan, rajemo por acá! -decía.

Enseguida la siguieron dos o tres y detrás de ellas vinieron diez y detrás cincuenta... y en un momento estaban todas a salvo en la cuchara. Entonces se me presentó un terrible dilema ético: ¿qué debía hacer? ¿Dejarlas escapar por la mesada? ¿Lo lógico no era asesinarlas tirando la cuchara al agua caliente, ahora que estaban todas juntas fuera de la miel? Discutí conmigo misma un rato largo. Me decía:

-Cómo las voy a matar ahora que se salvaron? Sería como esos médicos que reaniman a los torturados para que aguanten más tortura, como esos jueces que hacen curar a los presos para después ajusticiarlos - me decía.

-Pero tu objetivo no era salvarlas sino sacarlas de la miel -me contestaba.

-Tá bien, pero ahora que las miré de cerca y las ví tan desesperadas y tan organizadas para salvarse no puedo destruírlas. Es como el experimento de la Universidad de Yale (si no lo saben, busquen en la güev).

-Es antisocial que no las mates -insistía ante mí misma, -cómo las vas a dejar irse tan campantes?

Nunca supe muy bien para qué sirve un filósofo, pero en ese momento hubiera necesitado con urgencia uno para pedirle consejo.

-Tomás Abraham, Juan Pablo Feinmann, vengan en mi ayuda, inspírenme! Help!!, suplicaba.

Ninguno se hizo presente, así que apagué la luz, me fui de la cocina, cerré la puerta y dejé todo como estaba. Que el azar decida. Igual, donde hay azar hay amor. Las hormigas deben tener un muy mal concepto de mí. En eso estamos de acuerdo.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Durante unos 10 años vivi en un depto y lidie con hormigas (inevitable) las trataba de combatir con todo lo que encontraba, no diluia los venenos para que hicieran mas efecto,hasta que casi morimos intoxicados, despues de eso, opte por espantarlas con desodorante de ambiente, las echaba y perfumaba a la vez. No se fueron, me mude.
Gab.

Tommy Barban dijo...

Ay, ememe, me temo que las hormigas son como los caballos de alquiler, que confunden gentileza con debilidad y duda filosófica con miedo, después no se queje cuando tiren abajo la puerta de su dormitorio y se la quieran llevar alzada para el hormiguero.

Anónimo dijo...

Bichos de ciudad (uds.): azúcar mezclada con orégano, y chau, ni la atómica queda.

Anónimo dijo...

Fersebal recordará lo que hacía de pequeño con su hermano y el mio: Tirarle "pegatina" (así le llamaban a un liquido blancusco que salía de una planta de la casa de mi nonna) a las hormigas para que no puedan caminar. Esos eran sus días. Ememe probá con Pegatina!!!!


Anoni

myrna minkoff dijo...

Anoni,
pegatina debe ser esa lechita que sale de los tallos de unas plantas minúsculas. Es como un látex pegajoso que se seca enseguida.
Cuando yo era chica decían que con eso se "mataban" las verrugas. Todos nos poníamos en los dedos y no pasaba nada. Después, alguien dijo que había que poner en un pañuelo blanco tantos granos de sal gruesa como verrugas tuviera, y tirarlo hacia atrás (sin mirar) en un cruce de calles una noche de luna llena. Parece complicado, pero yo lo hice varias veces y eso sí resultaba infalible: a las dos o tres semanas no tenías más verrugas. Cuando un nene viene con eso me tienta darle la fórmula mágica del pañuelo y el cruce de calles pero me da miedo que las madres se asusten y no me crean nunca más nada.

Mascaró dijo...

Si llevás el dilema filosófico hasta las últimas consecuencias, tampoco debieras dejar entrar al exterminador.
Creo que, como decís, hay que dejarlas hacer su vida, evitando que nos jodan: no dejar mugre dulce, tapar bien todos los frascos.
Después de todo, no joden tanto: sólo les gusta lo dulce ¿a quién no?

Gabi dijo...

Una vez leí que en España había un servicio de consulta a cargo de la universidad o entidad que nuclea a los filósofos: la gente les escribe su dilema existencial y ellos responden desde la ciencia filosófica.
También recuerdo que la mayoría de las consultas eran de gente de empresa, relacionadas con el manejo del dinero y la culpa.
No creo que nunca hayan recibido una consulta acerca del exterminio o la convivencia con las hormigas.

Anónimo dijo...

yo no mato mosquitos ni bichos en general, pero las hormigas las re mato xq sino se morgan las plantas, y quiero más las plantas que las hormigas
p.k.

myrna minkoff dijo...

p.k.
no es que yo les haga la Gran Gandhi a las hormigas. Me rompen mucho las pelotas caminando sobre mis sánguches y picándome cuando duermo. Sólo que mirándolas de cerca uno deja de verlas como plaga y empieza a verlas como personitas con una vida interesante y digna de respeto y se cuestiona un poco si tiene derecho a matarlas.
Creo que en El Tercer Hombre Orson Welles (Wells?) da un buen ejemplo de eso.

Anónimo dijo...

que linda... donde hay azar hay amor.

besos